CAPÍTULO 18

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"Bienvenidos a México" 

MEGAN

El pitido insistente de mi celular me saca de un sueño. Es la alarma, marcando implacablemente las 6:00 AM. Me levanto de la cama con la certeza de que en tan solo una hora estaré abordando un vuelo a México. Lo que más he deseado posponer, finalmente ha llegado, y no puedo eludirlo por más tiempo.

Estos últimos días han estado cargados de pasión y deseo. Mañanas llenas de sexo antes de que cada uno parta hacia su trabajo, seguidas de cenas íntimas que culminan en noches de placer. No me quejo, al contrario, me encanta. Cada sesión ha sido mejor que la anterior, explorando límites que ni siquiera sabía que tenía. Esposas, látigos, vibradores, correas, fustas etc. Aunque no hemos compartido la misma cama para dormir, siempre después del acto, él se retira y a mí no me queda más opción que regresar a mi propia habitación. Pero en cuanto al sexo, no puedo quejarme. Sé que extrañaré esto una vez que haya partido.

Tras levantarme de la cama, camino hacia el baño, donde cepillo mis dientes y lavo mi cara. Salgo de mi habitación y me dirijo a la suya, pero al entrar, noto que la cama está vacía.

― Adrien.― llamo, pero no obtengo respuesta.

Avanzo hacia la cocina y, nuevamente, no encuentro rastro de él. Decido tomar un vaso de agua y lo bebo con calma. Luego, me aventuro por el pasillo que conduce al pequeño gimnasio de la suite. Ahí está, en la caminadora, de espaldas a mí y sin camisa, revelando sus musculosos brazos y espalda. Dios mío, este hombre es una visión de perfección.

Me apoyo en el umbral de la puerta, disfrutando de la vista que se me presenta. Él parece estar absorto en su entrenamiento y aún no se ha dado cuenta de mi presencia. O eso es lo que creo.

― Deberías tomar una foto para que me tengas presente cuando me extrañes.― comenta, sin apartar la mirada de la máquina.

― No será al contrario.― respondo con una sonrisa traviesa.

― Después de todo, no soy la que parece un acosador aquí.― Él apaga la caminadora y desciende de ella, el sudor perlado en sus abdominales mientras se seca con una toalla.― Buenos días, pequeña.― me saluda.

― Buen día.― respondí, contemplando sus ojos llenos de deseo.― Iré a pedir que traigan el desayuno, mientras me ducho.

Pero antes de que pudiera alejarme, él se acercó a mí con determinación y me besó. Sus besos eran salvajes y urgentes, explorando cada rincón de mi boca. Mi respiración se volvió entrecortada, y mi cuerpo ardía al instante.

Con un movimiento rápido y decidido, desgarró mi blusa y dejó mis pechos al aire. Sus labios encontraron mi cuello, chupándolo y mordiéndolo suavemente, arrancándome gemidos de placer. Después de devorar mi cuello, me besó de nuevo y tomó mis piernas, rodeándolas con sus caderas. Me cargó y me colocó sobre una pequeña mesa, dejando mi trasero al borde.

Sus labios volvieron a mis pechos, mordiendo y chupando con pasión, mientras su mano masajeaba el otro. Mis gemidos se escapaban sin control.

― Adrien...― jadeé su nombre.

Él alzó la vista, sus ojos ardientes encontrando los míos. Llevé mis manos a su cabello, pero las apartó bruscamente, poniéndolas en la pared.

Volvió a atacar mi cuello, sus palabras resonando en mi oído.

― No sabes cuánto extrañaré esto.― dijo con voz ronca.― No quites tus manos de donde las dejé.

Me arrancó las bragas de un tirón y las metió en el bolsillo de su pantalón deportivo. Luego, bajó su pantalón, liberando su miembro palpitante. Me penetró sin previo aviso, provocando un gemido involuntario.

Contrato sin amorΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα