CAPÍTULO 26: EL PODER DEL REY

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Aquel parecía ser un día más en Daegu, como si nada hubiese cambiado, pero solo era la calma que precede a la tempestad aunque nadie lo sabía.

Hoseok y Namjoon habían llegado hacía unos minutos a la comisaría, uno intentaba ordenar su mente y aparentar que todo iba bien aunque no podía olvidar la noche anterior. El otro lidiaba con sus demonios interiores, las inseguridades habían empezado a expandirse por su mente y le dolía porque estaba seguro de que las había dejado atrás. Pero saber que Namjoon le estaba ocultando cosas y aquel encendedor que había encontrado no abandonaban su mente.

Ambos se detuvieron al observar nuevas caras en la comisaría. Nadie había informado a Namjoon de que recibiría nuevos agentes y tanta gente desconocida en su lugar de trabajo ponía en tensión a Hoseok.

Mientras Jungkook daba vueltas delante de la comisaría con tres cafés, un batido de fresa y algunos dulces. Su novio le había dicho que era una buena forma de empezar una disculpa y había seguidos u consejo. Aunque había un pequeño detalle que el inspector Jeon no le había comentado a Tae, no solía disculparse nunca. Tomó aire un par de veces, desde ahí podía ver a Namjoon y a Hoseok a través de la puerta acristalada de la comisaría y cuando por fin se decidió a entrar, Jin pasó por su lado.

—Vas a llegar tarde y pareces un loco dando vueltas tú solo aquí fuera. —La sonrisa de Jin le indicó que no estaba molesto con él, pero tenía que disculparse. Aunque su boca le respondió antes que su cerebro pudiese elegir las palabras adecuadas.

—Yo pareceré un loco, pero veo que tú has disfrutado de tu ducha. Todavía tienes el pelo mojado, ¿el gato salvaje no te ha dejado que te lo secaras? Se os escuchaba desde mi casa. —Las orejas de Jin se tiñeron de escarlata y abrió la boca en varias ocasiones para responderle a Jungkook aunque había dejado la mente de Jin en blanco, algo poco habitual.

—Si nos estabas escuchando es porque tú no debes haberte divertido, a eso se le llama envidia y si querías disculparte porque ayer fuiste un capullo, no te perdono. —Jin entró a la comisaría evitando el contacto visual con todos, aunque sí saludó a sus amigos con un ligero movimiento de cabeza sintiendo sus mejillas completamente rojas. ¿Tanto ruido habían hecho Yoongi y él? Se sentía avergonzado, pero no le daría el placer a Jungkook de poder burlarse más de él. Solo necesitaba un momento para recomponerse.

Entró en la sala forense listo para encender el ordenador y concentrarse en cualquier cosa que no fuesen las palabras de Jungkook, pero se detuvo cuando el aroma a tabaco y whisky le golpeó directo en la cara. Ahí estaba, de espaldas a él y justo delante de su mesa de trabajo, el rey. O como Yoongi le había llamado, Agust.

Pero el rey también percibió el aroma a fresas y a jabón, cuadró sus hombros y dejó que una sonrisa torcida apareciese en su rostro antes de darse la vuelta y quedar cara a cara con Kim Seok Jin.

—Buenos días SeokJin, ayer no empezamos con buen pie así que he venido en son de paz y te he traído un regalo. ¿Amigos? —El rey le tendió la mano a Jin sin dejar de mirarle fijamente a los ojos. Aquellos aires de seguridad a Jin le causaban escalofríos, detestaba a ese tipo con todo su ser. Así que simplemente pasó por su lado ignorando la mano del rey que quedó suspendida en el aire por unos segundos antes de que éste dejara escapar una pequeña risita.

—No puedes entrar aquí, solo se admite personal autorizado. Y no me interesa ser tu amigo. —Dejó sus cosas y se dispuso a encender el ordenador cuando se percató del tablero de ajedrez que había sobre su mesa. Observó las piezas y luego a Agust que había empezado a acariciarse la cicatriz. Aquel tipo no tenía nada que ver con su Yoongi, y odiaba que usara su nombre.

—Vamos a vernos a menudo SeokJin, te recomiendo que seas un poco más amable. Espero disfrutes del ajedrez, creo recordar que fuiste parte del club de ajedrez en la escuela secundaria y en la universidad. Y una cosa más, soy el alcalde no necesito autorización para ir a donde quiera, cuando quiera y cómo quiera. Que tengas un buen día SeokJin. —Tomó la reina de las fichas negras y se la guardó en el bolsillo interior de la americana sin dejar de mirar a Jin que seguía sus movimientos con precaución. No había sido consciente de que había contenido ligeramente la respiración hasta que el rey salió de allí. Entonces dejó escapar un suspiro y observó bien el ajedrez, las piezas no estaban colocadas en el orden correcto y la reina negra no estaba, pero la blanca tampoco.

The D caseWhere stories live. Discover now