Capítulo 29. Chicas Deprimidas

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Narra Abby:

—Max, pásame la cuchara —le pedí a mi hermano mientras me sentaba en el sofá de mi casa con una gran porción de helado de chocolate. Él suspiró y me la pasó. No le dije más nada y me limité solo a comer de mi helado.

Desde que me levanté, estuve toda la mañana comiendo helado. No me sentí con las ganas suficientes como para hacer algo más. Ni siquiera me molesté en quitarme la pijama. Estaba hecha un desastre. Y Adrián era el causante de eso.

Negué con la cabeza tan pronto pensé en su nombre. No me había permitido a mi misma pensar en él. No podía pensar su nombre ni su sonrisa ni sus brillantes ojos verdes. Pero se me hacía casi imposible. Su imagen estaba impregnada en mi mente y no había forma de sacarla.

Era como si siempre que me decía a mi misma que no debo pensar en él, mi mente se esforzaba para pensar en él. Como si mientras más deseaba sacarlo de mi mente, mi mente se negaba cada vez más. Al parecer, mi cabeza me odiaba.

Sus recuerdos eran tormentosos y la navaja que se había clavado en mi corazón parecía hundirse más y más, como si no tuviera fondo.

Debía parar de pensar en él y olvidarlo. Seguramente él ya se había olvidado de mí y ni siquiera pensaba en mi tanto como yo pensaba en él.

Seguí comiendo de mi helado de chocolate hasta que el molesto sonido del timbre me arruinó el momento. Gruñí y me dirigí hacia la puerta. Giré el pomo de esta y la abrí encontrándome frente a frente con la señora y la chica que vinieron a llevarse a mi mejor amiga al castillo.

—¿Olivia? ¿Kelly? —pregunté extrañada. Apenas recordé sus nombres pero era muy difícil olvidar sus rostros, en especial el de Olivia ya que siempre estaban bien cuidados y sonrientes.

—Es Abby, ¿no? —me preguntó Olivia. Asentí.

—Eres la mejor amiga de Daniela, ¿verdad? —preguntó Kelly y volví a asentir.

—¿Qué rayos hacen aquí? —pregunté sin poder contenerme.

—Pues, ¿te enteraste que la madre de Daniela murió? —dijo Kelly mordiéndose el labio y era obvio que notó la sorpresa en mi rostro. Abrí la boca para decir algo y la cerré otra vez.

—¿La mamá de Daniela m-murió? —dije tartamudeando sin poder procesar todo lo que me estaban diciendo. Ellas asintieron con los labios apretados en líneas finas—. ¿Y cómo está Daniela?

No había pensado mucho en ella desde que se fue al castillo. Sí, la había extrañado pero tenía mucho en mi mente. Inmediatamente me sentí culpable.

Ella se había ido a un lugar lejos de su familia y se acababa de enterar que su mamá murió lejos de ella. Y yo estaba aquí sintiendo lástima por mi misma. ¿Qué clase de amiga soy?

—Ella...no se tomó muy bien la noticia. Se desmayó tan pronto le dije y ya despertó. Pero ha estado en la enfermería todo el día. No quiere hacer nada y todos están tratando de animarla sin mucho éxito —dijo Olivia.

—Por eso estamos aquí —siguió Kelly y fruncí el ceño sin entender—. Tú eres su mejor amiga y quizás puedas animarla y sacarla de su estado de depresión. O al menos eso esperamos —explicó Kelly.

—¿Así que quieren que yo valla al castillo? —pregunté y ellas asintieron.

Lo consideré mientras ellas me miraban expectantes. Quizás lograba hacer que Daniela se sintiera mejor y, tenía que admitir, que la extrañaba. Ahora más que nunca, nos necesitábamos la una a la otra. Ambas habíamos perdido a alguien que queríamos pero ella la debe estar pasando peor que yo. Y, tenía que admitirlo, estaba ansiosa por irme del pueblo un tiempo. Me gustaba aquí pero todo me hacía recordar a John y a Adrián y a lo estúpida que fui. Suspiré cansada.

—Tendría que convencer a mi mamá pero creo que me dejaría —dije asintiendo y ellas sonrieron esperanzadas. Les devolví la sonrisa y comencé a pensar en maneras de convencer a mi madre.

Narra Luke:

Suspiré antes de caminar dentro de la cocina. Abrí las puertas y entré para dirigirme hacia la esquina en donde están las mesas en las que comemos los empleados del castillo. Me senté al lado de Nicolás, quien siempre estaba en actitud positiva.

—Buenas tardes, Luke —me saludó con una sonrisa.

—Buenas tardes, Nicolás —dije mientras conseguía unas tostadas para mi.

—¿Te enteraste de lo que paso anoche con la Princesa Daniela? —. Instantáneamente, puse más atención en sus palabras al escuchar el nombre de Daniela.

—No —dije negando con la cabeza y la curiosidad se apoderó de mí—. ¿Qué pasó? —pregunté.

No era muy difícil enterarse de todo lo que pasaba con la realeza mientras eras un empleado. Las noticias y novedades del castillo corrían a una increíble velocidad entre los empleados.

—Parece que su mamá murió y cuando Olivia fue a darle la noticia en la noche, se desmayó —dijo inclinándose para estar más cerca a mí y traté de mascar mi cara de preocupación. Daniela era muy apegada a su madre y esto la destrozaría.

—¿Y está bien? —pregunté y agradecí porque mi voz no haya sonado muy sospechosa.

—No lo sé. Lleva todo el día en la enfermería y, al parecer, no consiguen animarla con nada —dijo encogiéndose de hombros.

De repente, ya no tenía mucho apetito. Dejé mi tostada de lado y me alejé sin darle importancia a la cara de confusión de Nicolás. Me dirigí a la enfermería del castillo sin pensar en las consecuencias.

Estaba casi corriendo hacia allá y, cuando llegué, entré rápidamente. Hice que todos fijaran sus miradas en mí, incluyendo a Daniela. Estaba sentada en una camilla con un doctor a su izquierda y los reyes a la derecha. También estaba el Príncipe Adrián y la Princesa Nicole frente a la camilla.

Habían muchas personas a su alrededor pero nuestras miradas lograron chocarse. Su mirada triste hizo que me suavizara y ya no me importaba nada. Ya no me importaba si los reyes o quien sea estaban con ella. Quería abrazarla y consolarla. Quería besarla y decirle que todo estaba bien. Y, al parecer, ella pensó lo mismo que yo.

Con lágrimas en los ojos, se bajó de la camilla y se dirigió hacia mí casi corriendo. La atrapé en brazos cuando llegó a mí y la abracé fuertemente sin querer soltarla. Ella comenzó a sollozar en mi hombro.

—Está...muerta. Es-tá muerta —decía sin parar tartamudeando mientras seguía llorando en mi hombro. Le sobé un mechó de su cabello tratando de consolarla.

—Todo estará bien —le dije pero sabía que no era así. Su mamá era muy especial para ella y no estaría bien después de esto. Pero no sabía qué otra cosa decirle. Tenía que hacerla sentir mejor y esto era lo único que se me ocurría. Le besé el cabello dulcemente y la deje seguir llorando en mi hombro.

Ella sollozó más fuerte y no presté atención a las miradas atentas y confundidas de los demás. Solo me importaba ella. Ella era la importante para mí.

Amando lo ProhibidoWhere stories live. Discover now