CAPITULO 12

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"Nena, mis ojos están aquí"



MEGAN

La puerta del ascensor se cerró y, con cada piso que ascendíamos, mi corazón latía más rápido. Los segundos se hicieron eternos hasta que finalmente las puertas se abrieron. Siguiéndole el paso llegamos a la Suite y me quedé maravillado por su amplitud y elegancia. Antes de poder siquiera admirar el entorno, unas manos me atraparon y me acercaron hacia él. Comenzó a besarme apasionadamente, sin dar tregua, sujetándome sin dejarme respirar. Sus manos se deslizaron bajo mi vestido, subiéndolo hasta mis caderas. Yo, extasiada por la situación, dirigí mis manos hacia su chaqueta y luego hacia su chaleco, desabrochando cada botón con ansia, liberándolo de sus brazos. Él se deshizo rápidamente de su corbata, dejándola caer al suelo. Me levantó en vilo, entrelazando mis piernas alrededor de sus caderas, sin dejar de besarnos, y nos guió hacia quién sabe dónde. Con delicadeza, me dejó caer suavemente sobre la cama y, lentamente, llevó sus manos hacia su camiseta, desabrochando cada botón, sin apartar sus ojos de los míos.

Sus ojos reflejaban deseo, lujuria y pasión. Verlo así era una verdadera obra de arte, no podía apartar la mirada de sus bíceps. Mordía ligeramente mi labio, ansiosa por dar rienda suelta a lo que anhelaba dentro de mí. El bulto entre sus piernas era imposible de ignorar, clamando por ser liberado de su pantalón.

― Nena, mis ojos están.― dijo con diversión.

Se deslizó rápidamente fuera de sus zapatos, atrayéndome hacia él con una urgencia palpable. Con un gesto decidido, me despojó del vestido, dejándome solo en bragas. Sus ojos, llenos de una lujuria descarada, exploraron cada rincón de mi figura sin reservas. El calor de su cuerpo se fundió con el mío cuando se recostó sobre mí, aplastándome suavemente, y su boca encontró la mía en un beso ardiente, robándome suspiros y gemidos sin cesar.

Mis manos ansiaban desesperadamente tocarlo, pero él las sujetaba con firmeza, manteniéndome al borde de la pasión que crecía en mí. Su toque, su piel, su aroma eran una tentación irresistible, y ansiaba profundizar en la unión de nuestros cuerpos. Sin embargo, él parecía disfrutar de la agonía de la anticipación, y sabía exactamente cómo mantenerme al borde del éxtasis.

Poco a poco, comenzó a descender con una paciencia exquisita, dejando un rastro de besos y caricias en su camino. Sus labios se deslizaron por mi piel, rozando cada centímetro con suavidad y destreza, hasta que finalmente llegó a mi entrepierna. El roce de sus manos acariciando mi cuerpo avivó aún más el fuego que ardía dentro de mí, y un estremecimiento de deseo recorrió mi ser. Ansiaba desesperadamente que me tocara allí, en el punto más sensible y secreto de mi ser.

Cada uno de mis sentidos se encontraba al límite, anticipando el momento en que su contacto se hiciera realidad. Las yemas de sus dedos trazaron círculos tortuosos y delicados sobre mi clítoris, provocando oleadas de placer que me envolvían. Me aferraba a la cama, buscando una liberación que solo él podía otorgar, mientras él continuaba jugando con mi deseo, saboreando el poder que tenía sobre mí.

El tiempo parecía detenerse en aquel instante, donde solo existíamos nosotros dos, en medio de la pasión y la entrega mutua. Cada caricia, cada beso, era una tormenta de sensaciones que me empujaba hacia el abismo del placer. Mi cuerpo se retorcía, suplicando por más, mientras mis suspiros se mezclaban con susurrantes súplicas.

― Por favor...― supliqué, mi voz temblorosa reflejando la intensidad de mis sentimientos.

― Dilo otra vez, bella dama...― rogó él, con su acento italiano y una voz ronca que resonaba en el aire. Era tan apasionado, tan seductor. Cada palabra que pronunciaba aumentaba mi deseo y amenazaba con volverme completamente loca.

Contrato sin amorWhere stories live. Discover now