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chapter forty eight

chapter forty eight

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Chris' POV

Ardían las heridas que Allison y Sandra me curaban. Había llegado a casa después de una lucha en busca de respuestas con esos enmascarados que hace años enfrenté pero que jamás supe qué eran y ni tampoco tuve el valor de decirle a alguien de su existencia.

Ahora sabía que estaban de vuelta, buscando lo mismo que alguna vez vi en Japón y estaban atacando. Yo no estaba dispuesto a que le hicieran daño a nadie. No podía permitirlo y menos cuando mi sobrina era una mujer loba.

— Era como si sus ojos fueran brillantes como luciérnagas— decía Scott entre los recuerdos de mi pasado en Japón en donde los enfrenté—. Y era como si estuvieran haciendo un ritual para ver hasta el alma.

— Eso es lo que buscan— murmuré, frunciendo el ceño en el momento que el algodón con alcohol tocó la herida de mi mejilla.

— Sí, eso fue lo que nos hicieron— dijo Allison.

— Pero solo lo hicieron con los hombres lobo— replicó Scott, sentado en la silla frente a mí del escritorio de mi despacho.

— No, es a todo lo sobrenatural porque también le sucedió a Lydia— le respondió Sandra en lo que dejaba el algodón sucio en un recipiente lleno de otros más con sangre.

— Entonces, ¿quién era el hombre que buscaban en Japón?— preguntó Isaac. Sabía que él estaba preocupado pues a él ya lo habían atacado y el hecho de no saber quiénes eran realmente esos enmascarados lo tenían alerta.

— Un kumicho. Un jefe yakuza— le respondí trayendo a mi mente el recuerdo de mi juventud—. Fue mi primer negocio de armas. Solo tenía dieciocho años y se suponía que iba a ser un simple intercambio excepto porque Gerard omitió el pequeño detalle de que los compradores eran yakuza. Quería ver si podía adaptarme a la situación. Probar mi habilidad de improvisar.

— O tu habilidad de sobrevivir— dijo Dean un poco molesto de escuchar los alcances de Gerard, además de que él sabía hasta donde podía llegar mi padre.

— En cuanto el sol se puso fue cómo se materializaron de entre las sombras— no respondiendo al comentario de Dean, vinieron a mí las imágenes de esos posibles guerreros, armados y vestidos con túnicas negras junto con una máscara que nos impedía verles el rostro—. Tenían espadas, no eran curvas como las catanas pero eran rectas de acero negro, como ninjatos.

— ¿Qué querían?— preguntó mi hija, un tanto intrigada por la historia.

— Llegar al kumicho.

El momento se había puesto tenso en cuanto los guerreros oscuros llegaron pero se puso peor cuando los yakusa intentaron detenerles el paso antes de que llegaran al kumicho. Recuerdo como intentaban matarlos con las balas de su gran arsenal pero era como si les estuvieran lanzando granos de arroz. Ellos seguían de frente, matando a cada uno de los yakuza que les estorbaban sin tocarse el corazón o algo por el estilo, mientras que yo estaba viendo todo del otro lado, con los nervios creciendo dentro de mí y con el temor de que en cualquier momento yo sería el siguiente y sabiendo que mis armas no serían de ayuda alguna.

Cacería de lobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora