CAPÍTULO 13: LO SIENTO

146 22 49
                                    

El sonido del móvil lo despertó, sobresaltándole y dejando que aquel sueño reparador y profundo se alejara de él. Parpadeó un par de veces para que sus ojos se acomodaran a la pequeña luz que lograba colarse por las ventanas. Entonces se percató de la sudadera rosa a la que estaba abrazado. La soltó como si quemase y cogió el móvil, leyendo el mensaje del señor Kang, ya tenía listo lo que le había pedido el día anterior.

Suga se levantó de la cama arrojando la sudadera lejos de él, se dio una ducha rápida y se vistió. Cogió su móvil y no pudo evitar mirar de reojo aquella prenda, lo mejor sería deshacerse de ella, no tenía intención de volver a acercarse tanto al ratoncito. Pero terminó por doblarla y dejarla en la mesa de noche, justo encima del cajón donde había guardado la fotografía de su madre.

Bajó a la cocina en busca de su café para ponerse en marcha. No estaba de humor para charlar ni para pensar en nada más, tenía un claro objetivo. Ir a por lo que le había pedido al señor Kang y luego buscar a V, había llegado el momento de hablar con él o al menos intentarlo.

—¿Se te han pegado las sábanas Suga?

—¿Sigues de pie después de cómo mi hermano te hizo gritar ayer, Jimin? —El chico contuvo una risita, Suga no solía ser alguien conversador y pocas veces estaba de buen humor. Mucho menos iba a ser amable con Jimin que había sido el responsable de lo que sucedió con V.

—Está planeando algo, con Jack. Le dio unas carpetas y no te ha dado ninguna orden.

—¿Por qué crees que me importa o me interesa escucharte? Me importa una mierda lo que haga mi hermano con Jack y si él no te ha dado la información que quieres, pues te vas a tener que joder. No siempre se puede ganar en la vida Park. —Suga iba a salir de la cocina después de haber bebido su café rápidamente, no soportaba estar cerca de Jimin.

—Le ha dado luz verde a Jack para hacer algo y ambos sabemos cómo es él. Puede ponernos en peligro a todos, incluso a esa gente del mercado al que tanto sueles ir. —Aquello le hizo detenerse y girarse para mirar a los ojos a Jimin que esperaba alguna reacción por parte de Suga.

—Tal vez sea bueno, si Jack le pega fuego a toda esta jodida casa y estamos todos dentro. Al menos no solo tendremos la idea de estar en el infierno, lo estaremos realmente. —Sin decir nada más, salió de la mansión de los Min viendo cómo los hombres de su hermano empezaban a movilizarse y sintiendo la mirada de Agust clavada en su espalda. Sabía que le estaba observando desde el ventanal de su despacho, pero llegados a ese punto, a Suga nada le importaba más que el plan que él mismo tenía en mente. Se puso el casco negro, subió a la moto y aceleró. No pretendía escapar de la casa de los Min, solo recoger aquello que podía ayudar a su amigo. Era lo único que podía hacer por V y lo haría a toda costa.

No tardó demasiado en llegar al mercado Seomun, estacionó la moto negra y dejó allí el casco. Se acomodó la camisa negra de manga corta que llevaba y fue directo al restaurante de fideos del señor Kang. Todavía no estaba abierto al público, pero sabía que él estaba dentro.

—Señor Kang.

—Jefe, aquí tiene lo que me pidió. También tengo esto, los del mercado vinieron ayer a dármelo. El tipo extraño que camina dando saltitos, le vieron varias personas, parece peligroso. ¿Podrá mantenerlo lejos del mercado? —El señor Kang entregó un sobre con el dinero que debían pagarle a Agust, lo habían recogido antes del plazo acordado por temor a Jack. Aquello molestó a Suga que estaba agradecido con el señor del restaurante de fideos y con el resto de personas, nunca habían pedido nada y no merecían vivir con miedo.

—Gracias señor Kang. No te preocupes, no regresará por aquí, le advertí que se mantuviera alejado del mercado. Estaréis todos bien. Tengo que irme, avísame si necesitas algo o si le veis de nuevo merodeando por aquí. —Salió del restaurante de fideos topándose con un grupo de niños que iban al colegio. Eran los hijos de los dueños de algunos de los puestos del mercado. Se detuvo para dejarles pasar y todos le saludaron gritando su nombre. La gente en Daegu solía llamarle jefe, pero esos niños traviesos que solían retarle a jugar al baloncesto cuando pasaba por el colegio, se atrevían a llamarle Suga. Levantó la mano para despedirse de ellos, esa ciudad podía ser un buen lugar si la gente no viviese sometida al miedo. Pero había cosas que no se podían cambiar.

The D caseWhere stories live. Discover now