Capítulo 2. El Cumpleaños y la Buena Noticia

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Narra Abby:

¡Me desperté por el puto sonido del timbre! ¿QUIÉN CARAJOS SE ATREVE A INTERRUMPIR MI HERMOSO SUEÑO? Seguramente mis padres o el inútil de mi hermano atenderá la puerta.

Seguían tocando. Me tapé la cara con una almohada. Seguían tocando. Gruñí. ¿Acaso no tienen nada mejor que hacer? Volvieron a tocar. Con otro gruñido me levanté de mi cómoda cama y me dirigí hacia la puerta para atender a las personas que estén en el otro lado de la manera mas amistosa y feliz posible...

¡Mentira! Iba hacia la puerta para arrancarles las cabezas a quien sea que me interrumpió mi sueño y me dejó casi sorda. Seguían tocando el puto timbre. También lo rompería cuando tuviera ánimos.

Abrí la puerta media dormida y con los ojos cerrados por el sol.

—¿PUEDEN DEJAR DE TOCAR EL PUTO TIMBRE? SÍ, YA LOS ESCUCHÉ PERO NO SOY TAN RÁPIDA —grité sin saber quién era. Probablemente me veía patética gritándole a no se quién en pijamas y con los ojos cerrados. Antes de reaccionar, sentí como alguien se me tiró encima para darme un abrazo. Como estaba media dormida y no me lo esperaba, la persona que me estaba jodiendo la vida y yo caímos al piso.

—Auch —me quejé.

—¡Feliz cumpleaños, perra! —me gritó una voz conocida. Abrí los ojos y estaba Daniela encima mío con una sonrisa de oreja a oreja.

—Gracias, zorra —digo sin ánimos—. Ahora, ¿te podrías quitar de encima de mi? ¡Me estás dejando sin aire!

—Oh, si. Claro.

Se movió y pude respirar. Se levantó y una mano me ayudó a levantarme a mí. La tomé pero cuando vi de quien era me alejé tapándome la cara y corriendo hacia mi habitación. ¡Era John! ¡Me había visto en pijamas y con el pelo todo alborotado! Daniela me siguió hasta el cuarto y entró después de mí. Me tiré en mi cama boca abajo y ella se sentó al lado mío.

—Ten tu regalo —me dijo extendiéndome algo pero no sabía que era ya que estaba boca abajo y no podía ver nada.

—Estoy traumada de por vida —le dije de manera dramática.

—Ay, claro que no. ¿Tan gorda soy?

—Si —respondí divertida. Sentí como Daniela me tiró una almohada a la cabeza—. Auch. Era broma. Es porque John me vio...así.

—Oh —dijo y después de unos minutos silenciosos volvió a hablar—. ¿Y? ¿Qué tiene de malo?

—¿Como que "Y"? Estoy horrible. Mi novio me acaba de ver en pijamas y con el pelo todo alborotado —dije levantando la cabeza. Se echó a reír.

—Por dios, no seas dramática. No es el fin del mundo —. Gruñí y me acomodé de nuevo en la cama para seguir durmiendo.

—¿Qué haces?

—Tratando de dormir. ¡Vete!

—Pero es tu cumpleaños.

—Lo sé. Por eso quiero dormir.

—¡No! ¡Vamos a salir al parque de diversiones, te vas a montar en muchas máquinas, vas a comer mucha nutella, te comeras a besos con tu novio y te vas a divertir!

—Pero quiero dormir —dije arrastrando la última letra y antes de que pudiera reaccionar, Daniela me estaba tirando de la cama. Terminé tirada en el piso.

—Ahora, cámbiate y ponte algo lindo. Nos vamos en 30 minutos —dijo y salió del cuarto, cerrando la puerta. Gruñí pero hice lo que me dijo con pereza.

•••

De camino a la feria estaba abriendo los regalos de los chicos. Daniela me había regalado un pote de nutella, el cual ya estaba casi vacío. John me regaló el vestido que quería, que seguramente consiguió con ayuda de Daniela. Luke me dio uno patines de hielo que no tenía idea de como los usaría. No sabía correrlos pero estaba ansiosa por probarlos. Al llegar a la feria, me emocioné.

¡Genial! Había muchas máquinas que parecían divertidas. Sabía que John le tenía miedo a las alturas y habían muchas que te llevaban hasta muy alto... ¡Esto será divertido! Sonreí maliciosamente y le dije a John que quería montarme en una muy alta con él. Él sonrió nervioso pero igual me acompañó.

La máquina empezó a moverse suave y siguió mas rápido. John estaba gritando como niña y con los ojos cerrados. Yo me estaba riendo como foca retrasada al verlo de esta forma. Al bajarnos casi cayó en el suelo rendido y comenzó a besarlo.

Nota mental: no besar a John hasta que se lave la boca.

—Ay, no seas exagerado. ¡Estuvo genial! —le dije divertida.

—Lo hiciste apropósito. ¿No? —. Sonreí inocente.

—No, claro que no —mentí pero me miró divertido y negó con la cabeza.

—Ven. Te conseguiré un peluche.

Me llevó hacia las máquinas donde está una cosa que agarra peluches desde arriba. No sé explicarlo. Soy un asco explicando. Vi un unicornio de colores y lo señalé como una niña pequeña.

—Quiero ese.

—Bien.

John puso el dinero e intentó coger el unicornio. Ya casi. ¡Está cerca! Le falta poco. Lo va a lograr. ¡Lo va a lograr!

Y...no lo logró. El unicornio se quedó casi fuera pero no quería salir.

—Permite que la experta lo haga —le dije apartándolo. Él se encogió de hombros y levantó sus manos rendido.

Saqué el peluche en menos de un minuto. Miré a John con una sonrisa victoriosa y una mirada burlona.

—Yo te ayude. Si no hubiera sido por mí, jamás lo hubieras conseguido —dijo. Rodé los ojos.

—Sí. Claro —murmuré.

Narra Adrián:

—Padre, no quiero hacer esto —dije suplicando. Mi hermano y mi padre me miraron.

—Adrián, eres un príncipe y tienes que hacer estas cosas por el bien del reino —me respondió con firmeza.

—Pero no quiero ir al castillo del Reino Novacia.... —dije haciendo puchero. Me miró con desaprobación. Estábamos de camino hacia el Reino Novacia en una limosina.

—Tienes que hacerlo.

—¿Entonces cuál es la noticia tan importante por la que tuvimos que venir? —pregunté fastidiado. El rey de Novacia nos mandó un mensaje diciendo que tenían noticias muy importante y que deberíamos ir hacia allá de inmediato.

—No lo sé. Por algo estamos de camino hacia allá —dijo ya enojado. Me miró amenazante y comprendí que quería que me callara la boca. Suspiré y no dije nada más en todo el viaje.

•••

Al llegar, salieron sirvientas y mayordomos a atendernos. Yo solo seguí caminando hacia donde me dirigían con mi padre al frente y mi hermano menor al lado. Llegamos a la oficina del rey y entramos. Ahí estaba la reina y el rey.

—Bien. Aquí estamos. Ahora, ¿qué era la notica tan importante que tenían que decirnos? —preguntó mi padre. Directo al grano. El rey y la reina se dirigieron miradas nerviosas.

—¿Se acuerdan que mi esposo y yo tuvimos una hija antes de tener a Nicole? —preguntó la Reina Emily nerviosa después de unos minutos de silencio.

—Ella es la princesa que murió. ¿No? —preguntó mi hermano, Dylan. La reina asintió.

—Hemos recibido...rumores —empezó a decir el Rey Sebastián incómodo—, de que quizás...solo quizás...ella esté...viva.

Amando lo ProhibidoWhere stories live. Discover now