CAPÍTULO 16

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"Si, Mi señor"

MEGAN

Doy vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño mientras mi mente se debate entre la aceptación o el rechazo de aquel trato. El aroma de su loción impregnada en las sábanas, se cuela en mis sentidos, una fragancia que me tiene al borde de la locura. En lugar de ayudar, solo complica aún más las cosas. Anhelo tenerlo cerca de mí, junto a mi piel. Jamás imaginé que al venir a su casa, me vería envuelta en este tipo de dilemas.

Finalmente, decido levantarme y dirigirme a las habitaciones de invitados, donde sé que él debe estar. Con sigilo, giro la manija de la puerta para no despertarlo. Se encontraba tan apacible mientras dormía, que era difícil creer que albergara pensamientos sádicos en su interior. Su cabello oscuro contrasta con las sábanas blancas, y su boca, la misma que anhelo volver a besar, parece aún más tentadora en la penumbra.

― Procura tomar una fotografía para que la tengas en tu recámara, y recuerdes siempre a quién perteneces.― murmura con voz ronca

― Idiota.― murmuré en respuesta, aunque mi sonrisa revelaba cuánto disfrutaba de ese juego.

Me siento en el borde de la cama, una mezcla de nervios y excitación se agita en mi interior mientras él me mira detenidamente de pies a cabeza. Cada milímetro de mi piel parece arder bajo su escrutinio, y no puedo evitar que un sonrojo tímido tiña mis mejillas, como si fuera una ingenua colegiala ante su mirada ardiente.

― Te verías mejor desnuda.― murmura con una voz ronca y cargada de deseo que hace que mi corazón dé un salto en mi pecho. Alzo mis cejas sorprendida por su comentario audaz.

― Pues no me apetece andar como Dios me trajo al mundo en las calles.― respondo en tono juguetón, tratando de ocultar la electricidad que corre por mi cuerpo ante la idea que él propone.

― ¿Y quién dijo que te verías mejor desnuda en la calle? Hablo de mi departamento, en mi recámara, en mi cama.― responde con una seguridad que hace que mis piernas tiemblen ligeramente. Trago grueso, este hombre tiene el don de mojar mis bragas con tan solo pronunciar una sílaba.

― Me gustaría mostrarte de lo que soy capaz de hacerte en mi cuarto de juegos.― susurra, y los azules de sus ojos se tornan aún más oscuros por la lujuria que brilla en ellos. Este hombre es una llama viva, y ¿Cómo podría decirle que no?

― Hazlo.― murmuro en un tono apenas audible, tan bajo que dudo que él me haya escuchado. Pero sé que él también muere por hacer esto, y nunca iba a salir de duda si no probaba esta experiencia al menos una vez.

― ¿Segura?― pregunta, sus ojos intensos fijos en los míos. Asiento con determinación, sorprendiéndome a mí misma por lo que acabo de aceptar. 

Siempre he sido una mujer reservada y culta, alguien que valora su intimidad. Mi única pareja había sido ese chico con el que estuve en la adolescencia. Él fue mi primer amor, mi primer beso, mi primera vez. Luego solo me había acostado una vez con un desconocido al que nunca volví a ver. Ninguno de los dos se acerca siquiera a Adrien, quien me hace sentir como si estuviera tocando el cielo y el infierno con tan solo un roce.

Adrien toma mi mano y me arrastra con él. Llegamos frente al cuarto de juegos y lo abre, invitándome a pasar. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras cruzábamos el umbral, sabiendo que no había vuelta atrás.

El interior del cuarto de juegos era un mundo aparte, un paraíso secreto de deseos y fantasías. Las paredes estaban adornadas con instrumentos de placer, luces tenues y una atmósfera cargada de anticipación. No pude evitar que un escalofrío recorriera mi espalda al darme cuenta de lo que estaba por suceder.

Contrato sin amorWhere stories live. Discover now