Capítulo 25. Venganza

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Está aquí, está aquí, son más de 9k palabras, dios TwT

Listos o no, aquí vamos.

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Eri no merecía lo que la vida le dio. Nacer en el seno de una familia que no la deseaba, ser abandonada, para posteriormente perder a la única persona que le demostraba cariño auténtico, ver el desastre y derrumbamiento de una sociedad ya lo suficientemente podrida que le terminó de quitar la oportunidad de llevar una vida normal. No era la mejor infancia.

A Mirio le tomó bastante tiempo y mucha diligencia averiguar que el modo que Kai utilizaba para curarse venía de la sangre de una persona, fue sorprendente que se tratara de una niña.

La primera vez que la vio fue en una casa mal construida, a mitad del bosque en donde estaba asentada la pequeña aldea que ahora era el grupo de Kai. Ella jugaba en la parte de atrás, arrodillada en el barro manchando su pequeño vestido rojo.

Él escuchó la risilla, miró por encima de la tela que limitaba el "patio" de Kai, y la encontró, ella le sonrió. Con sus labios apretados entre ellos y sus enormes ojos color miel sentellando. Mirio no tuvo tiempo ni de presentarse, Kai apareció detrás de ella y le gritó por estar jugando en la tierra.

En ese momento no se notaba, traía una playera manga larga debajo del vestido y no podían verse, pero sobre su delicada piel, sus brazos estaban llenos de pequeñas heridad causadas por objetos punzantes.

Él se volvió su amigo aún así, creía que era injusto que una niña fuera criada de esa manera por un alfa al que, evidentemente, no le importaba su bienestar emocional. Eri apenas tenía contacto con otra persona que no fuera su cuidador omega, Kai y otro muchacho que al parecer, se dedicaba a monitorear su salud. Mirio hablaba con ella a través de la tela, aunque ella no pudiera verlo, Mirio le hablaba de lo mucho que se podía hacer afuera, de cómo era el bosque y los animales, del sabor de las bebidas gaseosas, y muchas otras cosas que, tal vez parecieran tonterías, pero para Eri eran un mundo de cosas desconocidas. Saber cómo eran las cafeterías de postres antes, era como los cuentos de hadas para los niños que habían vivido en un mundo normal.

Mirio se dio cuenta entonces, de lo mucho que habían cambiado las cosas. Aunque fuera difícil, él había corrido con mucha suerte. Se sintió afortunado desde que todo comenzó, había estado de vacaciones con Tamaki en un enorme resort cerca de la playa. Reunirse con Nejire y el resto de los que eran su equipo no fue difícil. Tenían entrenamiento, podían hacerlo, si tan solo pudiera salvar a más gente.

Se aferró a la idea de que Tamaki estaba con él y abandonó la de ser un salvador.

Saber que ahora, si tuviera un hijo, o sus amigos lo hicieran, o todos los niños que nacerían apartir de ahora, no volverían a tener una infancia normal. Él creció viendo televisión, estudiando, soñando con ser un héroe cuando fuera grande pero, ahora, los niños crecerían teniendo que aprender a defenderse, su sueño sería dormir sin miedo.

Afectado por aquellos pensamientos y, muy convencido, de que Eri se merecía algo más, decidió que podía convencer a Kai de que le podían dar una infancia más o menos normal dejandola salir, se comprometería a ser quien la protegiera, porque hasta ese momento, Mirio creía en realidad que Kai la quería.

Pero no podía estar más equivocado.

Cuando él reunió el suficiente valor, Kai ya sabía que él rondaba a la niña.

-Es nieta biológica del viejo jefe, -le explicó, respirando entrecortadamente mientras se mantenía en pie sujetando su porta sueros -su hija desapareció después de tenerla, la despreció y la dejó a su cuidado hace 6 años, cuando esto comenzó el viejo ya no estaba, ella ha estado a mi cuidado hace casi 5 años, creí que moriría.

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