Capítulo 31: Como sumisos

2.4K 120 14
                                    

Narra ____



Sebastian comenzó a caminar peligrosamente hacia a mi. Note como su mirada tenía un color negro infierno. Retrocedí unos cuantos pasos hasta topar con el borde de la cama.



-Calmado- susurré en su oído al notar como desabrochaba desesperadamente su playera.



Lo acorrale contra la pared, posicionando una de mis piernas a su costado, dejándole al visto mi muslo desnudo. Sus manos que estaban jugueteando en mi espalda, bajaron lentamente a mi trasero, haciendo una leve presión en este, incitandome a saltar a sus caderas.


Enrolle mis piernas en su cadera, abrazandome a su cuello. Sentí como besaba desesperadamente mi cuello, yo sólo me limitaba a echar la cabeza para atrás, disfrutando de la sensación que esto provocaba.



En un segundo cegado por en momento, quite su playera, esto logró que bajara de mi sitio de confort. Sus brazos.


Tire la arrugada playera de estampado fragment en la habitación. Sacándola de la apasionada escena.



Pase suavemente las llenas de los dedos por todo su torso desnudo, sintiendo cada centímetro de este, sintiendo la calidez que tenia. Y el ardor que esto me provocaba.


Baje las manos temblorosa, hasta llegar a la hebilla del pantalón. Con mucha dificultad lo quite, no es porque fuese estúpida, si no porque jamas lo había hecho, jamas había presenciado un momento tan erótico.


Tome el pantalón por las bolsas, y fue así como comencé a bajarlo, lenta y desesperadamente. No para mi. Si no para el, ya que lo sentía desesperado por romperme.



-Me estas matando- susurro con la voz entrecortada.



Una vez el pantalón fuera de su anatomía, lo dirigí hasta el lugar principal de la escena, el altar mayor. La cama.


Lo acosté, amarre ambas manos a las sogas que previamente había facilitado para tan salvaje labor. Esto lo había visto en una película, si, en una de esas donde la gente es sadomasoquista. Que disfruta tener sexo con unos leves golpes, ya que eso provoca placer. Pero en este caso, Sebastián se lastimara solo, siendo humillado por la necesidad del tacto y la vista. Si, le cubriría los ojos.



Sebastián, al ver sus manos atadas, fruncio el ceño confundido. Eso era parte del plan.



Me monte en el, quite mi vestido lentamente, dándole un aire de desesperación al momento. Me dirigí a los labios de Sebastián, quien no dudo en responder el beso con un gran tono de lujuria.


Pase mis manos por los costados de su torso desnudos, suavemente. Disfrutando de cada milímetro que mís dedos descubrían. Sintiendo como cada músculo se tensaba por mi tacto.



Baje con besos húmedos hasta su cuello. Bese y succione cada espacio a mi alcance. Quería dejar muchas marcas, marcas grandes, notorias. Que estas dijera -Tiene dueña- se que ni es un perro a un objeto. Pero es solo mio.



Al llegar a su área censurada, siento una ola de nervios. Baje mi mano lentamente, al llegar al elástico sentí mi fin. Lo jale y lo solte, provocando que este golpeara fuerte con la piel de mi novio inhabilitado. Lo hice un par de veces mas, hasta dejar su piel roja. Muy roja. Bastante roja.



Baje lentamente la última prenda que estaba en su cuerpo. Al desprenderla, esta me dejó ver su carnoso miembro latente. Recto, firme. Ansioso por una estrecha cueva.


Trague saliva duramente. Me sentía nerviosa. Mire a Sebastián, quien estaba agitado, callado. Esperando mi siguiente movimiento.


Tome su miembro entre mis manos, una es suficiente. Sebastián soltó un leve gemido. Que me incitó a dar mas de esto.



Movi mi mano de arriba abajo. Con un ritmo lento, suave. El ritmo comenzaba a cambiar de acuerdo al volumen de los gruñidos y leves gemidos que soltaba Sebastián.


Sus intentos salvajes por liberar sus manos me excitaban.


Era hora de dar el siguiente paso.


Acerque mi rostro a su miembro, abrí levemente mi boca. Pero error, este contaba con un gran paquete.


Dudosa pase mi lengua por la punta de su erecto pene, sintiendome nerviosa al límite. Como se daban las cosas comencé a introducir mas de esto en mi cavidad bucal. Dándome cuenta de que podría hacer esto todo el día y jamas enfadarme por ello.


Sentí como su cuerpo se sentía distinto, sabia lo que seguía.


De un momento a otro ya tenía su liquido seminal depositado en mi boca. No sabía que hacer.



Me acerque gateando hasta el, una vez cerca de su oído, trague todo el contenido que había en mi boca, provocando con esto un ruido extraño.



-Santo cielo- dijo Sebastián con tono agitado, su pecho subía y bajaba. Estaba tratando de incorporarse.



Me monte en el, posicionando mís piernas a sus costados, a la altura de su ombligo. Me acerque a las sogas y desate una de ellas, y así Sebas liberó su otra mano.


Al instante quito la venda de sus ojos, dejando me ver lo lindo de estos. Pero que a este grado estaba totalmente negros por la lujuria que sentía.



-Dejame sentirte- dijo con voz ronca, provocando que todo en mi se sacudiera.



No pude actuar, de debido a que sentí como me estampaba con el suave colchón. Sintiendo a Sebastián sobre mi, y con ello una extraña sensación en mi vientre. En pocas y sencillas palabras, el miembro de Sebas.


Iba a tocarlo pero unas grandes manos me lo impidieron.



De un momento a otromis manos estaban atadas sobre mi cabeza. Mire a Sebastián, quien tenía una sonrisa traviesa en su rostro.



-No..- alargue con los ojos muy abiertos.



-Si mi vida, me das oro y yo igual te lo dare. Pero - pausó para acercarse mas a mi rostro -Yo puedo darte el doble- susurro y mordió el lóbulo de mi oreja. Estremeciéndome bajo su robusto cuerpo.



Seguido de eso beso mi cuello desesperadamente, sellando con una lamida. Quito mi sostén negro, lanzándolo fuera de la escena, haciéndome sentir avergonzada.


Su boca bajo hasta la loma de mis pechos. Con ello, pude sentir como introducía uno en su boca, mordió el pezon levemente, enloqueciendome por completo.



Sus labios bajaron hasta el monte de venus. Sentí como jugaba con el delgado elástico de mis bragas. Después de eso, mordio el filo de estas, bajo mis bragas con sus perfectos dientes. Una vez fuera de mis piernas, gateo hasta llegar a mi rostro, y fue ahí donde soltó la prenda, esta acabó en mi pecho.


Con movimientos raros la quite de encima, hasta que descendió al piso.



-¿Lista?- cuestionó colocando la protección en sus 19 cm de gloria.


Asenti con la cabeza, quedando atónita por lo que se aproximaría.

Intercambio | T1 | Sebastian VillalobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora