80.

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Después de que el guardia me dejara pasar, Nata me recibió.

—¿Por qué no contestas el pinche teléfono? —me preguntó extendiendo los brazos—. Abrázame.

Negué.

—Estoy emperrada.

—Ya me platicó Junior, nada más mal entendiste todo y ya me lo agüitaste.

—Tú también tienes la culpa —le reclamé—. ¿Por qué hay morras aquí?

—Estaban conmigo, fue tu pinche esposo el que vino a interrumpir y a ponerse marihuano en mi casa.

Bufé frustrada.

—Júrame por tu vida que Junior no andaba con una.

—No mames, Pau, obvio no.

—No te creo nada —dije enojada—. Enséñame las cámaras.

—Estás loca, wey.

—¿Quieres que tu amigo siga conmigo? —asintió—. Ya te dije.

—Como si no supieras lo mandilón que es Junior —suspiré—. Pero si eso quieres, al rato te mando los videos pues.

Asentí.

—¿Dónde está?

—En el jardín.

Salí y efectivamente ahí estaba, recostado en uno de los sillones marcando mi número. Mientras que en la alberca había unas cuantas morras mirándolo, negué molesta mientras me dirigía hacia él.

—Vámonos, Antonio.

—Mi amor, te juro que...

—Vámonos.

Se levantó y me siguió.

—¿Tan rápido se van? —preguntó Nata cuando nos vio salir—Quédense otro rato.

—No, ¿van a llegar más morras? Para quedarnos —respondí sarcástica—. Mi esposo no se las puede perder.

La sangre me hervía. Sentí la mano de Antonio querer agarrarme el brazo, pero me quité.

—Vamos pues —dijo Nata encaminándonos a la puerta.

Comenzamos a caminar hacia el coche, pero antes de subirme, Nata me detuvo.

—Pau, no mames, escucha a Junior —dijo en mi oído—. No seas tan terca, tienen una bebé.

Asentí y me subí al coche donde ya estaba Antonio.

—Mi amor, tenemos que hablar —dijo apenas me senté.

Lo ignoré. Encendí el coche y comencé a manejar.

—¿No me vas a hablar? —preguntó—. Ya no tenemos 20 años para resolver las cosas así.

Asentí para volver a ignorarlo.

—Ya, Paula, por favor —puso una mano en mi brazo.

De nuevo, lo ignoré. Pensé que se había rendido, pero a mitad del camino volvió a hablarme.

—Pues haz lo que quieras, pero nos vamos a tener que arreglar —se acomodó en el asiento—Así que se te vaya bajando ya el enojo.

Volví a ignorarlo, pero no se rindió y cuando estábamos por llegar a la casa, dijo:

—Pues si ibas a estar así, al chile me hubieras dejado allá —el enojo volvió a mí—. Donde por lo menos les interesó.

Asentí molesta mientras me estacionaba.

—O sea que preferirías que te dejara con todas las morras o qué?

—Tal vez así al menos tendría algo de afecto.

Sentí mi sangre hervir de nuevo, junto con todas las emociones que estaba sintiendo. Apague el coche y me recargue en el volante.

—Ya no quiero pelear —dije harta tratando de mantener la calma.

—Pues ya no hay que pelear, mami —puso una mano en mi pierna—. Vamos a arreglarnos.

—Es justo de lo que quiero hablar —dije seria, moviéndome en el asiento para mirarlo—. Te voy a decir la conclusión a la que llegué.

Él asintió.

—Esto es en serio, lo he pensado y considerando todo lo que dijiste en la casa junto con todo lo que acaba de pasar, creo que es lo mejor.

Él me miró expectante, esperando que dijera algo.

—Nos vamos a divorciar.

feliz cumpleaños al dueño de todas mis quincenas y terrenos

la cherry; junior hWhere stories live. Discover now