Tregua

3 0 0
                                    

Momentos en los que ellos se confundían.

1°.

Adeline nos había invitado a su curso de manualidades en pareja y lo que empezó siendo divertido al ver como el idiota se iba frustrando cada dos por tres pero terminó siendo mi mayor pesadilla cuando llegó alguien que me reconoció por mis momentos de gloria en el arte.

—Pintas horrible—se burla el idiota a mi lado—Eso parece hecho por un niño de tres años.

—Al menos ya terminé no como otros que solo moldearlo les cuesta una vida.

Cambiando tomo la arcilla para ir a esa cosa giratoria que le daba forma pensado que ese sería más fácil que todo lo demás pero resultó siendo lo mas difícil mi arcilla se rompía y eso gastaba mi figurita. Me estaba desesperando hasta que sentí unas manos pasando por detrás para ayudarme con esto.

—Tienes que hacerlo más despacio—su aliento choca con el mío por la cercanía de nuestros cuerpos—Concentrate en la masa.

—No puedo si estás tan cerca de mi espacio personal.

—¿Acaso te pongo nerviosa?

—Mejor terminemos de hacer esto estamos dando un espectáculo digno de una pareja enamorada.

—¿Y no es ese nuestro propósito?—dejo de prestar atención a todo cuando por error nuestros rostros quedan a centímetros cada uno del otro—No te muevas, desde aquí parece que nos estamos besando.

Hago lo opuesto a lo que me pide volviendo a pelear con esa cosa viscosa que no quiere tomar forma. Cuando hemos terminado el curso y ya nos íbamos veo a un reportero tomando fotos desde un árbol y como sabía que Alexander me venía a reclamar lo callé juntando nuestros labios en uno solo creando un compás entre ambos.

Pensé que me rechazaría más no contaba con que me seguiría el beso que tampoco hice nada por detener hasta que Adeline se hace notar.

—Siento interrumpir pero estamos en la calle y tengo frío.

—Vamonos madre, vámonos—entrelaza nuestras manos mientras avanzamos al coche—¿A donde vamos ahora?

—Compras—decimos en unísono.

Mi vida empezó a sonar como una canción de Post Malone desde que conocí a Alexander no salía de una cuando ya estaba metida en otra, odiaba la vida de los ricos por este tipo de fiestas que ellos aseguran es para la caridad aunque más bien es para su bolsillo. Asistí por ser la prometida de Alexander no por gusto.

—¿Bailas conmigo?

—¿No tengo opción verdad?—niega sonriendo, tomo su mano sin ganas—Ya me quiero ir no me gusta este tipo de ambiente.

Deja una mano sobre mi espalda atrayendo mi cuerpo al suyo para empezar un compás con los pies.

—Creí que te gustaba ayudar a lo demás.

—Y me gusta pero esto es un farsa los dos sabemos que solo la quinta parte va para los más necesitados.

—No puedes asegurar eso.

—Si que puedo.

—¿Como?

—Trabajé de voluntariado varios años y siempre es lo mismo—cuento saltando la parte en la que le confieso que la organización le pertenece a mi madre.

—Dejame decirte que en esta no, quizás en la que trabajabas era así pero esta no.

—Da lo mismo no quiero estar aquí porfavor—Lo miro abriendo un poco los ojos para suplicar ese toque nunca falla.

—¿Te crees que puedes manipularme con esos ojos?

—¿Funciona?—pregunto.

—Terminamos el baile y nos vamos.

Sonrío con satisfacción al saber que pronto nos largaríamos, entre tantos hipócritas y estos zapatos no se quién me irritaba más aunque creo que la arpía se llevaba ese puesto.

Como pudimos nos escapamos hasta la azotea en donde nos quedamos a contemplar las maravillosas vistas, el me pasó su saco al ver que tenía frío así que se lo agradecí.

—Me encanta esta ciudad—confieso cerrando los ojos—Apesar de lo que dicen de ella yo la amo.

—Tiene sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas.

—Como todo el mundo la cosa cambia cuando llega alguien que sabe apreciar su belleza.

Nos quedamos en silencio y el se acerca a mi para susurrar algo.

—No mires hay unos cuantos reporteros detrás de ti y otros en el edificio de enfrente.

—¿Que sugieres?—me llevo el labio a la boca para tratar de controlar mi toc y no arreglar su pajarita.

—Perdoname—dice y antes que pueda reacción sus labios ya están sobre los míos invadiendo cada gota de oxígeno.

Paso mis manos en su cintura mientras el toma con una mano mi cabeza para profundizar el beso, las tiras de mi vestido se bajan y el las vuelve a subir al mismo tiempo que me sube a la barandilla del borde para seguir repartiendo besos por todo mi cuello.

—No deberíamos hacer esto—dice él mismo pero no para.

Al darnos cuenta de lo que acabamos de hacer nos separamos,el me baja y acomoda mis tiras.

—Será mejor hacer de cuentas que esto jamás paso—zanja tomándome de la mano para irnos.

—Estoy de acuerdo contigo jamás pasó.

NO SUELTES MI MANOWhere stories live. Discover now