CAPÍTULO 16: FRESITA

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Llegó al edificio del forense y no se detuvo a esperar al ascensor. Subió por las escaleras de dos en dos sin importarle nada más que llegar lo antes posible a casa de Hoseok. Le escuchaba respirar con dificultad al otro lado de la línea telefónica, se había negado a colgar la llamada. Su corazón estuvo a punto de detenerse cuando recibió aquella llamada y ahora lo único que quería era estar a su lado. No le importaron los camiones de bomberos ni el par de ambulancias que invadían la calle, su único pensamiento era Hoseok.

Se detuvo en la puerta y llamó un par de veces, ni siquiera se había dado cuenta de que la llamada se había cortado. La preocupación empezó a adueñarse del cuerpo del inspector.

—Hoba, soy Nam. Voy a entrar. —Sabía la clave de la puerta, al igual que Hoseok conocía la suya. Básicamente porque el inspector solía olvidarla con facilidad. Entró despacio intentando no asustar a Hoseok y rezando mentalmente para que se encontrara bien. Se detuvo en seco cuando le vio frente a la ventana, con el móvil entre las manos y su cuerpo temblando. Supo que estaba llorando por el movimiento de sus hombros. Con pasos calmados, aunque interiormente estaba desesperado por llegar a su lado, se acercó y acarició la espalda del forense.

Hoseok se sobresaltó ligeramente, pero cuando sus ojos bañados en lágrimas encontraron los de Namjoon, se lanzó a sus brazos y se rompió por completo contra el pecho del inspector.

—Namu... —Hipó varias veces intentando controlarse, pero aquellas lágrimas no parecían querer cesar. Seguramente eran todas las que había ido conteniendo a lo largo de los años por no preocupar a sus padres, por no parecer débil, porque no pensaran que era alguien con miedo. Pero aquellas llamas frente a él rompieron con todo y el miedo, mezclado con vagos recuerdos, le hizo entrar en pánico. Las manos de Namjoon acariciaban la espalda de Hoseok con calma, intentando que la respiración del chico se conectase con la suya.

—Tranquilo, estoy aquí Hoba y no voy a dejarte solo. Todo estará bien, estamos juntos ahora. —Un suave beso en la sien del forense consiguió calmarlo ligeramente aunque se aferró con mayor intensidad a la camiseta del inspector. Namjoon los arrastró a ambos hasta la habitación, justo al otro extremo del apartamento y lejos de la ventana donde todavía se veían las llamas. Se sentó en la cama haciendo que Hoseok se sentase sobre él y ambos se fundieran en un abrazo. No quedaba espacio entre sus cuerpos ni siquiera para que pasase una suave brisa. A ninguno le molestaba aquella cercanía y un silencio cálido les envolvió. Hasta que el llanto de Hoseok fue cesando y su respiración se fue acompasando.

—¿No vas a preguntar por mi ataque de pánico? —La voz de Hoseok era apenas un susurro.

—No, porque lo único que me importa eres tú. Si hay algo que pueda hacer por ti... —Namjoon bajó sus manos colocándolas a ambos lados de la cintura de Hoseok que se tensó al instante queriendo huir. Esa tensión le recordó a Namjoon que ahí estaba la zona delicada del cuerpo del chico que le hacía perder la cabeza—. Perdona, no quiero incomodarte.

Quitó las manos pero Hoseok se lo impidió. Apartó suavemente el rostro del cálido y duro pecho del inspector y se miraron a los ojos. El silencio que les rodeaba era pacífico e íntimo, tanto que el mundo podría desaparecer y ninguno de los dos se daría cuenta de ello. Namjoon levantó su mano hasta posarla en el rostro de Hoseok que cerró los ojos ante su toque y suspiró pesadamente. Se levantó a desgana de las piernas de Namjoon y se quedó de pie frente a él.

—¿Recuerdas lo que os conté en la piscina? Lo de mis padres biológicos y cómo casi muero quemado cuando era un bebé. No tengo recuerdos de eso, pero cuando he visto las llamas algo en mi mente ha reaccionado y he entrado en pánico. He llamado a los bomberos y luego, te necesitaba a ti. Cuando me tocas, me siento tan a salvo y seguro entre tus brazos que tengo miedo. No soy perfecto y... mi cuerpo no es bonito Namu. Por favor, no te alejes de mí después de esto. —Hoseok cerró los ojos con fuerza mientras se quitaba la camiseta lentamente, dejando ver las cicatrices provocadas por quemaduras que bañaban la parte izquierda de su cintura. Justo el lugar que le incomodaba que le tocasen. Unas lágrimas silenciosas bañaron el rostro del forense que seguía con los ojos cerrados y conteniendo la respiración.

The D caseWhere stories live. Discover now