Capítulo 1

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¿Qué diablos estaba ella haciendo allí?

Cuando el helicóptero empezó a descender, Alejandra sintió que se le revolvía el estómago. A sus pies kilómetros y kilómetros cuadrados de selva tropical. El techo que formaban las copas de los árboles protegía y ocultaba los misterios de aquella hermosa tierra. En otro momento, ella se habría sentido cautivada por la belleza del paisaje que la rodeaba, pero no podía pensar en nada que no fuera la reunión que la esperaba aquel día. La reunión y el hombre.

¿Qué demonios estaba haciendo ataviada con aquel ridículo y caluroso traje, volando por encima de la selva brasileña para ponerse a merced de un hombre que, aparentemente, no conocía el significado de esta palabra?

Rafael Medina.

Genial, peligroso, herido? Le acudían tantas palabras a la cabeza cuando pensaba en él, pero ninguna de ellas resultaba tranquilizadora o amable. Increíblemente rico y con más poder que reyes y presidentes, se decía que era tan hábil con los números que los periodistas de la prensa dedicada al mundo empresarial lo habían comparado con un ordenador andante. Para Alejandra, esta comparación no auguraba nada bueno, dada la aversión que ella sentía por la tecnología.

-Tiene casa por todo el mundo -le dijo al piloto, mientras observaba el salvaje paisaje que se extendía a sus pies-. ¿Por qué ha decidido vivir aquí?

-Por qué el mundo no lo deja en paz. Le gusta tener intimidad.

-¿Es un solitario?

-Bueno, yo no diría que él es blando y suave como un osito de peluche, si es eso lo que usted me pregunta. No obstante, a las mujeres no parece importarles. Precisamente el hecho de que sea malvado y peligroso las atrae a bandadas, además del poder y del dinero. He de decir que usted no me parece su tipo habitual de mujer.

¿Su tipo habitual de mujer? Sin poder creer que el piloto hubiera creído que ella podía ser la novia de un multimillonario, Alejandra estuvo a punto de soltar una carcajada.

-Tengo una reunión con el señor Medina. Su empresa realizo la inversión inicial de mi negocio. El señor Medina es lo que se podría llamar un ángel de los negocios, pero, dado que usted trabaja para él, supongo que ya lo sabrá.

-¿Un ángel? -repitió el piloto, con una carcajada-. ¿Ha dicho usted que Rafael Medina es un ángel?

-Es una forma de hablar. Lo que quiero decir es que invierte en pequeñas empresas como la mía -dijo Alejandra.

Efectivamente, había estado muy interesado en la suya, hasta hacia muy poco. De repente, volvió a experimentar un sentimiento de nausea en el estómago, por lo que se agarró con fuerza al ordenador para tratar de recuperar la seguridad en sí misma.

El piloto, por su parte, no había dejado de reír.

-¿Ángel? Mire, no sé cómo gana el dinero, pero le diré una cosa. Ese hombre no es ningún ángel.

-Yo no creo todo lo que leo en los periódicos -afirmo ella, dispuesta a no dejarse intimidar.

-Evidentemente. Si lo creyera no estaría aquí. Veo que es usted una mujer valiente y decidida y eso es bueno. Le servirá de mucho aquí.

-Le aseguro que no hay que ser valiente para asistir a una reunión de negocios.

-Eso depende de con quien se celebre esa reunión. Y en dónde. No hay muchas personas que tengan el valor de visitar al lobo en su guarida.

-¿Lo ha llamado Lobo? -pregunta Alejandra, sintiendo que la decisión le iba fallando.

-Yo no. Así es como lo llaman los demás. Yo simplemente lo llamo jefe.

El helicóptero siguió perdiendo altura. Alejandra, sintiendo que iba perdiendo el valor, cerró los ojos para tratar de no vomitar. Nunca le habían gustado las montañas rusas.

-Estoy segura que el señor Medina es un hombre muy razonable.

-¿De verdad? Eso es porque no lo conoce. Ahora, agárrese fuerte. Vamos a aterrizar.

Durante un instante, pareció que iban a chocar contra las copas de los árboles. Entonces, de repente, apareció un pequeño helipuerto sobre el que el aparato aterrizo como un insecto gigante.

-He de advertirle -añadió el piloto, tras detener los motores- que he visto hombres hechos y derechos llorando como niños chiquitos depuse de pasar cinco minutos con él. Si quiere que le dé un consejo, no se amilane. Si hay algo que el jefe odie son los cobardes. Bienvenida a la selva amazónica, señorita Álvarez del Castillo. Es uno de los ecosistemas más amenazados del planeta.

-¿Me va a dejar aquí, en este lugar apartado de la mano de Dios?

Alejandra miro a su alrededor y, entonces, vio la casa. Se trataba de una estructura que parecía ser básicamente cúpulas de cristal y madera, por lo que armonizaba perfectamente con la selva.

-Dios -susurro ella-. Es asombroso. Maravilloso.

-Baje la cabeza al salir hasta que haya dejado atrás las palas de la hélice. Yo tengo que marcharme.

-¿No me va a esperar? - pregunto Alejandra, alarmada.

Permanecía inmóvil, con pocas ganas de abandonar el último vínculo con la civilización-. Él me dijo que me concedería solo diez minutos.

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Espero que les guste, si es así písale a la estrellita o comenta porfa

Jungla De PasiónUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum