CAPÍTULO 34: LA MENTE DEL REY

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Abrió las puertas del despacho del rey sin pensarlo, pero el silencio le recibió. Podría haber salido de allí, pero decidió adentrarse en aquel lugar al que nunca se había permitido prestarle atención. El despacho de Agust no era el lugar que más le gustaba, en verdad, nada de aquella casa le gustaba en lo absoluto. Pero Yoongi había aprendido algo, para derribar a un enemigo tenías que conocerlo. ¿Por qué no se había molestado en fijarse más en su hermano? La mano empezó a dolerle cuando los recuerdos acudieron a su mente, todavía podía sentir los huesos de su mano crujir al romperse y el dolor... cerró los ojos y respiró, mandando esos recuerdos de nuevo al fondo de su mente.

Empezó a caminar por el espacio, oscuro y ordenado. Tan perfectamente colocado que sabía que Agust se percataría si tocaba algo. Era un loco obsesivo por el control y eso podía ser un arma de doble filo. El escritorio, los cajones, ordenado y cerrado con llave. Aunque en el fondo, solo tenía que aplicar alguna de las técnicas que usaba V para abrir cerraduras y podría saber lo que había dentro. Pero no estaba tan desesperado como para jugárselo todo a ese primer movimiento.

Se dio la vuelta y observó por el enorme ventanal que había detrás de su escritorio. No se veía gran cosa aunque la imagen de su hermano de espaldas, justo como estaba él, le recordaba que era la pose que usaba para dar órdenes. Demostraba poder, control y dominación, determinado a lograr lo que quería. Pero la verdad detrás de aquella postura cayó sobre Yoongi como una verdad gritada a voces. Todos habían estado tan ciegos y asustados que no se habían dado cuenta de aquello. Agust no lo sabía todo, él no lo podía ver todo. Solo los controlaba por sus miedos, por los fantasmas que les atormentaban, pero no era un dios ni tampoco todopoderoso como se había molestado en hacerles creer.

No lo pensó demasiado, si quería meterse de lleno en la mente del rey tenía que empezar a actuar como él. La forma de ganarle la partida era adelantarse a su jugada, si podía darle eso a Jin sabía que le derrotaría. Y entonces él daría el toque final a aquella tiranía que había durado demasiado tiempo. Sentándose en el sillón, dejando que el aroma a whisky y tabaco le invadirá, se dio la vuelta observando de nuevo por el ventanal. Una risita escapó de sus labios, el poder que le habían dado por miedo era ridículo, pero a él no le había importado nada ser un perro obediente solo por asegurarse la seguridad de su amigo. Porque a Yoongi no le importaba morir, la vida no tenía sentido para él y sus manos estaban tan manchadas de sangre que sabía que tenía un lugar reservado en el infierno con su nombre. Nada de eso le preocupaba ni le molestaba, hasta que conoció a Jin.

Escuchó unos pasos, reconoció la impaciencia y el rítmico caminar al instante. Yoongi cuadró los hombros y se mantuvo sentado de espaldas a la puerta que había dejado abierta. La respiración agitada del otro le indicaba que estaba ansioso, algo habitual en él.

—Majestad, su querido bufón Jack se preguntaba si había noticias sobre el forense. Jack no es paciente, Jack quiere ver todo arder. —Y ahí estaba Jack, aburrido de seguir a Jimin y ansioso por poder llevar a cabo su plan. Sin saber que había tropezado en aquel preciso momento.

Yoongi se dio la vuelta y clavó sus ojos en los de Jack que se abrieron desmesuradamente al ver que no era Agust el que estaba sentado en su trono.

—Eres tan dramático y le tratas como si fuese un verdadero rey, supongo que por eso le gusta mantenerte a su lado. —Yoongi se inclinó hacia el escritorio tomando el abre cartas y jugando con él entre sus dedos sin dejar de mirar a Jack—. Tú no me has visto aquí y yo no te he visto a ti. De lo contrario, no verás más llamas que las del infierno cuando te mande ahí sin pestañear.

Jack podría haber jugado su carta de bufón real, podía contarle al rey que su perro había estado husmeando en su despacho. Pero la mirada de Suga era fría y oscura, no era una amenaza vacía, sabía que lo mataría sin dudarlo si le daba la ocasión. Algo en él parecía... peligroso y salvaje, sin control. El perro del rey parecía haber roto la correa y estaba dispuesto a destrozar a cualquiera que se pusiera en su camino. Jack no quería correr con esa suerte, así que solo asintió retirándose lentamente. Le daba igual que los dos hermanos se matasen entre ellos, él logaría cumplir con su objetivo y dejaría de ser un bufón, un fantasma. Para convertirse en alguien más, alguien como Jung Hoseok.

The D caseWhere stories live. Discover now