Capítulo 17

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Mientras pronunciaba aquellas palabras, Rafael se pregunto por que se molestaba en mostrase solicito con ella. Alejandra debió de pensar lo mismo, por que lo miro con los ojos muy abiertos.

-Siento tener que molestarte quedándome otra noche.

-Te veré a la hora de cenar...

Rafael se pregunto por que molestarse. Después de todo, Alejandra habría desaparecido de su vida ala mañana siguiente. Sin embargo, el sabia que no le iba a resultar tan fácil deshacerse de ella. El beso que habían compartido en la selva había sido mucho más que eso. Alejandra pareció presentirlo por que hizo un gesto nervioso y dio un paso atrás.

-Tal vez debería cenar en mi dormitorio. Sin embargo, te agradecería que me proporcionaras un teléfono. Por su puesto, te abonare las llamadas.

-Hay un teléfono en tu dormitorio. Puedes utilizarlo, pero cenaras conmigo.

Alejandra no protesto. Parecía cansada. Derrotada. Rafael decidió que aquello era bueno. Si el remordimiento y la pena que sentía eran genuinos, tal vez no volvería a hacer nunca más algo parecido.

Alejandra colgó el teléfono y se tumbo en la cama.

Nada. Nadie.

Su padre estaba de viaje de negocios y también la persona que había designado como ayudante personal en sus planes de expansión. Incluso había tratado de llamar personalmente al proveedor, pero no logro pasar del contestador automático.

Las respuestas a las desesperadas preguntas que tanto ansiaba hacer iban a hacerse rogar. Tenia que regresar a Londres para tratar de localizar a la persona que tan inteligentemente le estaba robando. Sin embargo, Londres estaba a doce horas en avión desde Río de Janeiro y ella estaba aun en la selva. Además, aun le faltaba una velada con un hombre que tenia toda la razón para pensar que era una mentirosa.

Resultaba irónico que todo aquello hubiera servido para demostrar que Rafael Medina no era el hombre frío y distante que todo el mundo creía. Iba a retirarle su apoyo económico por que pensaba que ella había perjudicado a Carlos y Filomena. Desgraciadamente, ese descubrimiento no la ayudaba en nada. Todo por lo que habría luchado estaba a punto de desintegrarse. Sus empleados iban a perder sus trabajos y todo por su culpa. Se lo tenía que haber imaginado. Lo tendría a que haber notado. Sin embargo, sabia que esto ultimo no era imposible.

¿Debería decirle la verdad a Rafael?
¿De que le iba a servir? Todo lo que pudiera decir en aquellos momentos iba a perecerle una excusa. Ya era demasiado tarde para dar explicaciones. Demasiado tarde. Quería echarse a llorar, pero no encontraba lágrimas. Se sentía enfadada, confusa, perdida, pero, más que nada, ansiaba respuestas. Quería saber quien había podido hacerle algo así.

Si poder permanecer quieta, se levanto de la cama. De repente, recordó lo que Azucena le había dicho sobre la piscina en la selva. ¿No se decía siempre que el ejercicio es bueno para aliviar la tensión? Decidió que iría a nadar un rato y así, tal vez, lograría tranquilizarse lo suficiente como para poder pasar una velada con Rafael.

Se puso el traje de baño rojo y el vestido de lino, recordándose al mismo tiempo que debía tener cuidado dado que era el único que tenía para cenar.

Tras tomar una toalla del cuarto de baño, se calzo y salio de su habitación.

Decidió ir a ver a Azucena para que le recordara el camino. El ama de llaves la acompaño hasta el sendero. Cuando comenzó a andar, rodeada por la selva, sintió una potente sensación de excitación. Era el lugar más salvaje y hermoso que había visto nunca. Poco a poco fue avanzando por el sendero, tratando de no equivocarse y de recordar el camino cuando, de repente, los árboles parecieron abrirse. La piscina apareció delante de ella.

Se trataba en realidad de una laguna, rodeada de enormes piedras y altos árboles, que se alimentaba de una catarata.

-¡Que maravilla! -exclamo.

Las sorprendentes noticias que había tenido sobre su empresa la habían dejado completamente agotada. Seria un enorme placer quitarse el vestido, refrescarse y relajarse. Entonces, se sentiría mejor. Después de la cena, decidiría lo que iba a hacer para averiguar que era exactamente los que había pasado y como iba a compensar a los dueños del cafetal.

Rafael avanzo con decisión hacia el sendero que conducía a la laguna. Azucena lo había interrumpido en su despacho para decirle que Alejandra había ido a nadar. Por supuesto, podría haberse despreocupado por completo por aquel detalle. Después de todo, no resultaba muy frecuente que los animales visitaran aquel lugar en especial, pero...

Apretó el paso y miro hacia el cielo. Iba a oscurecer muy pronto...

Cuando por fin llego a la laguna, vislumbro entre las hojas una pequeña llamarada roja flotando sobre las aguas. Como si se tratara de una exótica criatura, Alejandra se deslizaba por la superficie con un cuerpo esbelto y grácil.

El deseo se volvió a apoderar de el. Se metió las manos en los pantalones y lanzo una maldición. Lucho contra el impulso que sintió de unirse a ella. Sabía que hacerlo seria buscarse complicaciones que no necesitaba. Lo que si necesitaba era sexo sin compromiso y sabía que iba a poder disfrutar de algo así con una mujer como Alejandra. De hecho, era la peor clase de fémina. No le preocupaba su avaricia, algo a lo que estaba acostumbrado en una mujer, sino el hecho de que esperara palabras de amor, aunque fingidas. No podía consentir que una relación fuera superficial.

De repente, ella abrió los ojos y lo vio en la orilla.

-¿Acaso he llegado tarde para cenar? -pregunto.

-En la selva se hace de noche muy pronto y resulta fácil confundir los senderos. Además, a veces los animales vienen a beber aquí -dijo, esperando que ella saliera despavorida del agua. Alejandra ni se inmuto, por lo que Rafael decidió seguir atacando-. No se sabe nunca lo que puede haber en el agua. Pirañas, anacondas, cocodrilos...

-¿Nada mas peligroso que eso?

-Bueno, algunas veces los Jaguares...

-Me gustan los gatos.

Jungla De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora