Capítulo 38

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Rafael lanzo una maldición y dio un puñetazo en la mesa. Entonces, miro con exasperación a otro empleado que entraba en el salón en aquel momento con un periódico en la mano.

-¿Y ahora que?

-Nos pareció que debería ver esto, señor.

Rafael entorno los ojos.

-Nunca leo periódicos sensacionalistas.

-Lo se, señor, pero creo que le interesaría mucho leer este...

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Alejandra estaba sentada justo en el parque que había justo delante de la casa de su padre.

Había pasado una semana desde que leyó el artículo en el periódico y se había pasado todo el tiempo pensando que podía hacer o decir para compensar a Rafael. Al final, había decidido enviarle una breve nota de disculpa y trato de no pensar que el lujoso avión privado ya había regresado a Río sin ella.

Como estaba demasiado disgustada para ir a ver a su padre tal y como había planeado, tomo una habitación en un pequeño hotel en Londres en vez de ir a su departamento. Se había pasado toda la semana tratando de decidir que era lo que debía de hacer.

Todo había terminado. Por supuesto, era una pena, pero su relación con Rafael tenía que terminar en algún momento. El no la amaba, por lo que su relación tenía una duración limitada.

Sin embargo, ninguna de esas frases le ofrecía consuelo alguno.

Poco a poco, la tristeza se había ido reemplazado por la Ira que sentía hacia su padre por haber hecho daño a Rafael. Resultaba extraño que, dos semanas antes, ni siquiera lo conocía y, en aquellos momentos, le costaba imaginarse la vida sin él.

Lo conseguiría. Saldría adelante. Sin embargo, no podría hacerlo hasta que no hubiera hablado con su padre. Por primera vez en su vida, iba a decirle como se sentía. Tenia que hacerlo. La ira y el dolor resultaban insoportables.

Con un suspiro, se levanto y se dirigió hasta la puerta de la casa.

Maria, la asistente de su padre, le abrió la puerta.

-Oh, señorita Álvarez del Castillo, ¿Dónde ha estado usted? Su padre ha estado tan preocupado...

¿Preocupado por que? ¿De que ella hubiera descubierto por fin su juego?

-¿Esta en casa?

-Si, pero tiene visita. Tal vez debería esperar aquí mientras yo voy a decirle que esta usted en casa.

Alejandra escucho voces y sintió que los nervios le atenazaban el estomago. Entonces, recordó el artículo y la ira volvió a apoderarse de ella. Había llegado la hora de enfrentarse a su padre y no le importaba hacerlo en publico. Había tardado una semana para reunir el valor suficiente para ir allí. Si se marchaba, no regresaría nunca.

Sin hacer caso de los intentos de Maria por detenerla, Alejandra se dirigió directamente al despacho de su padre. Ni se molesto en llamar.

La escena la dejo perpleja. Vio a su padre, pálido y azorado, y a Rafael, los ojos brillándole de ira.

¿Qué estaba haciendo allí?

Al recordar el artículo, sintió una profunda vergüenza y, de repente, quiso darse la vuelta y salir huyendo. Tal vez el presintió lo que estaba considerando hacer, por que se acerco rápidamente a ella y le agarro las manos.

-No te vas a marchar a ninguna parte. Se que no te gusta la confrontación, pero vas a tener que enfrentarte a esta situación por que hay cosas que se tienen que decir.

¿Cómo podía decirle que no era la confrontación lo que le asustaba, si no la culpabilidad y la vergüenza que sentía al verlo después de todo lo que había echo su padre?

-Entiendo que estés enfadado, pero...

-Tienes razón en lo de que estoy enfadado. De hecho, jamás había estado tan furioso y tú eres la razón.

-Lo has visto, ¿verdad? -Dijo ella, notando que Rafael tenía un aspecto muy cansado-. Ese horrible articulo. Yo me disguste mucho y...

-No estoy hablando del artículo. ¿De verdad crees que me importa? Estoy enfadado por que desapareciste por completo de la faz de la tierra en cuanto llegaste aquí y no has dado señales de vida en más de una semana. ¡Me dan ganas de despedir a todo mi equipo de seguridad en Londres por ser tan ineptos!

-Rafael... -susurro ella, asombrada.

-¡Te perdieron! Te imaginaba muerta en alguna parte... ¿Dónde diablos has estado? ¿Tienes idea de lo preocupado que he estado?

-¿De verdad? -pregunto ella atónita.

-¿Dónde estabas? La tripulación del avión me aseguro que te dejaron en el aeropuerto y entonces desapareciste. ¿Por qué?

-Vi el periódico.

-¿Y?



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