Prólogo

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El rey y la reina de nuestro pequeño reino llamado Novacia tuvieron una hija. Una bella y hermosa hija.

—Mírala. Es hermosa —dijo la Reina Emily mirando a su hija con todo el amor y ternura que una madre tendría por su hija.

—Parece un angelito —respondió el Rey Sebastián mirando a su hija con total adoración. La niña rió y sus padres sonrieron con orgullo al ver a su hija tan feliz.

La pequeña que acababa de nacer fue nombrada y presentada ante sus súbditos. Desde antes que naciera, sus padres ya tenían todo planeado para su hija. Cuando se enteraron de que tendrían una hija se aliaron con el reino de Sítnesis para que algún día la princesa se casara con el príncipe de ese reino. El Príncipe Adrián, quien era al menos uno o dos años mayor que ella. Ella se casaría con el príncipe y juntos serían el rey y la reina de Novacia. Esos eran los planes. Y nada ni nadie los arruinaría...... O eso creían.

—Ven. Dejémosla dormir —le dijo la reina al rey. 

Con delicadeza, pusieron a la niña en su cuna y se quedaron hasta que la niña quedó completamente dormida. Luego salieron del cuarto de la princesa y se dirigieron al de ellos para, por fin, terminar su día, exhaustos y cansados.

(...)

En medio de la noche, el castillo estaba más vacío que en el día. El rey y la reina dormían en su habitación. La princesa estaba en su cuna. Cuando de repente...los padres escucharon a su hija llorando y gritando. Ambos despertaron y fueron corriendo hacia el cuarto de la niña, al igual que algunos guardias que aún estaban trabajando.

Entraron al cuarto de la niña y se encontraron con una escena perturbadora. Había una persona que no distinguían si era hombre o mujer. Tenía una capa negra y un símbolo en la parte de atrás. El rey reconoció este símbolo inmediatamente. Era el símbolo de los "rebeldes". Ellos eran personas que no estaban de acuerdo con las formas en las que se dirigía el Reino Novacia y querían matar a la familia real para ser los líderes.

Estaba en la ventana listo para tirarse desde ahí e irse de fuga con la princesa del reino.

—¡No! —gritó desesperadamente la reina mientras ella, el rey y los guardias que estaban presentes en la escena se abalanzaron sobre el "rebelde". Pero ya era demasiado tarde. La persona se tiró desde la ventana y se deslizó por ésta con una soga. La reina se asomó desesperadamente por la ventana y miró hacia abajo. El "rebelde" ya estaba en el jardín y corriendo hacia la salida. Sonaron las alarmas que suenan cuando pasa algo malo como esto. Los guardias siguieron al rebelde pero éste ya estaba muy lejos. Era demasiado tarde.

La reina se desplomó en el suelo y comenzó a llorar. El rey trataba de controlarse y empezaba a gritarle órdenes a los guardias para que encontraran a su hija y capturaran al culpable. Todo el castillo era un caos. Los guardias corrían por todos lados alertando a todos y persiguiendo a la persona que tenía a la princesa.

(...)

Mientras tanto, ya en el bosque y fuera del castillo, el "rebelde" corría esquivando ramas y cargando a la bebé en sus brazos. Sabía que si lo capturaban el rey lo mataría sin parpadear un ojo. No quería que eso pasara pero juró ser fiel a los rebeldes y esta es su forma de probarlo. No quería hacerlo, después de todo era solo un bebé. Pero debía hacerlo.

La niña no paraba de llorar y gritar. No entendía lo que estaba pasando pero no le gustó para nada que la hayan despertado.

El rebelde escuchó los pasos de los guardias detrás suyo y se escondió detrás de un árbol lo suficientemente ancho como para cubrirlo. Pero eso no serviría de nada tan pronto los guardias escucharan el llanto del bebé. Encontró un hoyo grande en el árbol y se le ocurrió una idea. Puso a la princesa en el hoyo y el rebelde agradeció que ya no se escucharan los llantos del bebé.

—Vendré por ti después, pequeña. Vuelvo en un momento —le dijo el rebelde a la niña antes de salir corriendo para alejar a los guardias. Los guardias fueron tras él sin darse cuenta de que la princesa estaba en ese árbol.

(...)

La princesa seguía en el bosque. Ya era de día. Había dejado de llorar en la noche pero ahora comenzó otra vez con sus llantos.

En el bosque, había una pareja que vivían en el pueblo. Estaban caminando por el bosque cuando escucharon los llantos de un bebé.

—¿Qué es eso? —dijo una mujer llamada Amanda.

—Parece un...¿bebé? —dijo su esposo, Erik, confundido.

La pareja fue a investigar y se dirigieron al lugar en donde estaba el árbol. Al llegar, asomaron sus cabezas por el hoyo y encontraron a una niña.

—¡Es un bebé! —gritó Amanda emocionada y completamente sorprendida. Erik sacó a la niña del hoyo y la sostuvo en sus brazos. Tan pronto la niña los vio, sonrió. Ellos la miraron con sonrisas cálidas en sus rostros. Y la niña se empezó a reír más alto, provocando que ellos también rieran con ella.

Al final, decidieron llevarla con ellos al pueblo. Averiguarían de quién es esa hermosa niña y si no aparecían sus padres se la quedarían ellos con mucho gusto. Eran buenas personas y querían una hija desde hace mucho tiempo pero, lamentablemente, no tuvieron la suerte de tenerlos. Y, quizás, la niña podría cumplir su deseo de ser padres.

*Dos Años Después*

Amanda y Erik Jones estuvieron buscando a los padres de la niña por semanas. Jamás apareció nadie. Así que decidieron quedarse con ella. La trataron como si fuera su propia hija. Estaban tan alegres de tener una hija.

Se llenaban de orgullo cuando veían sus primeras sonrisas. Sus primeros pasos. Sus primeras palabras. Imaginaban como serían sus vidas en el futuro. Nada ni nadie podía quitarles la felicidad que tenían encima. Ella fue lo mejor que les pudo haber pasado.

(...)

En el castillo todo estaba mal. La reina no era la misma. Cuando perdió a su hija, al principio, estuvo llorando por días y noches y no podía dormir por la angustia de saber qué le pasó a su hija. El rey y los guardias buscaban desesperadamente por ella pero luego de unos meses se rindieron y dejaron ir la esperanza. El rey y la reina tenían miedo. Si los súbditos se enteraban de los rebeldes sería un caos total. No podían mencionar a los rebeldes.

Así que hicieron un anuncio. En el programa de televisión que, era obligatorio ver, anunciaron la muerte de su hija. El pueblo quedó sorprendido y confundido. El rey y la reina fingieron un funeral pero no tuvieron que fingir la tristeza que sentían. Aunque no murió su hija, sí la perdieron. Y lo peor era que no sabían como estaba.

La reina se lamentaba todos los días de su vida. Pensando en todo lo que se perdería.

"No podré ver sus primeros pasos. Su primera sonrisa. Su primer añito. Su primer baile real. Su boda...." pensaba la reina mientras lloraba.

Con el tiempo, la reina y el rey fueron mejorando. Entendieron que no podían dejar el pueblo y que tenían que hacer un sacrificio. Y eso hicieron. Sus rutinas volvieron a casi la normalidad y tuvieron otra hija. La Princesa Nicole. Tuvieron mucha alegría otra vez y la princesa fue quedando en el olvido de las personas del pueblo. Pero el rey y la reina nunca la olvidaron. Siempre tendrían ese vacío. Siempre tendrán esa duda de qué le paso a su hija. Siempre desearan que camine por esa puerta y les dé un abrazo fuerte. Pero ellos eran lo suficientemente inteligente como para no hacerse ilusiones. Así que se distraían con su otra hija y el trabajo. Pero ninguno negaba el vacío en su pecho tras aquella noche...

Nota:

Puede que los reinos y todo eso hayan existido solo en el pasado (en los tiempos medievales) pero este libro tendrá algunas cosas más moderadas.

Otra cosa: La historia no está editada así que si ven un error no duden en corregirme.

Espero que les guste. Voten y comenten.
~K~

Amando lo ProhibidoWhere stories live. Discover now