Capítulo 30

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Rafael volvió a acercarse a ella y la agarro con fuerza por los brazos, como si quisiera asegurarse de que ella lo estaba escuchando atentamente.

-Creía que eras culpable, Alejandra, pero no me importo. Lo único que buscaba era tu cuerpo y tu rendición sin condiciones.

-¿Estas tratando de escandalizarme?

-No. Simplemente trato de recordarte quien soy para que no se te olvide.

-No se me olvidara, Rafael. Es cierto que he cometido muchos errores a lo largo de mi vida, pero ano fue uno de ellos.

-Te estas engañando.

-No.

Así era. Alejandra no lamentaba nada de lo que habían compartido, una noche de pasión que había sido perfecta. De repente, sin poder contenerse, se puso de puntillas y, tras rodearle el cuello con los brazos, le rozo suavemente la mandíbula con los labios.

-No hagas eso... -susurro él, tratando de deshacerse de ella.

-Te deseo, Rafael. Si lo de anoche fue un error, estoy dispuesta a repetir.

Rafael lanzo uno maldición y, como si no pudiera contenerse, la rodeo con sus brazos y la estrecho contra su cuerpo.

-Un hombre mejor que yo probablemente te detendría, pero yo no soy esa clase de hombre.

-Y yo me alegro.

-Te recuerdo que no soy una buena persona -musito él, prácticamente rozándole los labios con los suyos.

-Eres la única persona a la que deseo. ¿Es que no lo sientes?

Rafael dudo por un instante y entonces lanzo un gruñido y la beso. Una embriagadora excitación se apodero inmediatamente de ella. Se aferro con fuerza a los hombros de Rafael con la certeza de que, sin aquel firme apoyo, caería al suelo.

El la levanto y la empujo hacia atrás, hasta que ella topo con el escritorio. Con un rápido movimiento, la levanto y le deslizo las manos por debajo de la suave curva del trasero. Al mismo tiempo, le devoraba la boca con la suya y la apretó con fuerza contra su cuerpo, de manera que ella pudiera sentir la columna de su masculinidad contra la parte de su cuerpo más femenina.

Muy excitada, le agarro la camisa y le arranco los botones. Por fin, sus dedos encontraron carne y duro músculo.

Inmediatamente, él le coloco la mano en la entrepierna y, con un hábil movimiento, aparto las braguitas y deslizo los dedos en la calida humedad que ya lo esperaba.

Alejandra sintió que el cuerpo le explotaba con una reacción instantánea que le resulto tan sorprendente como poderosa. Grito con fuerza el nombre de Rafael de puro gozo por la decisión con la que él la acariciaba. Sin embargo, el glorioso clímax que alcanzo no le dio la satisfacción que su cuerpo ansiaba y gimió de desesperación. Entonces, con manos temblorosas, busco la cremallera de la bragueta de Rafael.

Al notar lo que ella intentaba hacer, Rafael acelero la tarea. Entonces, tras colocarla a su satisfacción, se hundió en lo dulce y húmeda calidez que lo aguardaba.

La excitación alcanzo proporciones insoportables. Rafael volvió a hundirse en ella con una fuerza casi explosiva. Ella se tenso frente a él, completamente arrebatada por aquella primitiva posesión, y estallo en un clímax tan intenso que, durante un momento, perdió todo el sentido del tiempo.

Mientras el mundo se hacia añicos a su alrededor, lo oyó musitar una s duras palabras contra su cuello. Noto que la agarraba con fuerza por la cintura y que se hundía por última vez, alcanzando por fin el orgasmo y vertiéndose en su interior.

Completamente aturdido y agotado, Rafael fue tranquilizando su respiración y, poco a poco, fue conciente de donde estaba. Aun tenia el rostro enterrado en el cuello de Alejandra, sintiendo como el tentador aroma de su cabello y de su piel le turbaba los sentidos y creaba una especie de bruma sobre su agudo cerebro.

Tuvo que reconocer que no era capaz de contenerse en nada cuando Alejandra estaba tan cerca, por lo que, de mala gana se aparto de ella. Con el beneficio que podía darle la distancia, ella le froto el pecho con lo dedos y le dio un afectuoso beso sobre la piel.

Aquel gesto sorprendió a Rafael y, durante algunos segundos, permaneció completamente inmóvil, sin saber que hacer. Anhelaba volver a tomarla en sus brazos y abrazarla, pero aquel deseo le asustaba por que nunca antes había sentido la necesidad de expresar afecto después del sexo.

Se acordó que los gestos de cariño pueden traer malas consecuencias, por lo que dejo caer las manos a ambos lados del cuerpo. Hasta aquel momento, había sido completamente sincero con ella y eso no iba a cambiar.

Sin embargo, sabía que algo había cambiado.

¿Desde cuando se había visto él tentado a tener relaciones sexuales con una mujer sobre su escritorio en aquel despacho de cristal?

Nadie habría descrito aquel encuentro como romántico. Apasionado, sí. Caliente, sí. Solo había sido un acto de lujuria que había bordeado en lo sórdido y, si había algo que Alejandra no se merecía, era algo así.

Apretó los dientes para resistir la tentación de saborearla por segunda vez y se aparto de ella para poder reajustarse rápidamente la ropa.

Durante un instante, ella guardo silencio. Entonces, se bajo del escritorio como si no estuviera segura de si las piernas la iban a sostener.

-Hay cosas que tenemos que solucionar -dijo él, con voz dura.

-Por supuesto. Yo debería marcharme.

-¿Marcharte? ¿Adonde?

-A mi casa, por supuesto. Tengo cosas de las que ocuparme. Además, tú tienes que seguir con tu vida.

-¿Ya está? ¿Acabamos de tener un sexo estupendo y tú me dejas?

Ella se aliso el vestido con las manos.

-Pensaba que eso era precisamente lo que deseabas, Rafael. Sin compromisos.

-No pienso dejarte marcharse -dijo él, presa de una tensión que no acertaba a comprender-. Todavía. Por supuesto. No pienso dejarte marchar todavía.

Jungla De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora