Capítulo 25

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Durante un instante, se miraron fijamente el uno al otro y la tensión vibro entre ellos como si fuera una fuerza real. Entonces, ella vio un brillo ya conocido en los ojos de Rafael y sintió que el rubor le cubría las mejillas.

-¿Cómo puedes hacer eso? –Le pregunto mientras terminaba de ponerse la camisa-. ¿Cómo puedes mirarme así cuando crees que soy culpable de robar? ¿Es que no tienes ninguna clase de moral? Si de verdad crees eso de mí, deberías haberme arrojado a la calle en vez de llevarme a tu cama.

-Dado que no tengo deseo alguno de llevar la vida de un monje, así soy. Creo que, cuando llegaste, te dije que eres una mujer. Todas las mujeres practican el engaño de una forma u otra. En realidad, no me preocupa. De hecho, lo espero.

-¿Esperas que las mujeres te engañen?

-Las mujeres son avariciosas –respondió él, encogiéndose de hombros-. Y manipuladoras. Se enojan mucho cuando las cosas no salen tal y como ellas esperan, como evidentemente te esta pasando a ti ahora.

-En una cosa tienes razón. Estoy enojada. Muy enojada –afirmo ella, casi sin poder hablar de la gran impotencia que tenia-. Anoche fue muy especial para mi. Ahora, descubro que yo no era más que una mujer con un vestido sugerente.

Rafael se recostó sobre la almohada y la observo atentamente, como si ella fuera un gran entretenimiento.

-Eres muy hermosa cuando te enfadas, Minha Paixão.

-Entonces, prepárate para verme mas hermosa que nunca, porque te aseguro que ni siquiera he empezado. Además, ¿Qué diablos significa eso?

-¿Minha paixão? Mi pasión.

Genial. “Pasión”. Ni “cariño”, ni “cielo” ni nada de eso. Rafael Medina era tan frío que había sido capaz de definir claramente su relación.

Evidentemente, se sentía muy aburrido con la dirección que había tomado aquella conversación. Se paso una mano por la cara y ahogo un bostezo.

-Probablemente debería habértelo advertido pero odio las escenitas.

Alejandra descolgó su traje y lo metió en la maleta.

-Estoy segura de ello. De hecho, odias todo lo que tenga que ver con los sentimientos. Esto te hace sentir muy incomodo, ¿verdad, Rafael? -añadió, antes de hacer lo mismo con su vestido y cerrar la maleta. Se sentía furiosa consigo misma, con el, y no sabia si ponerse a gritar o a llorar-. Eres una serpiente, Rafael. Peor que cualquier alimaña que viva en esta selva. ¿Y sabes otra cosa? Tal vez seas un amante increíble, pero eres estéril emocionalmente. Eres incapaz de sentir nada. Bueno, es mejor que llames al helicóptero por que nuestra “pasión” ha terminado.

Con eso, Alejandra salio del dormitorio sin mirar atrás, preguntándose a donde podría ir mientras esperaba el helicóptero. Sabía que el aparato no tardaría en llegar. No le quedaba la menor duda de que Rafael quería que se marchara de allí. Así, podría quedarse a solas y lamerse las heridas en privado.

Sin embargo, le resultaba imposible pensar en las heridas que él podía tener cuando las suyas propias eran tan profundas.

De una cosa estaba segura. No quería estar cerca de él mientras esperaba.

Rafael estaba tumbado encima de la cama, observando los árboles a través del cristal de la ventana. Se sentía extraño.

“Ella tiene razón”, admitió. Era estéril emocionalmente. Le resultaba imposible sentir nada. Sin embargo, ¿Por qué creía Alejandra que eso era algo malo? Por lo que a él se refería, no lo era. Así lo quería. De hecho, se había esforzado mucho en llegar a aquel estado de equilibrio.

Sin embargo, la noche anterior había sido maravillosa. El sexo había sido increíble. Y sorprendente. Al principio se había mostrado muy tímida para luego ser muy desinhibida.

Recordó que había habido un momento en el que había creído que Alejandra era virgen, pero su respuesta había sido tan apasionada y caliente que había descartado aquel pensamiento casi instantáneamente. Ninguna virgen hubiera respondido ante él de aquella manera.

Miro a la puerta, que ella había cerrado firmemente a sus espaldas, y pensó que lo había llegado a creer que la vida podía ser tan sencilla. ¿Cuándo era la vida sencilla a lado de una mujer?

A pesar del hecho de que Alejandra Álvarez del Castillo lo había sorprendido en muchas maneras, en el fondo era igual que las otras.

Lleno de frustración, se levanto de la cama y empezó a pasear por la habitación, tratando de ordenar sus pensamientos. Ella lo había acusado de esterilidad emocional, pero ¿acaso no podría el acusarla a ella de deshonestidad emocional? Lo que habían compartido era sexo y nada más. ¿Por qué no podía ella admitirlo y dejar que las cosas fueran menos complicadas? ¿Qué interés podían tener los sentimientos de Rafael en el contexto de su relación? El único interés que Alejandra debería sentir hacia él era el de su residencia física y el tamaño de su cartera y, por lo que el sabia, era uno de los primeros en ambas cosas. ¿Por qué tenia que insistir en lo de tratar de convencerlo de su inocencia?

Seguramente, el hecho de que él se la hubiera llevado a su cama demostraba con creces que no le importaba la avaricia que ella tenia. ¿Por qué se obsesionaba con lo de su inocencia?

Fuera como fuera, ya no importaba nada. Todo había terminado.

Su misión para aquel día iba a ser conseguir que el proveedor terminara para siempre su carrera de engaños y mentiras.

Completamente, entregado a su tarde, se dirigió a su despacho para realizar las llamadas necesarias.

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Disculpen por no haber publicado 🙈 he estado muy ocupada jeje.

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