Capítulo 27 (revelación)

4.5K 368 1
                                    

Ella giro la cabeza lentamente y abrió los ojos de par en par al ver el animal. Rafael la coloco sobre un árbol cercano.

-¿Es venenosa?

-No, pero no me pareció que te hiciera mucha gracia que una serpiente de tres metros se te acurrucara en el regazo. Sin embargo, si podría haber sido otra que fuera venenosa, Alejandra. ¿Qué diablos creías que estaba haciendo? Esto es la selva amazónica, no Bond Street. ¡Por aquí no se sale a dar un paseo!

-Lo sé.

-¿Por qué diablos tomaste este sendero? ¡Me resulta imposible comprenderte! ¡Tu no te compartas del mismo modo que el resto de las mujeres!

-Dada la imagen que tienes de las mujeres, tomare eso como un cumplido. Simplemente me equivoque de sendero.

-¿Qué te equivocaste de sendero?

-Sí. No me fijaba mucho por donde iba y supongo que me desvié del camino correcto.

-Mira. Alejandra, en este lugar, un error como ese puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. ¿No te das cuenta? ¿Es que eres imbécil?

La tomo entre sus brazos y sintió que ella se tensaba. Entonces, se aparto de él y levanto la cabeza para mirarlo, algo le brillaba en los ojos. ¿Ira? ¿Lagrimas? No estaba seguro.

-¡No vuelvas a llamarme imbécil! –le espeto, con voz ronca y dolida-. Acepto que tome el sendero equivocado y se que perderse aquí puede tener consecuencias desastrosas, pero no soy imbécil. No vuelvas a llamarme así.

-¿Entonces por que te perdiste?

Alejandra dudo un instante antes de responder.

-Porque confundo la derecha con la izquierda.

-¿Cómo es eso posible?

-Por que soy disléxica.

-¿Qué eres disléxica?

-Si.

-¿Quieres decir que tienes problemas con la lectura?

-No. Leer no se me da mal, pero a veces tengo problema para llegar a los sitios y soy una completa inútil con los números –susurro, con las mejillas ruborizadas-. Sin embargo, supongo que ya lo sabes.

Asombrado por la confesión, Rafael frunció el ceño.

-Ayer no te perdiste cuando fuiste a la laguna.

-Le perdí a Azucena que me diera indicaciones y me escribí izquierda y derecha en las manos. Como se me ha borrado lo que escribí, me he perdido hoy.

-¿Estas diciéndome que no eres capaz de leer cifras y que, sin embargo, diriges tu propio negocio?

-No debería tener ninguna importancia. Además, mi padre se encarga de todo lo que tiene que ver con las cifras. Yo puedo ocuparme de todo mientras no tenga nada que ver con la cifras. Confundo los números.

Dislexia.

Con expresión seria, Rafael extendió la mano y le agarro la muñeca.

-Vamos.

-¿Adonde?

-A la casa, donde te pueda hacer las preguntas que debo hacerte. Y, esta vez, quiero la verdad, Alejandra. Nada de reservas.

-Mi dislexia no es importante y no quiero que me trates de un modo diferente porque…

-Alejandra, haz el favor de dejar que sea yo el que decida lo que es importante –afirmo, tomándola entre sus brazos-. Esta vez quiero saberlo todo. Y lo digo enserio. Todo. Si tienes algo en la cabeza que crees que yo necesite o quiera saber, quiero saberlo.

Alejandra volvía a estar en el despacho de Rafael, escuchando el incesante sonido del teléfono. Evidentemente, no estaba dispuesto a hablar con nadie por que no hizo ademán alguno por contestar. Levanto el auricular y le dio instrucciones a alguien para que filtrara las llamadas hasta nueva orden. Entonces, volvió a colgar y centro toda su atención en Alejandra.

-Muy bien. Te escucho.

-¿Y que es lo que quieres saber?

-Todo. Quiero saberlo todo, Alejandra. No te dejes ningún detalle.

-Ya te he contado la mayor parte. Tuve la idea de crear una cafetería y…

-No me interesa tu negocio. En estos momentos, probablemente se mas que tu misma sobre tu empresa. Quiero saberlo todo sobre ti. Quiero que me hables de tu infancia. ¿Cuándo te diste cuanta de que eras disléxica?

-No tiene mucha importancia y…

-¿Qué no tiene importancia? Alejandra, alguien te está robando en tu propio negocio.

-Lo se.

-Y la razón por la que pueden hacerlo tan impudentemente es porque creen que tu no te vas a dar cuenta. Jamás miras las cifras, ¿verdad?

Alejandra se sentía muy avergonzada. Era como volver a estar en la clase de matemáticas, donde todos los niños eran capaces de entender las explicaciones menos ella.

Jungla De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora