Epilogo

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DIEZ MESES DESPUÉS

Montreal, Canadá

El viento fresco acaricia mi rostro mientras cabalgo a través de la pradera, sumergiéndome en el paisaje sereno de la tarde. Un leve dolor en mi pierna derecha me recuerda mi vulnerabilidad, pero lo ignoro, entregada al placer del momento.

Con el sol comenzando a descender en el horizonte, señalo al caballo la dirección de regreso a casa. Diez minutos más tarde, estamos de vuelta en los establos. Al bajar, ajusto mi traje de equitación, consciente de la mirada desaprobadora de mi fisioterapeuta.

― Hoy era tu día de descanso, Megan, no de aventuras imprudentes. ¿Cuándo aprenderás a seguir las indicaciones?

― Qué le puedo hacer, Harry, soy tan indomable como Tormenta.― bromeo.― ¿Cierto pequeño?― digo acariciando a mi caballo, que relincha en respuesta.

Siento el pelaje negro de Tormenta bajo mis dedos y sonrío.

― Aun no entiendo como pudiste domar ese animal, desde que llegué aquí, no eh visto a nadie mas que tu hacerlo. Hasta puedo decir que te ama.

Desensillo a Tormenta y lo llevo al comedero, asegurándome de que tenga suficiente alimento.

― Es que somos tan iguales.― golpeo suavemente el trasero del animal.― Nos vemos mañana, pequeño.

Tomo la fusta en mi mano mientras caminamos de regreso a casa.

― Tormenta es tu espíritu animal. Pero en serio, Megan, debes descansar. Las últimas sesiones han sido intensas.

—Estoy bien, Harry. Descansar no es lo mío.

Cruzamos la puerta de la cocina, una de las empleadas se me atraviesa, mientras trato de meterle manos a una de las frutas que están en las encimeras.

― Señorita, tiene visita.

Suspiro dejando la fruta en su lugar. Debe ser el abogado para hablarme sobre las nuevas inversiones que estoy apunto de hacer.

Al cruzar el living veo a la persona menos esperada. Mi corazón late con fuerza al verlo.

― ¿Qué haces aquí? ¿Cómo encontraste este lugar?

― ¿Un "Hola, me alegra verte" no vendría mal?

― No estoy de humor para juegos. ¿Cómo conseguiste mi dirección?

― Contactos.― responde, enigmático.

― Espero que no sea mi abogado o tendré que despedirlo.― amenazo, acercándome.

― No, son otros contactos.

― ¿Qué quieres?

― Saber cómo estás. No te he visto desde la fiesta.

― El fatídico día.― corrijo.

― Exacto.

― Laura.― llamo a una de las empleadas.― Escolta al señor a la salida.― ordeno, manteniendo mi mirada fija en él. A pesar de todo, luce mejor que nunca. Esos ojos hipnotizantes.

― ¿Tan ansiosa por deshacerte de mí?― bromea.

― Depende. ¿Sabes montar a caballo?

― Sí.

― Laura, lleva las maletas del señor a una de las habitaciones de huéspedes.― ella acata mi orden, sin dudarlo.― No sabe lo mucho que nos vamos a divertir, Señor Demir.

Su sonrisa coqueta me deja sin aliento. Toma mi mano y deposita un suave beso en ella, sus hermosos ojos verdes fijos en los míos.

― Estoy a su disposición, Señora Jones.

Contrato sin amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora