Capítulo 39

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-Me sentí muy mal. Estaba tan avergonzada y tan enfada con mi padre. No podía venir a verlo hasta haber tenido la oportunidad de calmarme un poco.

¿Por qué no regresaste a Río para calmarte en la selva?

-Porque me pareció que ya había demasiadas personas en tu vida que han vendido sus historias a los periódicos. No necesitabas una más.

-Tú no tuviste nada que ver con ese artículo.

-¿De verdad lo crees? ¿Estas aprendiendo a confiar, Rafael?

-No -dijo él, agarrándola con fuerza de los brazos-. Bueno, puede ser, pero solo en ti. Sé que ese artículo no tuvo nada que ver contigo; entonces, ¿Por qué diablos decides esconderte?

-¡Porque no necesitas a un hombre como mi padre en tu vida!

-¡Ya basta, jovencita! -Exclamo su padre, tomando la palabra por primera vez-. Muestra respeto cuando hables sobre mí. Parece que a los dos se les ha olvidado que estoy aquí.

-No nos hemos olvidado, papa. En cuanto a lo del respeto... -dijo, mirándolo con desprecio-. El respeto es algo que tiene que ganarse y tú jamás te lo has ganado. Jamás has hecho algo en toda tu vida que merezca mi respeto.

-¡Cuidado con lo que hablas, niña! No voy a consentir que mi hija me replique. ¡Aun te puedo dar un azote si te lo mereces!

-Póngale un dedo encima y lo enviare a un logar en el que no volverá a necesitar el dinero -le espeto Rafael. Entonces, rodeo a Alejandra con el brazo en un gesto de protección.

-No vas a impedir que te diga lo que tengo que decir, papá. No voy a consentir que me amenaces. Llevo una semana entera preparando este encuentro y tengo muchas cosas que decirte. Y me vas a escuchar.

-Te sientes muy segura y fuerte con tu amante Brasileño al lado, ¿verdad?

-Te aseguro que ni me intimidas y me puedes hacer sentir culpable, papá -replico ella-. Has ganado una fortuna a mi costa. Sé exactamente cuánto, hasta el último centavo. Has sido capaz de robarle a tu propia hija. Por fin he comprendido la verdad. No eres buen padre ni nunca lo has sido.

-Te aseguro que hice todo lo posible por ti, Alejandra, pero siempre fuiste difícil y desagradecida.

-Eso no es cierto. Tú no me ayudaste en nada. Simplemente pensabas en ti. En el colegio te avergonzabas de mí porque no sabía ni siquiera sumar. Cuando empecé con mi negocio y me iba tan bien, no estaba orgulloso de mí porque yo no te interesaba. Simplemente explotaste mi debilidad y me dejaste casi sin nada. ¿Cómo has podido hacer algo así, papá?

Su padre se encogió de hombros y, con una sonrisa en los labios, miro a Rafael.

-Bueno, ahora sí que estoy orgulloso de ti. Ahora sí que has encontrado la gallina de los huevos de oro. Me alegro por ti, Alejandra. No beneficiaremos todos.

-¡Tú no te vas a beneficiar de nada! Estábamos haciendo algo bueno con café Brasil y tuviste que aprovecharte de gente inocente.

-¡Siempre te ha encantado dramatizar! Bueno, ya has dicho lo que tenías que decir. Ahora, puedes marcharte.

-No he terminado. Me has robado. A mí. A tu propia hija -dijo, aferrándose con fuerza a Rafael-, pero la gota que derramo el vaso ha sido que hayas hablado de Rafael en los periódicos. ¿Cómo has podido caer tan bajo?

-Si los periódicos esta dispuestos a pagar, ¿Quién soy yo para negarles una historia que contar?

-No tienes moral alguna. Eres un ser avaricioso y triste que no que ni siquiera está dispuesto a tratar de vivir honradamente.

-¿Quién te crees que eres? -exploto su padre, dando un paso hacia ella-. ¿Por qué debería yo aceptar que una estúpida como tú, que ni siquiera sabe sumar, me dé lecciones de moralidad?

Rafael dio un paso al frete y le pego a Jorge tal puñetazo que este golpeo la pared de un modo seco y duro. Alejandra contuvo el aliento.

-¡Rafael, no! ¡No puedes hacer eso!

-Después de todo lo que te ha hecho, ¿aun te preocupa lo que le pueda pasar a tu padre? -le pregunto él, mirándola con incredulidad.

-¡No! Bueno, supongo que sí. Después de todo, es mi padre. Se ha comportado de un modo terrible y me resulta muy difícil aceptarlo, pero es mi familia y... tal vez yo no fui una hija demasiado fácil -añadió, con lágrimas en los ojos.

-Vuelves a excusar a la gente -le gruño Rafael, frunciendo el ceño mientras se frotaba los nudillos-. Siempre lo estás haciendo. La gente te hace mal y tú siempre tratas de encontrar una razón para ello.

-Sí... Así soy yo. Lo siento, Rafael. No puedo cambiar la persona que hay en mi interior. ¿Acaso no fue eso lo que me dijiste tú? Además, si volvieras a pegar a mi padre podrías hacerle daño y no quiero que te metas en líos por mi culpa.

-Ya me he metido en un buen lío por ti, meu amorzinho -susurro Rafael-. En un buen lío.

Sin saber si Rafael se refería al hecho de que su nombre hubiera vuelto a salir en los periódicos, Alejandra duró durante un instante y, a continuación, se volvió a mirar a su padre, que estaba tratando de ponerse de pie con la mano contra la mandíbula.

-No se te vaya a pasar por la cabeza contarle a nadie lo de ese puñetazo, papá, o te aseguro que vendré por ti y te daré uno mucho más fuerte. Y entonces, te denunciare a la policía por fraude.

-Jamás podrías demostrarlo.

-¿Por qué? ¿Por qué crees que soy una estúpida que ni siquiera sabe sumar? Claro que puedo demostrarlo, papá. Si le cuantas a la presa algo más sobre Rafael, lo demostrare.

-No serias capaz de hacerle eso a tu padre.

-Claro que sería capaz. Eres mi padre y te quiero, pero ni ciento simpatías algunas por ti ni te respeto. Alguien me ha dicho no hace mucho que debería hacerme más dura y he descubierto que es cierto. Por lo tanto, me voy a mantener apartada de ti hasta que hayas tenido tiempo de pensar sobre lo que has hecho. Cuando estés listo para disculparte, podrás empezar con Rafael. Ah, una cosa más -añadió-. Quiero que dones el dinero que te han pagado por ese artículo en la prensa a una ONG que se dedique a la conservación de la selva amazónica.

Entonces, noto que los dedos de Rafael le agarraban la muñeca y la sacaba de la sala.

Jungla De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora