CAPÍTULO 34

216 29 1
                                    

Romina⬆️

"Esa piedra azul me recuerda tus ojos"

MEGAN

― ¡Te dije que no quiero llamadas ni visitas!― exclamo con frustración.

― ¿Ni siquiera las mías? Pequeña.

La voz es inconfundible. Al verlo, siento cómo la rabia empieza a brotar dentro de mí. No puedo creer que tenga la audacia de presentarse aquí después de todo lo que ha pasado.

Adrien...

― No quiero ver a nadie, mucho menos a ti.― digo con firmeza mientras me acerco hacia él.― Así que vete.

― Tenemos que hablar.― insiste, adentrándose y cerrando la puerta tras de sí.

― ¿Hablar? Yo no tengo nada de qué hablar contigo. Tú dejaste todo claro el día del incidente. Así que vete o llamaré a seguridad.― advierto, manteniendo mi distancia.

― Por mí puedes llamar al mismísimo diablo, pero no me voy de aquí hasta que hable contigo.― responde, acercándose más, pero doy un paso atrás.

― ¡No! No te me acerques.― exclamo.― Tú y yo no tenemos nada. Tú mismo decidiste acabar con todo esto.

― Megan, lo que pasó en mi oficina...

― ¡Cállate! No quiero escucharte. Solo quiero que te vayas y me dejes en paz.

― Quiero que me escuches.

― ¿Por qué debería hacerlo? Tú no quisiste escucharme cuando yo intentaba explicarte todo. Al contrario, te fuiste tras tu secretaria y...― Me duele el pecho solo recordarlo.― Me trataste mal, me humillaste, Adrien. ¿Te parece poco?

― Eso es lo que quiero explicarte, pero no me dejas hablar.― insiste, su tono cargado de desesperación.

― No quiero escuchar tus mentiras y excusas. Nuestro contrato se acabó, tú mismo lo diste por finalizado. No hay nada que nos una, así que déjame en paz.― respondo, intentando mantener mi compostura.

Da un paso más y me sujeta del brazo, pegándome a su cuerpo. Siento su calor corporal y su aroma varonil envuelve mis sentidos.

― Megan, perdóname.― suplica, sus ojos azules suplican comprensión, pero mi mente está nublada por la confusión.

¿Por qué no es un libro abierto para mí? ¿A qué le temes, Adrien Williams?

Me zafó de su agarre y, sin decir una palabra, me dirijo a mi escritorio y tomo el teléfono.

― Quiero a seguridad en mi oficina, ¡ahora!― ordeno con firmeza.

― Perdóname, te lo ruego.― insiste, su voz llena de angustia.

Me siento al borde del escritorio. No pienso hacer nada tonto. Aunque mi corazón clame por perdonarlo y correr hacia él para besarle, mi cerebro sabe que lo que me hizo estuvo mal y es imperdonable.

La puerta se abre de golpe, revelando a mi equipo de seguridad.

― Usted manda, señorita.― responden los guardias, colocándose detrás de Adrien.

― Saquen la basura de mi oficina.― ordeno, levantando el mentón con determinación.

― Esto es injusto, yo vine a que me perdones...― Adrien intenta explicarse, pero lo interrumpo.

― ¿Qué esperan?― regaño a los guardias, instándolos a cumplir mi orden.

Uno de ellos intenta tomarlo del brazo, pero se libera rápidamente, golpeándolo en la cara antes de dar unos pasos hacia atrás para arreglarse el traje.

Contrato sin amorWhere stories live. Discover now