La magia de una muggle [Percy y Audrey]

Start from the beginning
                                    

Percy dejó escapar una risilla nerviosa. Se ajustó las gafas, y asintió una sola vez con la cabeza.

—Gracias, George.

—No hay por qué darlas. Cuando los prefectos perfectos pierden el sentido común, alguien tiene que poner en orden la situación...

Después de darle las gracias de nuevo a su hermano pequeño y despedirse de él, Percy volvió a casa de Audrey, esperando que ella no se hubiera percatado de su ausencia.

Iba a ser un gran día.

Unas horas más tarde aquella misma mañana, Audrey y Percy llegaron a la Madriguera. La señora Weasley les recibió con enorme entusiasmo, y le contó que los demás estaban preparándolo todo en el jardín trasero.

—Todo va como la seda—decía la señora Weasley—. Y ya he advertido a Arthur de que no te atosigue con sus preguntas sobre muggles. ¡Ay, estoy deseando que lleguen los invitados!

Percy y Audrey se miraron mutuamente, y ambos sonrieron. Todavía no podían creerse que aquel fuera el día de su boda.

—Por cierto, ¿estás segura de que no quieres que venga ningún conocido tuyo?—preguntó la señora Weasley, dirigiéndose hacia la chica—. Es decir, podríamos cambiarles los recuerdos fácilmente. Recordarían la boda, pero no lo relacionado con la magia... Hermione es muy buena en ese tipo de cosas...

Audrey negó con la cabeza.

—No, de verdad que no es necesario. Además, ya conozco a varios de los invitados. No es como si fuera a estar rodeada de extraños...

La señora Weasley no se quedó del todo convencida, pero aceptó su decisión. Percy sugirió ir a ver cómo les estaba yendo al resto en el jardín. Así pues, se dirigieron hacia allí, y nada más ver a Audrey, Charlie gritó:

— ¡Ya está aquí nuestra nueva cuñada!

—Bueno... Técnicamente, todavía no lo es...—pensó Ron en voz alta, cosa que hizo que se llevara un golpe en el hombro por parte de Ginny. El pelirrojo hizo una mueca de dolor, y comprendió que debía cerrar la boca.

Hermione se acercó hacia ella.

— ¿Cómo te sientes?—quiso saber.

—Nerviosa—admitió. Miró a su alrededor, y se fijó en que ya habían empezado a colocar algunas de las sillas para los invitados—. Y lo estaré más cuando esto empiece a llenarse de gente...

—Tú no te preocupes por nada, Audrey—la tranquilizó Ginny—. Si alguien critica a los muggles, no dudes en que les lanzaré una de mis maldiciones moco-murciélago.

Audrey no supo si de verdad lo decía en serio, así que se limitó a sonreír.

— ¿Queréis que os eche una mano?—se ofreció.

—No, no, no—se apresuró a decir la pelirroja—. Hoy es tu día. Venga, vamos con Fleur. Está cuidando de Dominique. Te advierto que se puede poner un poco pesada respecto al tema del maquillaje, pero te aseguro que hace un trabajo increíble.

Antes de volver al interior de la casa, Audrey se fijó una vez más en los que estaban allí. Charlie y Bill mantenían a Vic y a Teddy entretenidos con un espectáculo de luces que iban cambiando de colores. George trataba de convencer a Ron para que probara uno de sus nuevos productos de bromas. Harry y Hermione movían de un lado para otro, mediante la magia, algunas flores y la mayoría de los adornos. Percy no dejaba de sonreírle.

No cabía duda: Formar parte de aquella familia iba a ser lo más genial que le podría llegar a ocurrir en toda su vida.

Después de que Ginny la arrastrara hasta su antiguo cuarto (pues en ese momento la pelirroja vivía en Grimmauld Place con Harry y llevaba ya más de un año sin utilizarlo), se puso el vestido reservado para la ocasión, y Fleur se encargó de maquillarla. Y, sin darse cuenta, el tiempo voló, y la hora de la ceremonia llegó. Ginny y Fleur, después de dejar a Dominique en su cuna, acompañaron a Audrey hasta el salón.

Harry Potter: Historias de la nueva generaciónWhere stories live. Discover now