Capítulo 3

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-Esto no es una visita de cortesía ni una fiesta infantil, señorita Álvarez del Castillo -replico Medina, con cierta impaciencia-. Ni deseo ni espero buenos modales. Tampoco hablo del tiempo, ni de la naturaleza o del viaje. Si este hecho le resulta incómodo, es mejor que se marche ahora.

-Como usted quiera -afirmo ella, a pesar de que se moría de ganas de hacer eso precisamente. No obstante, el helicóptero ya se había marchado y ella tenía un trabajo que hacer-. Tengo todos los datos que necesitamos en mi maletín. Todo lo que usted necesitara para ayudarlo a tomar una decisión.

-Ya he tomado una decisión y mi respuesta es NO -afirmo, observándola con sus ojos oscuros.

-Sin embargo, ha tomado esta decisión antes de que yo tuviera la oportunidad de hablar con usted. Espero que, una vez que le haya explicado lo que ocurre, cambie de opinión.

-¿Y por qué iba a hacerlo?

-Cuando usted vea las cifras y nuestros planes de futuro, creo que se replanteara su decisión de recuperar su inversión.

Alejandra observo el rostro de Medina, buscando algo que le indicara que no había hecho aquel viaje en vano, pero no encontró nada. Ella giro la cabeza y observo la selva que tenía alrededor. Los sonidos de los animales los rodeaban por completo, creando en ocasiones un ruido casi ensordecedor, como si la selva estuviera viva.

-Parece que están acecinando a alguien allí -bromeo ella.

Nada. Ni un comentario ni una sonrisa.

-¿Acaso tiene usted miedo de la selva señorita Álvarez del Castillo? -dijo el, por fin-. ¿O es otra cosa lo que la está poniendo nerviosa?

-Yo no estoy nerviosa -mintió.

-¿De verdad? -replico él. A continuación, la observo durante unos instantes con ojos entornados-. En ese caso, permítame darle un consejo sobre cómo hacer negocios conmigo. No pierda mi tiempo ni me mienta y, sobre todo, no trate de engañarme. Son las tres cosas que más me irritan y yo jamás accedo a nada cuando estoy irritado.

-Le aseguro que no le mentiré -afirmo Alejandra, sin poder comprender por qué Rafael Medina tenía tanto éxito entre las mujeres-. Yo no miento a nadie.

Desgraciadamente, sabía que esto no era del todo cierto. No había sido del todo sincera con el cuando acepto su préstamo. Para tranquilizarse, decidió que ningún contrato estipulaba que tuviera que contarle todo sobre sí misma. Ningún detalle de su historia personal tenía relevancia alguna para su habilidad como directora de la empresa. Ella se había asegurado personalmente de ello.

-Usted es una mujer señorita Álvarez del Castillo -comento Medina, con una cínica sonrisa-. La mentira forma parte de su ADN. Solo podemos esperar que logre usted luchar contra miles de años de evolución cuando este a mi lado.

Con eso, Medina abrió la puerta de la casa y se hizo a un lado para que Alejandra pudiera pasar. Sin embargo, ella decidió seguir hablando.

-Mi empresa no va bien y sé que tenemos cosas de las que hablar, pero le ruego que no trate de intimidarme.

-¿Acaso la intimido?

-Creo que, por lo menos, podría mostrarse un poco más amable.

-¿Amable? ¿Quiere usted que sea amable?

-No veo por qué una reunión de negocios tiene que ser algo frío e impersonal.

Medina dio un paso al frente, lo que obligo a Alejandra a dar un paso atrás.

-¿Acaso quiere tener una relación más personal conmigo, señorita Álvarez del Castillo? -pregunto, mirándola de arriba abajo-. ¿Cómo de personal?

Medina no la había tocado, pero Alejandra era muy consciente de su masculina presencia.

-Simplemente estoy diciendo que siempre he creído que los negocios, aparte de serios, pueden ser también divertidos.

-¿De verdad? Yo diría que esa actitud explica en gran medida el estado actual de las cuentas de su empresa.

Alejandra quiso responderle, pero Medina no le dio opción. Se dio la vuelta y entro por la puerta, esperando que ella lo siguiera.

"No me extraña que su esposa lo dejara", pensó. Tras cerrar la puerta cuidadosamente. ¿O acaso era arrogante y cínico precisamente porque su esposa se había marchado?

Mientras trataba de encontrar respuesta a aquella pregunta, miro a su alrededor y, muy sorprendida, se dio cuenta de que no había abandonado la selva. El exterior y el interior de la casa fundían en perfecta armonía y la selva formaba parte de la casa. En cualquier otro momento, Alejandra habría hecho un comentario al respecto, pero la actitud de Rafael Medina le indicaba claramente que no le interesaba su opinión.

El la condujo a un enorme despacho y le indico una butaca.

-Siéntese.

Alejandra obedeció y, una vez más, miro fascinada a su alrededor. A través de paneles de cristal hexagonales. La selva los rodeaba por todas partes.

-Es maravilloso -susurro-. Es como estar sentada en el invernadero en medio de la selva. ¿Se acercan aquí los animales? ¿Saben que está usted aquí?

-Los depredadores siempre saben dónde está su presa señorita Álvarez del Castillo -replico, tomando asiento también-. Bien. He accedido a concederle diez minutos. Su tiempo empieza ahora.

Jungla De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora