17.

3.1K 183 55
                                    

Cuatro meses pasaron, Junior y yo teníamos un poco más de 8 meses juntos. Nada había cambiado; me marcaba cada noche y entre semana hablábamos hasta quedarnos dormidos. Los fines apenas nos mensajeábamos ya que estaba ocupado. Vino un par de veces y por algunas semanas, pero por fin, el tour terminaría y estaríamos más tiempo juntos.

—Entonces, ¿cuándo llegarás? —pregunté.

—El sábado en la noche, mi amor —lo escuché del otro lado de la línea—. ¿Quieres que llegue a dormir contigo?

—Sí, por favor —lo escuché reír.

—Ya por fin te voy a ver —dijo emocionado—. Por cierto, voy a llegar con el Gabito, ¿está bien?

—¿Aquí al departamento? —pregunté nerviosa.

—Sí, viajará conmigo, pero si quieres, puedo pasarlo a dejar antes —contestó—. Aunque queríamos salir de fiesta, si quieres, puedes venir con nosotros.

—Pero no me dejarás solita?

—Lo prometo.

Desde aquella llamada del martes, comencé a limpiar todo el departamento. Estefanía no estaba nada de acuerdo; lo que más me ha traído la relación con Junior han sido problemas con ella. Como hace dos días:

—De nuevo, otra más? —preguntó entrando a mi habitación mientras me enseñaba su celular—. ¿Cuántas van a ser suficientes para que te des cuenta?

Era un video nuevo de Junior con una chica en sus piernas festejando. De seguro en el after del último concierto.

—No puedo creer que aceptes esto, Paula —salió molesta del cuarto.

Esto se había repetido tantas veces que ya no me sorprendía. Odiaba cuando llegaba el fin de semana, pues sabía que saldrían nuevos videos de Antonio de fiesta con muchas chicas. A veces tenía la suerte de que solo fuera un video abrazándolas o bailando, pero la mayoría era besándolas. De todos modos, ya estaba acostumbrada.

Lo llamé, esto también se había hecho parte de la rutina.

—Bueno, mi amor. —contestó.

—¿Cuántas más van a ser, Antonio? —pregunté molesta—. De verdad, estoy harta.

—¿Ahora qué?

—¿Por qué haces esto? Siempre tengo temor de los videos que me enseñe Estefanía —reclamé—. Sabes lo mal que me haces sentir?

—¿Por qué no le pides que deje de entrometerse? —lo escuché molesto—. Todos nuestros problemas han sido por su culpa.

—¿En serio por su culpa? —alcé mi tono de voz—. ¿O porque tú te agarras a la primer morra que ves?

—No me grites —dijo en tono amenazante—. Yo te advertí que esto pasaría, ahora vienes a reclamarme.

—Siempre te excusas con eso, es la misma tontería todas las veces.

—Pues dejémoslo hasta aquí.

—Perfecto, no me vuelvas a buscar.

Colgué. Ni siquiera lloré; ya sabía lo que seguía. Estos tres meses habían pasado lo mismo cada fin de semana. Nos gritábamos por teléfono, terminábamos, al día siguiente amanecía con algún regalo y lo perdonaba. Recuerdo que la primera vez que ocurrió de nuevo no podía dejar de llorar:

—De nuevo, Junior? —pregunté apenas me contestó.

—¿Qué pasó, mi amor?

—Estefanía me mostró otro video tuyo con una chica —dije triste—. Creí que ya no iba a pasar.

Lo escuché suspirar.

—Ay, mi chula, ya habíamos hablado de esto —me contestó despreocupado—. Eso no lo voy a cambiar.

—Entonces, ¿ya? Tendré que aguantar esto siempre? —comencé a enojarme—. No tienes ni siquiera la puta intención, Junior.

—Ay, Paula, no estoy para reclamos ni para que me hables así —rodé los ojos al escucharlo—. Yo no tengo por qué darte explicaciones si por eso no quise formalizar para no tener estos problemas.

—¿Si? ¿No quieres formalizar por eso o para andar con quien se te ponga en frente?

—Tú aceptaste, no vengas a quejarte.

Ambos ya estábamos molestos por lo que nuestro tono de voz subió, ya gritábamos.

—¿Por qué no piensas tantito en mí?

—Pues si no quieres, dejémoslo hasta aquí.

Sentí mi corazón romperse.

—Prefieres que termine todo a dejar de besarte con todas? —mi voz tembló.

—Ya te dije.

—Pues dejémoslo, entonces.

Colgué y comencé a llorar. Me dolía el corazón, sentía tristeza. Estefanía entró al cuarto apenas me escuchó.

—Ay, Pau —me abrazó—. Ya déjalo, por favor.

Esa noche no dejé de llorar y Estef estuvo todo el tiempo junto a mí. Al otro día, desperté con un enorme oso de peluche, una bolsa Coach que le mencioné a Junior que quería en alguna de nuestras llamadas y muchos ramos de rosas.

Una hora después de recibirlo, me llamó:

—Mi amor, perdóname —lo escuché desesperado—. No quiero despegarme de ti, estoy muy feliz contigo.

Y aunque me da pena decirlo, lo perdoné.

la cherry; junior hWhere stories live. Discover now