Capítulo 18. Trato Hecho

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Narra Daniela:

Respira hondo. Tú puedes. Ahora, entra.

Entré a la biblioteca del castillo que, por lo que veía, ese era el lugar donde el rey y la reina pasaban la mayoría del tiempo, trabajando en algunos papeles.

Al entrar por las dos puertas del lugar posaron sus miradas en mí. Aún tenía que vestir con trajes, como una princesa pero, por suerte, me pude poner unas zapatillas converse cuando Olivia volteó para hacer algo.

—Hola —me dijo la reina animada y el rey sonrió.

—Hola —dije y le devolví una sonrisa a la reina. Era imposible no sonreírle con lo agradable que es.

—¿A qué se debe tu presencia? —dijo el rey y luego de una pausa volvió a hablar—. ¿Ya lo pensaste? —preguntó el rey.

—Sí. Lo pensé mucho —. Me miraron expectantes—. Estuve toda la noche pensando y pienso que...deberíamos hacer un trato.

—¿Un trato? —dijo el rey intrigado.

—Sí, un trato. Yo me convierto en la princesa y, en cambio, ustedes me dan algo —dije insegura.

—¿Algo como qué? —preguntó la reina.

Se notaba en sus rostros que estaban curiosos por mi propuesta y que lo estaban considerando. Eso era lo que me gustaba de ellos. Consideraban todas las ideas y opiniones de los demás. Pero, por lo que escuché, no es lo mismo con el Rey Marcos, el padre de Adrián.

Si te fijabas bien, en el rostro de Marcos, el rey de Sítnesis, siempre había algo maligno. Ya sea su sonrisa o sus ojos o simplemente sus expresiones. Siempre parecía tener su aspecto malévolo y, a veces, muchos lo miraban con miedo o intimidación. No sé por qué, pero él parecía disfrutar de eso.

No era nada parecido a Adrián o a Dylan, el hermano menor de Adrián. A pesar de lo insoportable y arrogante que es Adrián siempre pareció ser buena persona aunque sea en el fondo. Muy, muy en el fondo. Y Dylan siempre era tan dulce que era imposible no querer abrazarlo como un peluche muy tierno. Lo malo de él, era que se dejaba manipular por Nicole. Aunque mi supuesta hermana Nicole lo tratara tan mal él seguía junto a ella. Era tan cruel como ella lo trataba que era casi imposible no odiarla por lo que le hace.

Luego de un rato pensando, reaccioné y me acordé de que estaba en medio de una conversación.

—Algo como...una visita al palacio —dije encogiéndome de hombros para que parezca que le resto importancia pero, era todo lo contrario. Me miraron atónitos

—¿Una visita? ¿De quién? —dijo la reina frunciendo el ceño.

—De...mi familia —. Tan pronto lo dije, me arrepentí. Podías ver en el rostro de la reina que estaba dolida, a pesar de que trató de esconderlo. El rey dejó de sonreír un poco y fue mejor ocultando sus sentimientos que la reina.

—Pero...nosotros somos tu familia —dijo la reina confundida y dolida.

—Lo sé. Me refería a mi familia adoptiva —dije tratando de hacerlos sentir mejor y fallando completamente.

—Solo serían unos días y es porque los extraño mucho. Nunca había estado tanto tiempo sin ellos —dije cambiando de tema. La expresión de la reina se suavizó al ver mis ojos suplicantes.

—¿En verdad eso es lo que quieres? —preguntó la reina y asentí. Le dirigió una mirada al rey como para ver si tenía su aprobación.

—Bien —dijo el rey con un suspiro—. Así será. ¿Algo más que desees?

Hice un baile con mis brazos celebrando y sonreí de lado a lado.

—Sí. Solo una cosita más —dije y me miraron atentos—. Un pote de nutella.

El rey y la reina rieron por mi estúpida —pero deliciosa— petición.

—Trato hecho —dijo el rey y como toda una niña pequeña me fui de allí celebrando.

Narra Adrián:

—Aquí está la nutella que me pediste —le dije a Abby extendiendo una mano para darle la nutella—. ¿Ahora me hablarás?

Tomó la nutella, asintió y sonrió de oreja a oreja. Su sonrisa me contagió y me lleno de ternura al verla correr hacia el tronco donde siempre nos sentamos a comerse su nutella.

—¿Qué? ¿Acaso no me vas a dar? —pregunté.

—Ni loca. Nutella es nutella —dijo Abby como una niña.

—Ey, yo la compré.

—Pero es mía.

—Abby, me vas a dar. Ya sea por las buenas o por las malas —. Entrecerré los ojos y sonreí malicioso. Abby abrió los ojos como platos al ver que planeaba quitarle la nutella por la fuerza y empezó a correr lejos de mí.

—¡Ey, no es justo! ¡Abby vuelve aquí ahora! —dije y ella rió mientras seguía corriendo. Se estaba divirtiendo. Bien, dos puedes jugar a ese juego. Comencé a correr tras ella.

Abby hizo todo lo posible por hacerme el camino más difícil. Intento hacer que tropezara con piedras, me colocaba ramas en el camino para hacer que vaya más despacio y trató de perderme escondiéndose en árboles. Pero, al ser más rápido que ella, pude esquivar todo y seguir tras ella.

Hasta que en un momento, la perdí de vista. Rodee el árbol en el que la había visto antes de que desapareciera y choqué con algo. O más bien alguien.

Era Abby. Ambos caímos al chocar y sentí el suelo en mi espalda y su cuerpo cayó encima de mí.

—Auch —dije y luego ambos estallamos a carcajadas.

—Eres muy torpe —le dije y recibí un golpe juguetón en el hombro por su parte.

Estuvimos un rato mirándonos a los ojos y, por primera vez, pude verla más de cerca. Tenía unos ojos marrones oscuros que parecían chocolate y su cabello rubio que iluminaba su rostro. Era hermosa verla así y no pude evitar recordar que ella estaba encima de mí. De repente, su cercanía me puso nervioso. Pero también me ocasionaba una chispa en mi pecho.

No quería apartarme. Es más, estaba casi seguro de que quería acercarme más a ella. Me pregunté qué estaba pensando ella en este instante. La miré fijamente y vi sus rosados labios. Estaban tan cerca de mí que era imposible no desear esos labios.

Me di cuenta de que estaba deseando besarla. Y sí, era cierto. Quería besarla. Quería acercarme y probar el sabor de sus labios. Quería acariciarla y acercarla más a mí para nunca apartarla. ¿Y por qué no podría hacerlo?

Me acerqué más a su rostro y ella hizo lo mismo. La esperanza de que quizás ella quiera lo mismo que yo me invadió y me sentí más seguro. Le acaricié la mejilla y jugué con un mechón de su pelo mientras me acercaba aún más.

Y, justo cuando sus labios estaban por rozar los míos y mi deseo se cumpliría, ella se apartó.

Apartó su rostro y luego se levantó. Yo hice lo mismo y la miré.

—M-me tengo que ir —dijo ella tartamudeando y asentí.

—Yo también —respondí a pesar de que quería quedarme con ella.

Ella asintió, se dio media vuelta y se fue. Se alejó de mí hasta que ya no la pude ver más. Se fue dejándome con las ganas de poder besarla y con todas mis esperanzas en el suelo pisoteadas.

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Pobre Adrián. ¡Lloro! /-\
Gracias por los 1K de leídos.
Los amodoro a pesar de que la mayoría de ustedes sean fantasmas y no me contesten estas notitas que dejo aquí abajo.
~K~

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