Capítulo 24. Nuevas órdenes por cumplir

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Narra Daniela:

Hoy había sido magnífico. El rey y la reina habían hecho una pequeña fiesta con los que estaban en el castillo. Eran ellos, Nicole, Dylan, Adrián, su padre y yo. A pesar de que fue muy poco el tiempo que pasé con mi familia se sentía muy bien estar con ellos.

La fiesta había sido en los jardines y disfruté viendo como mis padres charlaban con el rey y la reina y como bailaban juntos irradiando felicidad. Eran tan felices y lindos juntos que era imposible no desear algo así con la persona que querías. Mientras los veía, había deseado que Luke y yo pudiéramos haber hecho algo así. Pero ni siquiera pude ver a Luke

Eso fue lo único que me entristeció un poco. El hecho de no poder tener a Luke en ese momento me molestó pero, tan pronto vi a mi hermana menor corriendo y jugando como los niños hacen, me alegré un poco y decidí disfrutar de lo que quedaba de la tarde.

Y así hice. Hablé con mis padres un rato y jugué junto a mi hermana cerca de las fuentes gigantescas que habían en los jardines. Bailé con Adrián a pesar de lo incómodo que se sintió y comí nutella a escondidas para que nadie me la quitara. Pero, todo lo bueno tiene fin.

Ya había llegado la noche y mi familia tenía que irse. Me tendría que volver a despedir de ellos a pesar de que anhelaba volver a casa junto a ellos. Deseaba poder volver a tomar el chocolate caliente de mi madre mientras hablaba toda la noche con Abby de estupideces. Pero era solo eso: un deseo y nada más.

—Disfruté mucho hoy, Daniela. Espero que puedas volver a casa pronto —me dijo mi madre con lágrimas en los ojos.

—Yo también. Te extrañaré —le dije y la abracé. Luego abracé a mi padre y, después, a mi hermana.

Vi como se alejaban de mi mientras se iban del castillo. Las puertas se comenzaban a cerrar y sentía el miedo al encierro otra vez. Cerré los ojos un momento tratando de calmarme a mí misma e impidiéndome dejar las lágrimas salir.

Al abrirlos, volteé para ir hacia mi cuarto y me encontré con una cara conocida. Era Nicolás, el que trató de enseñarme a bailar y falló increíblemente.

—Lindo día, ¿no crees? —dijo con una sonrisa. Le devolví el gesto y asentí.

—Tienes una buena familia, Daniela. Muy unida y feliz.

—Gracias —dije. En ese momento, apareció Olivia de un pasillo. No la veía desde hace mucho y me sorprendió verla ahora. Caminó hacia mi, cansada y levemente enojada a la misma vez.

—Por fin te encuentro —me dijo y luego se dio cuenta de la presencia de Nicolás. ¿Había visto bien o se ruborizó un poco?

—Dan-niela, tenemos que irnos —dijo tartamudeando.

¿Estaba nerviosa? No sabía por qué pero esta situación era graciosa para mí. Aguanté las ganas de reír a carcajadas y me fui junto a Olivia. Ya lejos de Nicolás, decidí preguntarle.

—Olivia, ¿qué fue eso de allá? —pregunté sonriendo. Ella se ruborizó por el hecho de que noté lo nerviosa que la ponía Nicolás.

—¿Eso? No es nada —me dijo y levanté una ceja incrédula—. Vale, bien, me descubriste. Me gusta Nicolás —dijo e inmediatamente le lancé mil preguntas encima.

—¿Son novios? ¿Desde cuándo te gusta? ¿Cómo se conocieron? ¿Él siente lo mismo por ti? —pregunté rápidamente. Ella se sonrojó levemente y rió un poco.

—No somos novios...aún —me miró divertida—. Me gusta desde hace bastante tiempo. Nos conocimos aquí en el castillo. Y no sé si siente lo mismo por mí —dijo ya insegura.

—Seguro que sí —dije tratando de animarla y me sonrió pero podía notar que estaba algo incrédula.

Olivia a veces podía ser exasperante pero también agradable y era muy lindo verla de esta forma. Era ya una señora mayor pero sus ojos brillaban como los de una adolescente enamorada por primera vez. Me preguntaba si así me veía yo con Luke.

Luke...

Recordarlo me dolía pero decidí ignorar el dolor hasta llegar a mi cuarto y lanzarme en mi cama para terminar el día agotador.

Narra Adrián:

Corrí a toda velocidad hacia mi habitación. Si mi padre me encontraba tendría un peor castigo del que ya me había dado. Ni siquiera quería imaginar lo que pasa por su cabeza.

No había planeado contarle eso a Abby pero de alguna manera me sacó un gran peso de encima. Siempre había guardado ese secreto sabiendo que si le decía a alguien sería como un infierno para mí.

Abby había preguntado por qué nunca se lo dije a nadie. Le dije que no sabía pero mentí. La verdad es que no podía decirle a nadie. Y si lo hiciera, ¿qué podrían hacer contra un rey? Mi padre era el rey y nadie era más poderoso que él. No haría diferencia si alguien lo supiera. Tampoco quería que las personas supieran. No quería a todos mirándome con pena o lástima. Eso fue lo que más me alegró de Abby. Ella no me miró de esa manera. Siguió tratándome como siempre y, quizás sin saberlo, me está haciendo quererla cada momento más y más. Y no precisamente como una amiga.

Al doblar la esquina de mi cuarto, contuve la respiración al ver a mi padre caminando hacia mi. Me miró y se dirigió hacia mi con firmeza. No se veía enojado pero sabía ocultar muy bien sus emociones. No supe cómo reaccionar ante esto pero traté de que mi rostro se viera tan inexpresivo como el de él.

—Ni siquiera voy a preguntar dónde estabas y qué hacías —dijo tan pronto llegó a mi. Eso no me tranquilizó mucho.

—Tenemos que hablar. Necesito que hagas algo por mi —. Ahí estaba él, pidiéndome algo sabiendo que yo no me negaría. Siempre era así. Nunca me decía por favor o gracias. Siempre eran órdenes que cumplir. Asentí a pesar de que él no preguntó.

—Necesito que enamores a la princesa —dijo sin rodeos. Abrí los ojos como platos al escuchar eso. Iba a abrir la boca para hablar pero me calló con un ademán de su mano—. Primero déjame hablar. Adrián, sabes muy bien que nuestro reino necesita aliarse con algún otro reino ya que necesitamos el apoyo —. Asentí a lo que dijo recordando todas las otras veces que me lo repitió.

—¿Y qué mejor reino que éste? —dijo con una sonrisa—. Tiene riquezas y puede darnos lo que necesitamos.

—Pero...—empecé a decir antes de que me interrumpiera.

—¿Y cuál mejor forma de aliarnos con ellos que con un matrimonio entre el príncipe y la nueva princesa? —dijo esparciendo sus brazos a sus lados. Parecía tenerlo todo planeado y resuelto. Eso me enojó más. Estaba controlando mi vida otra vez.

—¿Y si no quiero? —dije apretando mis puños a mis lados conteniendo el enojo por el hecho de que él tenga el control sobre mi vida.

—No te estoy preguntando si quieres. Lo harás porque yo te lo digo y punto —dijo firme comenzando a enojarse.

—Pero...—comencé otra vez pero me calló levantando un dedo.

—No te negarás —dijo con fuerza, transmitiendo su poder a través de una sola oración. Se quedó callado por unos segundos hasta que sonrió satisfecho por mi silencio y se fue. Genial, nuevas órdenes por cumplir.

Tan pronto se fue, caminé hacia mi cuarto manteniendo la compostura. Al llegar a mi habitación, le di una patada a la alfombra y tiré un jarrón a la pared haciendo que se rompa en mil pedazos. Estaba tan enojado y harto de él que no aguantaba más. Pero no podía hacer nada al respecto, así que desquité mi enojo con objetos.

Seguí destruyendo cosas hasta que en algún momento de la noche, caí rendido a la cama y me dormí.

Amando lo ProhibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora