Capítulo 7 (Mi Invitada)

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Sin poder evitarlo, se puso de pie y se acercó a la ventana para tratar así de liberarse de los tentáculos de su pasado. Cuando se hubo tranquilizado, volvió a tomar la palabra.

-En ese caso, ¿se describiría a usted como una persona cruel?

-No, no lo soy. No creo que haya de ser cruel para triunfar en los negocios.

-¿Qué le parece mentirosa y manipuladora? ¿Le parecen esas cualidades más necesarias para triunfar en los negocios?

-No comprendo adonde quiere ir a parar con esta conversación.

-¿No?

De repente, Rafael decidió lo que iba a hacer. Le iba a mostrar las consecuencias de sus actos personalmente y mientras lo hacía, iba a asegurarse de que sufriera. Sin poder evitarlo, le miro aquellos zapatos tan sugerentes, con su delgado y fino tacón, de repente, le pareció que aquellos zapatos y la selva suponían una combinación muy prometedora.

-¿Ha traído equipaje señorita Álvarez del Castillo?

-¿Para qué?

-Quiero que se quede unos cuantos días, como mi invitada. Ya que ha venido desde tan lejos, me gustaría enseñarle algunas cosas.

-Hace un momento no hacía más que recordarme el tiempo que me quedaba. ¿Por qué, de repente, quiere que me quede?

-Siempre me he sentido muy impresionado con la decisión, señorita Alvarez del Castillo. Solo por eso, se ha ganado más tiempo, siempre que me permita mostrarle la magia de la selva brasileña.

Alejandra no pareció sospechar nada porque le dedico una agradable sonrisa.

-Muchas gracias -dijo-. No se arrepentirá. Podemos charlar durante el viaje.

Rafael le lanzo una mirada de incredulidad y, entonces, se dio cuenta de que ella no tenía idea de lo que le esperaba. Cuando hubiese terminado con ella, lo más probable era que tuviera más ganas de gritar que de charlar.

-Estoy deseando mostrarle parte de las hermosas vistas de mi país. Me encantaría poder llevarla a algunos lugares que creo que podrían resultarle de interés.

¿Uno de los cuales podría ser el dormitorio?, pensó, observando como ella se sonrojaba. Efectivamente, Rafael prefería mantener los negocios separados del placer, pero Alejandra Alvarez del Castillo no se podía considerar como un negocio porque él se iba a encargar personalmente de que la empresa de la mujer desapareciera. Por lo tanto, podía centrar toda su atención en el placer.

-Bueno, no había pensado hacer turismo.

-Me refería a visitar la hacienda, la granja de café que envía los suministros de su negocio. Me parece justo que sepa más del producto que vende.

-Estoy completamente de acuerdo. Me encantaría. Me parece una idea genial.

Evidentemente, ataviada con su traje de Arman y sus zapatos de tacón, no sabía lo que era la selva brasileña. ¿Cinco minutos?, pensó Rafael, con una sonrisa. Cinco minutos era todo lo que iba a necesitar para que ella empezara a gritar por los insectos, serpientes y demás faunas que iba a ver. Sin los tacones, el maquillaje y el traje se sentiría perdida y vulnerable. Entonces, trataría de que el la protegiera y aquel seria el momento que el aprovecharía para llevar a cabo sus propósitos.

-En ese caso, lo organizare todo para mañana. Mientras tanto, uno de mis empleados la acompañara a su habitación para que pueda ponerse algo más cómodo. Ya le han subido su equipaje. Por mi parte la veré a la hora de cenar. Azucena nos prepara uno de los platos típicos de la zona.

-Estupendo -dijo ella, con una sonrisa-. Gracias. Es usted muy amable.

¿Amable?, a lo largo de los años las mujeres le habían llamado muchas cosas, pero amable no había sido alguna de ellas. Rafael escruto el rostro de Alejandra para ver si había hablado con ironía, pero solo encontró una ingenua sonrisa.

Aquella sonrisa le desquiciaba los nervios. Para cuando hubiera terminado con ella, se le habría borrado del rostro. Estaría cubierta de sudor e incómoda, con los pies llenos de ampollas y la piel cubierta de picaduras de insectos. Seguramente se lo pensaría dos veces antes de engañar a una persona.

Satisfecho por sentirse al mando de la situación, se dirigió a su escritorio para ocuparse de las innumerables llamadas telefónicas que lo esperaban.

Algo nerviosa después de la reunión, Alejandra siguió a Azucena, el ama de llaves, hasta el dormitorio que se le había asignado. No sabía si sentirse aliviada o preocupada por poder pasar más tiempo en compañía de Rafael Medina.

Había esperado que fuera un hombre duro y cruel, pero no tan frío e intimidante. Sin embargo, probablemente era culpa suya. Después de todo, no se podía negar que las cuentas de su empresa resultaban poco impresionantes, además, él no era un hombre que hiciera concesiones por la ingenuidad o la inexperiencia. De hecho, no hacia concesiones por nada. Precisamente por eso, el hecho que le hubiera concedido más tiempo debería hacer que se sintiera contenta, ¿o no? Se preguntó por qué Rafael Medina había decidido cambiar de repente de opinión.

La habitación que se le había asignado era muy grande, con dos paredes abiertas hacia el bosque. Al darse cuenta de que estaban al mismo nivel que las copas de los árboles, se dirigió al balcón y observo la vista.

-Esto es precioso -le dijo al ama de llaves-. Es como vivir en un árbol.

A pesar de que el diseño de la casa de había realizado en consonancia con el lugar en el que se había construido, no se habían escatimado lujos ni detalles. En la habitación había una enorme cama, cubierta con sabanas de seda, una colcha de terciopelo y un montón de cojines de todos los tonos posible de verde. El suelo estaba cubierto por una alfombra y las ventanas por unas cortinas de gasa que ondulaban suavemente con la brisa.

La mujer respondió algo en portugués. Alejandra se sintió muy avergonzada.

-Lo siento mucho. No hablo ni una palabra de portugués.

-Le he dicho que ya han sacado la ropa de la maleta. Si necesita algo más, solo tiene que pedirlo- dijo la mujer ya en español.

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Perdón por no subir capítulo jaja. Aquí les dejo estos dos, espero que les gusten

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