Capítulo 23

4.6K 370 4
                                    


-¿Marcharte a casa? Ni hablar. Te deseo -susurro-. ¿No te das cuenta? ¿No sientes los que eres capaz de hacerme?

Efectivamente, tenía una potente y firme erección. Alejandra lanzo un gemido de excitación y sintió como la punta del miembro viril le tocaba en su más intima feminidad. Levanto inmediatamente las caderas y sintió como Rafael la poseía inmediatamente con un firme y seguro movimiento.

-Rafael... -gimió Alejandra, mientras el se hundía en ella con rápidos movimientos que la volvían loca de placer.

-¿Serias capaz de dejarme, micha paixao? ¿Quieres que llame al helicóptero?

El cuerpo de Alejandra temblaba de puro placer, palpitando bajo la presión del cuerpo de Rafael.

-No... no llames al helicóptero.

Rafael controlaba la situación por completo, de manera que ella casi no podía ni hablar. De repente, el cambio el ritmo y le dio tanto placer que Alejandra ya ni siquiera sabia donde estaba. Le clavo con fuerzas las uñas en la carne, temerosa de dejarlo escapar. Se sentía al borde del éxtasis y solo podía aferrarse a el. Poco a poco, iba llevándola hasta el borde de la locura e, inesperadamente, se produjo una explosión de luces brillantes cuando el cuerpo de Alejandra se rompió en un millón de gloriosos trozos. Se abrazo con fuerza a él y fue entonces cuando una violenta sacudida señalo que el también había alcanzado el clímax. Durante lo que pareció una eternidad, permanecieron abrazados, unidos en una volátil intimidad que los devoraba a ambos.

Poco a poco, la tormenta fue pasando. Entonces, Alejandra abrió los ojos y lo miro. Rafael la estaba contemplando con sus ojos oscuros, que siempre la hacían pensar en el peligro.

-Eres mía -susurro-. Recuérdalo.

Entonces, se puso de espaldas sin soltarla, lo que la coloco encima de el.

-No solo no te vas a marchar de aquí -añadió-, sino que tampoco te vas a levantar de mi cama. Voy a tenerte aquí siempre. Desnuda.

-Hablas como un cavernícola -respondió ella, embriagada de felicidad y placer-. De todos modos, no tengo ropa. Solo un traje que odias, un vestido sucio y un par de pantalones destrozados por andar por la selva.

-Ayer te portaste maravillosamente, ¿te lo he dicho? No conozco ninguna otra mujer que hiciera lo que tú hiciste sin quejarte.

-No me atreví a quejarme por que tu estabas muy enfadado conmigo.

-Bueno, olvidemos de todo eso.

-No exactamente. No podemos. Tanto si nos gusta como si no, ya ha amanecido -dijo ella, señalando la ventana por la que estaban empezando a entrar los primeros rayos del sol-. Tengo cosas que solucionar. Cosas muy importantes. Me siento responsable.

-Haré algunas llamadas -comento Rafael, con su habitual seguridad en si mismo-. Después del día de hoy, el proveedor que te vendió el café no seguirá en el negocio. Estoy seguro que tu jamás habrías accedido a hacer esto si el no te hubiera obligado.

-Pero si no he accedido a nada. Te aseguro que si lo que dices es cierto y ese hombre esta sacando beneficios del precio del café, no los esta compartiendo conmigo.

Rafael dudo y algo parecido a la ira apareció en sus ojos. Entonces, se encogió de hombros y la acaricio de nuevo en un gesto posesivo.

-No volvamos a hablar de esto, Alejandra. Ya no importa. Es pasado. Como tu me dijiste a mi, todo el mundo comete errores. Estoy seguro de que has aprendido la lección. No debes engañar a nadie a menos que estés preparado para que te atrapen.

Alejandra se sintió cono si Rafael le hubiera echado por encima un jarro de agua fría. El seguía pensando que era culpable.

-Crees que soy culpable, ¿verdad?

-Alejandra...

-Sigues creyendo que he estado robando dinero a mi propia empresa.

-Tú admitiste la culpa.

¿Cómo? ¿Cuándo había dicho ella nada en ese sentido? Nunca.

-No. Lo que yo he dicho es que me sentía responsable y así es, pero no por que me haya quedado con el dinero, si no por que es mi empresa y, como dueña, soy completamente responsable de todo lo ocurrido.

-No importa...

-Claro que importa por que me tengo que marchar a mi casa para solucionarlo todo -dijo. Entonces, trato de bajarse de la cama, pero el se lo impidió. Se coloco encima de ella y la inmovilizo.

-No vas a marcharte. No me importa si lo hiciste tú o no. ¿Es que no lo comprendes? Nada de esto afecta en absoluto a lo que siento por ti. No tiene efecto alguno a lo que compartimos.

-¿Cómo puedes decir eso? -le pregunto ella, asombrada-. ¿Estas sugiriendo que podrías dormir con una mentirosa y una tramposa igual que con una mujer sincera y honrada? ¿Acaso no tienes moral?

-Es sexo, micha paixao. Sexo. Solo me interesa lo que eres capaz de hacer en mi cama. Es decir, mientras no vuelvas a engañar a Carlos y Filomena, pero los dos sabemos que eso no va a volver a ocurrir.

Completamente horrorizada, Alejandra cerró los ojos. La felicidad que había experimentado hasta hacia unos minutos se había desinflado como un balón ante la actitud cínica de Rafael.

-Creía que confiabas en mí...

-¿Y por que necesito confiar en ti? Lo único que compartía contigo era el sexo. No te he pedido que ye ocupes de mis activos.

Alejandra contuvo el aliento. No se podría creer lo que estaba escuchando.

Jungla De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora