CAPÍTULO 12: CARPETAS

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NOTA: Recordatorio de que en esta historia aparecen escenas fuertes que pueden dañar la sensibilidad de alguien así como lenguaje brusco. Todo es ficción.

Si había algo que de verdad le gustaba al rey, era sentir el poder que tenía. Saber que en aquel gran escenario que era Daegu, su ciudad, él controlaba a todos los títeres. Entró en su casa sin prestar atención a nada ni a nadie, ni siquiera se percató de la presencia de Jimin en las escaleras. Llegó a su despacho y cerró las puertas detrás de él, sentándose en el gran sillón de cuero negro con toques dorados en los reposabrazos. Una perversa sonrisa empezó a curvar sus labios mientras dejaba las carpetas que le habían dado en la última reunión. Cada una de un color diferente, pero ahí estaban las únicas personas que habían logrado escapar de su control, hasta ahora.

Una carcajada lúgubre nació en las profundidades de sus entrañas, subiendo por su garganta hasta escapar de sus labios. Aquel sonido retumbó en cada parte de la casa, haciendo que a Jimin se le pusiera la carne de gallina. Algo realmente perverso debía estar pasando por la mente de Agust para que aquel sonido de triunfo total lo invadiera todo.

—Por fin, el rey ha vuelto. Me ha mandado un mensaje de que fuera a su despacho cuando él regresara. ¿No te ha escrito a ti pequeño Jimin? Supongo que ahora Jack le cae mejor al rey, debes de haberle molestado de alguna manera. —Jack apareció como un fantasma detrás de Jimin que mantuvo su cara de póker ante las provocaciones del otro. Se quedó callado, solamente observando a Jack bajar las escaleras dando saltitos y llamando a la puerta del despacho de Agust de forma rítmica antes de entrar. Estaba sucediendo algo extraño y no saber lo que maquinaba la mente del rey, lo ponía ansioso.

—Jack.

—Majestad, aquí estoy como me ha pedido. —Jack hizo una gran reverencia, sin duda era un personaje. El bufón de la corte del rey, uno que pronto le causaría gran entretenimiento porque hasta el momento había conseguido mantenerle bajo control. Pero estaba listo para darle luz verde a su locura.

—Siéntate, tengo un regalo para ti. La carpeta esta contiene información que te va a ser de utilidad. Empieza a poner en marcha tu plan querido Jack, ha llegado el momento. —El chico tomó la carpeta y observó el vibrante color rojo que tenía, ni siquiera prestó atención a las otras que tenía Agust en el escritorio. Sus ojos se iluminaron como si estuviera viendo un fuego ardiendo intensamente. La pequeña llama que había mantenido en su interior, empezó a crecer como si la hubiesen rociado con gasolina.

—Roja como las llamas, un gran detalle por su parte mi rey. Pondré el plan en marcha esta misma noche. —Se levantó dispuesto a salir del despacho y revisar la carpeta en la intimidad de su habitación. Pero Agust lo detuvo.

—Tengo otro pequeño obsequio para ti. Toma también la carpeta azul, la vas a necesitar para tu plan. —El chico arrugó la nariz al ver aquel color brillante, como si de un río de aguas cristalinas se tratase.

—Detesto el color azul, es como el del agua que apaga el fuego. ¿Por qué me sería de utilidad esta carpeta? —Agust sacó un cigarrillo del primer cajón del escritorio y antes de que pudiese buscar el mechero, Jack ya había encendido una cerilla para darle fuego. Tomó una profunda calada y dejó que el humo escapase de sus labios.

—En esa carpeta tienes el peor obstáculo que vas a encontrarte en tu plan. Tener información te da cierto poder y a ambos nos interesa que tu maravilloso plan salga bien. No me falles, no me decepciones y encárgate de todo para que los dos obtengamos lo que queremos. Y Jack, tómalo con calma, de momento. —El chico solo asintió mientras tomaba ambas carpetas y salía del despacho del rey. Subiendo los escalones de dos en dos, emocionado por abrir la carpeta roja, porque en ella estaba su mayor obsesión.

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