Las misiones continúan, a veces Eren, Mikasa y Armin se largan numerosas horas a cumplirlas, pues las rondas rotan. Yo, para mi desagrado, me quedo en las instalaciones, pues una recluta que he visto en los entrenamientos pero que no tiene ningún vínculo conmigo se ha chivado con el encargado de la enfermería, quejándose para que me checase, que me diesen pastillas de dormir. Al principio, cuando aquel hombre con bata llegó a mis entrenamientos pronunciando mi nombre, quise asesinar a cada compañera de habitación, tal odio impulsado por las pocas horas de sueño, pero luego agradecí, ya que, ingenua, pensaba que tales medicamentos harían cesar las pesadillas.

Fuera de la verdad, no funcionó, pero si ayuda a seguir durmiendo cuando despierto a media noche con el corazón en la garganta adolorida.

La falta de sueño despierta en mí una sensación de eterna alerta, que es impulsada por la ya incomodidad de la torre.

—No hay nada, es como si PAF, todos los titanes se hubiesen esfumado—. La mano que sostiene mi cabeza deja de tener fuerza por estar dormitando. Así que abro los ojos del susto. Eren está hablando, haciendo ademanes con una energía envidiable. Las horas del desayuno eran las horas de motivación, pero me está tomando factura el no pegar los ojos.

—Hey, (T/N)—. El tono bajo y relajado de Armin me llama la atención, está a mi lado, apartando una manzana verde de su boca, acaba de morderla. —¿Estás bien? ¿Le has dicho algo a Hanji? —. Niego. Aunque Hanji tenga conocimientos de medicina, su área específica son los titanes, y debe tener el cerebro enfocado en su trabajo. —¿A alguien? —. Vuelvo a negar. Miro mi plato y agarro la única fruta que saqué de la cocina. Le saco la cáscara al plátano perezosamente.

—A parte de ustedes y mis compañeras de cuarto que, por cierto, me quieren desmembrar, nadie sabe de las pesadillas—. El trabajo de memorizar y repetir las escenas como un mantra me han abierto las puertas del mundo onírico, pudiendo comprender y volver a los pasadizos.

Los chicos me brindan unos ojos de pena, empatizan con mis pocas horas de sueño, con el entrenamiento que ya ha tomado un alto nivel de exigencia y con la evidente incomodidad por el sector en que nos encontramos, algo que no ha pasado desapercibido.

La cabeza me palpita y siento la mano pesada cuando me molesto en apartar el plato e indicarle a Sasha, quien se encuentra a algunos asientos de distancia, que tiene pase libre para tener mi porción.

—Tienes que comer—. Señala Eren, frunciendo el ceño. Cierro los ojos, reposando la cabeza en la palma de la mano, descansando.

—Todo me da vueltas, temo vomitar en cualquier momento—. Expreso con sinceridad.

No pongo atención a las siguientes conversaciones que rondan sobre temas triviales, pues me encuentro con los ojos cerrados tratando de dormir, aunque sea unos minutos.

Pero el estado de tranquilidad se ve interrumpido cuando en un tiempo que me parece efímero siento el hombro siendo zarandeado de un lado a otro. Abro los ojos con un deje de sorpresa y, aunque intento ocultarlo, hastiada, pues había logrado descansar algún tiempo.

—Hay que ir a entrenar—. El rostro de Mikasa me saluda, con su bufanda aferrada a su cuello al igual que la mía, color amarillo. Asiento, poco convencida. Paso los dedos por mi cabello, atándolo con un elástico siempre presente en la muñeca. —Ven, vamos—. Acepto la mano que me ofrece.

Trago saliva mientras nos encaminamos al campo. El cuerpo me pesa por la falta de energía y no sé si puedo tolerar las exigencias de los ejercicios.

La formación se deshace ante las indicaciones de un serio Levi, quien pasa la mirada por todos los cadetes, avisando que se empezará, como siempre, con un trote al contorno del territorio, indicado por unos palos a medio colocar en la dura tierra.

Le brindo una desabrida sonrisa a mis amigos para que continúen con la marcha sin mediar miramientos a mi presencia, que se va quedando atrás. Los pulmones no apoyan la noción, por lo que a cada paso disminuyo la velocidad, a la vez que me veo obligada a encorvarme por la bilis que sube por la garganta, expulsándola.

Me encojo, sintiendo un dolor en las escápulas por el esfuerzo al vomitar.

—Hey, hey—. Una voz que me parece lejana palmea mi espalda y tiene la decencia de agarrar unos mechones rebeldes que logran colarse en una visión borrosa. —¿Te sientes bien? —. Es otra voz, una voz que despierta mi curiosidad. Dejo de prestarle atención al mareo que se intensifica y a los latidos acelerados para girar el rostro, solo para toparme con siluetas oscuras borrosas acercándose, estoy por chillar, recordando al hombre con ojos azules, hasta que siento un tirón que me lleva a la penumbra, perdiendo todo control.

Lo que cuento a continuación no es más que una suposición ligada a los sonidos que oía y a la ligera historia que me contaron los chicos cuando desperté.

La persona amable que me sostuvo mientras vomitada había sido Jean, quien se había quedado rezagado por la flojera que tenía ese día, se había asustado ante mi rostro pálido y posterior nausea y no pudo hacer nada cuando caí en inconciencia en sus brazos.

Armin llegó luego y dio aviso a Levi, quien estaba hablando con alguien en las lejanías, quien, a su vez, dio la orden de llamar con urgencia al ala médica para que viniesen con urgencia al campo.

El pelinegro se hizo paso entre mis amigos, compañeros y curiosos aprovechadores que no querían entrenar, llegando al medio donde estaba recostada en la arena, tiesa y con piel traslucida, con la cabeza en las piernas de Armin.

—¡Sigan entrenando! —. Gritó él con voz rasposa, más no dijo nada ante mis amigos y un perplejo Jean quien, ajeno a todo, empezó a alejarse.

—Hay que llevarla a enfermería—. Eren no dio mayores detalles, pero en ese momento, al imaginármelo, se me viene a la mente una lucha de miradas entre Mikasa y Levi, discusión silenciosa que se vio interrumpida por el único rubio, quien se alteró al percatarse de mi pecho sin movimiento.

El grupo médico se estaba tardando, así que, sin encontrar mayor salida, Levi empezó las compresiones en mi pecho que mas tarde ardió cuando di la primera bocanada de aire.

Armin había saltado ante el empujón violento del capitán. A pesar de lo que se da a entender con estas palabras, en ningún momento dejé de respirar, solo que mis latidos cardiacos eran demasiado lentos como para ser visibles, eso no quita, sin embargo, el susto que debí pegarles a mis amigos, quienes se quedaron conmigo hasta que desperté al día siguiente, también estuvieron conmigo cuando una exaltada Hanji llegó al cuarto privado que Erwin pidió para mi recuperación y rompió el silencio con un pobre.

—¿Te quieres morir?, te has envenenado—.


Estoy arreglando los capítulos, cambiando la historia para mayor coherencia y cohesión, cualquier contenido de capítulos anteriores que discrepe, por favor, notificarme.

Gracias por leer, es una historia que escribí hace muchos años y recién estaba empezando a escribir, era una beba.

Sé que tiene problemas de narración inconclusa, voy a enfocarme en arreglar.

Recomiendo, si es que estás leyendo por primera vez la historia, te detengas cuando los capítulos se llamen: "Capítulo...", ya que esos son los que están siendo modificados por ahora.

Amor para todos

PD: Sobrina, si estás leyendo esto por casualidades de la vida, quiero que sepas que no me hago cargo de traumas, desesperación y odio. Cualquier cosa, la que escribe esto es mi Alter ego, así que me desligo de las represalias. Te quiero

Uno para el otro (Levi Ackerman)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora