Capítulo 28

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-No. No miro las cifras. Ni en el ordenador ni en el papel.

-Entonces, ¿Cómo sabes que tu negocio va bien si jamás consultas los números?

-Verbalmente. Yo solo trabajo con personas en las que confió y ellos me dicen todo lo que necesito sabes... o mejor dicho lo que quieren que sepa. En este caso es lo mismo, ¿verdad?

-¿Jamás se te ocurrió que podrían estar aprovechándote de ti?

-¿Por qué?

-Por que la gente es así. Alejandra. Estamos en el mundo real y es un lugar poco hospitalario. En el mundo real la gente miente y se aprovecha los unos de los otros.

-No todos. Hay muchas personas buenas -susurro ella, con un nudo en la garganta.

-Deja de ser tan generosa -dijo Rafael. Entonces, dio un puñetazo en la mesa y se puso de pie-. Esa actitud es la razón por la que las personas se aprovechan de ti. Tienes que dejar de ver el bien en los demás y hacerte mas dura. Si no lo haces, jamás tendrás éxito.

-Y no lo he tenido. He perdido dinero.

-No. Alguien te lo ha quitado. Tu instinto te decía que debías tener beneficios, ¿verdad?

-Sabía que los cafés tenían muchos clientes y que ganaban mucho dinero. Creía que debíamos tener beneficios, pero nuestros costos me parecían muy altos.

-¿Y jamás cuestionaste las cifras?

-No.

-Pues yo si. Me he pasado toda la mañana cuestionándolas. ¿Quieres saber las conclusiones a las que he llegado?

¿Quería saberlo? Las piernas comenzaron a temblarle y sintió unas fuertes nauseas en el estomago. Su instinto le decía que lo que Rafael iba a decirle no iba a ser agradable, pero la vida nunca es fácil y ella jamás se había escondido ante las dificultades.

-Por supuesto que quiero saber las respuestas.

-Tu padre ha estado repartiéndose el dinero con el proveedor. Los dos han sido los responsables de subir el precio del café para ti al tiempo que pagaban el mínimo a Carlos y Filomena.

Su padre. Su instinto le decía que era lo mas lógico, pero...

-Debe de haber un error.

-Fue tu padre -repitió Rafael-. Y eso no es todo.

-Cuéntamelo todo. Quiero saber la verdad -afirmo ella, armándose de valor.

-Me dijiste que la remodelación de los cafés habían costado mucho más de lo que tú habías previsto y también he descubierto la razón de eso. Tu padre acordó un precio con el contratista, un precio mucho más alto que el real. Una vez más, los dos se repartieron la diferencia. Y hay más. ¿Te hablo tu padre alguna vez de un pago único de consultor?

-Si. Mi padre me dijo que teníamos que realizar un pago al asesor que había realizado el trabajo de diseño se los cafés. ¿También me cobro el mías de la cuenta?

-Hasta alcanzar la cifra de un cuarto de millón de libras. Si unes todas esas cifras, ahí tienes tus beneficios. Fueron los suficiente listos como para que el resultado de las cuentas no fuera negativo, pero jamás habría beneficios. Tu padre te ha engañado, Alejandra.

-Ya lo veo.

-¿Por qué crees que lo ha hecho?

-Bueno -susurro ella, con una dolorosa sonrisa-. Supongo que se vio empujado a ello por tener a una hija como yo. Yo no le di muchas satisfacciones. Jamás sobresalí en nada. Eso, para un hombre como mi padre, debió de ser una amarga desilusión.

-Sin embargo, el decidió abrir un negocio contigo.

-Si. En el colegio me pasaba el tiempo soñando. Yo tenía muchas ideas y sabía que podía hacer algo bueno y útil con mi vida, aunque no fuera por la ruta convencional. Mi padre me dijo que me ayudaría. Supongo que vio por fin el modo de convertir una desilusión en una ventaja para si. Yo jamás iba a poder comprobar las cosas, ¿verdad?

-¿Qué es lo que quieres hacer ahora?

-No lo se... -musito, muy asustada-. Supongo que contarles todo lo que se. Básicamente, he sido una estúpida.

-No, no has sido una estúpida. Me acabo de dar cuenta de que eres una buena trabajadora. El sueldo que te pagas no es nada.

Alejandra frunció el ceño, sin comprender a que se refería Rafael ni en la importancia que pudiera tener.

-Bueno, jamás me ha interesado mucho el dinero. Ya te lo he dicho.

-¿Y que era lo que te interesaba, Alejandra?

-Demostrar mi valía. Cuando era una niña, todo el mundo me decía que yo jamás llegarais a nada.

-¿Quién te dijo eso?

-Todo el mundo. Mis profesores. Mi padre. ¿Tienes idea de lo que se siente cuando te dicen que no eres nada, que nunca conseguirás nada? -le pregunta Alejandra. Lo miro y, al recordar el modo en el que el dirigía su negocio, decidió que no sabría nunca a que se refería-. No importa.

-¿Por qué te decían que no valías nada? ¿Por tu dislexia? ¿Por qué no te ayudaron? Hoy en día, los colegios están preparados para afrontar esa clase de problemas.

-El mío no. Para empezar, simplemente pensaron que yo era mala y estúpida. Mira, no me gusta hablar de esto -susurro, prácticamente conteniendo las lágrimas.

-Pues esta vez vas a seguir hablando hasta que yo escuche todo lo que tengo que escuchar.

-¿Por qué quieres saber mas?

-Habla -dijo el, acercándose a ella para agarrarla por el brazo.

Jungla De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora