Capítulo 34. Impulsos

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Narra Daniela:

—No hay de qué, princesa —me dijo Luke mientras lo abrazaba y no pude evitar la pequeña sonrisa que se formó en mi rostro al escuchar su lindo sobrenombre para mí.

Él se apartó un poco, dejándome ver su rostro, y estaba a punto de decir algo cuando ambos escuchamos la puerta de mi habitación abrirse fuertemente.

—¡Daniela! —dijo Abby arrastrando la última letra de mi nombre mientras entraba a mi habitación con toda la confianza del mundo, como siempre hacia cuando entraba a mi cuarto. Al vernos, Abby abrió los ojos como platos mientras se daba cuenta del momento que acababa de arruinar—. Ups.

Reí por la expresión de Abby y Luke se unió a mi risa. Abby parecía sorprendida de escucharme reír y no puedo negar que yo también me sorprendí. Había fingido risas los últimos días pero la de ahora y las de hace unos momentos parecían ser reales. No las tenía que fingir. Simplemente me salían sin pensar. Había olvidado lo bien que se sentía eso. Abby pronto se recuperó y sonrió levemente, como esperando que esto no fuera un sueño.

—Dani, ¿puedo hablar contigo? —dijo Abby usando mi viejo apodo.

—Bien, me voy —dijo Luke captando la indirecta de que queríamos estar solas y me besó la mejilla antes de dirigirse a la puerta y salir por ella. La cerró a sus espaldas y me senté como indio en mi cama. Abby se dirigió casi corriendo a donde mí y se lanzó fuertemente a mi lado en la cama. Ambas reímos porque eso nos acordó a todas las veces que hicimos eso desde niñas.

Luego de unos segundos, el rostro de Abby se tornó serio y me contagió de su repentina seriedad. Me miró fijamente, como si pronto me rompería a llorar como lo había hecho otras veces.

—Daniela, ¿estás bien? —. Noté la preocupación en su voz y la mirada maternal en sus ojos que ponía muy a menudo. Inhalé profundamente antes de responder.

—La verdad...es que no lo sé. Aún me duele recordarlo y hablar sobre ello pero, no me siento tan destruída como me sentía antes —dije tratando de ser honesta y transmitirle lo más claro posible lo que sentía.

Ella me miró sin expresión alguna. Debí parecer una niña pequeña tratando de explicarle a su madre que las hadas madrinas existían. Pero solo traté de expresarme. Eso era lo que sentía. Aún sentía un hueco en mi pecho y me dolía cada vez que pensaba en...eso. Ni siquiera podía hablar de ello con alguien sin dejar de llorar. Pero no me sentía tan mal como antes. Supongo que Abby y Luke sí consiguieron hacerme mejorar. Aunque la verdad es que no tengo ni la menor idea de cómo lo hicieron.

—¿No me entendiste, cierto? —dije tratando de alivianar la situación y sonreí un poco. A veces se me hacía más fácil bromear y sonreír sobre las cosas que enfrentarlas o llorar por ellas. Ella rió levemente.

—Solo un poco —dijo y ambas reímos. Había extrañado estos momentos con Abby. Los momentos en que nos divertíamos y bromeábamos sobre todo. A veces podíamos llegar a ser insoportables con nuestros padres si comenzábamos a bromear demasiado. Pero, este momento no era como los de antes.

Cuando calmé un poco mi risa, miré a Abby fijamente. Y, por primera vez desde que llegó al castillo, me di cuenta de que Abby había cambiado. No era la misma. Y no me costó mucho saber qué la diferenciaba. Eran sus ojos y sus sonrisas. Sus ojos estaban tristes. No tanto como había visto los míos cuando me miré al espejo. Pero sí lo suficiente como para saber que alguien le hizo daño. Alguien la desilusionó.

No podía creer que no me había dado cuenta antes. Se supone que soy su mejor amiga y ni siquiera pude darme cuenta de que estaba triste. Un sentimiento de culpabilidad me llenó y decidí preguntarle sobre ello.

Amando lo ProhibidoWhere stories live. Discover now