Capítulo 4. Prisión

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—¡Ah! —todos voltearon a ver a Ochaco tras su grito.

Katsuki estaba explicando el plan por tercera ocasión cuando ella solo había aplaudido y dicho:

—¡No puedo creer que no se me haya ocurrido antes! 

—¿Qué cosa? —le preguntó el rubio alfa algo exasperado. 

—Peces. 

Nadie dijo nada durante un momento, solo se escuchó el sonido de Denki aplastando un mosquito entre sus palmas. 

—¿De qué hablas? 

—Debe haber otros animales en la granja del señor Koganegawa. 

Los ojos de todos, se abrieron con sorpresa.

Esa misma tarde Katsuki, Izuku, Ochaco, Inasa y Sato partieron hacia el norte de la ciudad, donde estaba la granja de peces del señor Koganegawa. El hombre era un anciano al que le gustaban mucho los animales de granja, a la gran mayoría los trataba como mascotas, además de los peces, criaba gallinas, cabras y conejos. A Ochaco le gustaba encargarse de estos últimos cuando trabajaba con él.

Para la castaña no fue fácil ver al señor colgado de una viga del establecimiento cuando llegaron. 

—Al menos decidió como dejar este mundo por sí mismo ¿no crees? —intentó subirle el ánimo el alfa de cabello corto.  

Izuku y Katsuki dieron la vuelta primero, los depósitos estaban casi secos y olían a podredumbre, pero Ochaco sabía que el señor Koganegawa guardaba sus mejores especímenes en tanques automáticos, se filtraban solos y mientras los dispensadores de comida estuvieran llenos funcionaban por su cuenta también, tal vez habría algo con vida ya que la mayoría de los dispensadores estaban conectados a un panel de energía solar y no a la luz, quizá, sólo quizá, tendrían suerte. Además, del otro lado de la propiedad los conejos y las gallinas siempre estaban fuera, encerrados dentro del terreno de la casa pero libres.

Para su suerte, si había, no peces pero si una buena variedad de crustáceos.
Al parecer los conejos habían escarbado debajo de la cerca y cruzado del otro lado por lo que probablemente seguían con vida pero sería imposible atraparlos ahora que estaban libres. Las cabras seguramente encontraron su propia salida en medio de la desesperación por conseguir alimento porque tampoco había ninguna.
Las gallinas fueron una historia aparte, ellas estaban fuera de la cerca pero parecían permanecer en algún lugar cercano de la que había sido su casa. Tomó un buen par de horas corriendo detrás de ellas con sabanas pero lograron capturar 4 y un gallo.

Movieron con ellos un par de jaulas y cargaron alimento.

El problema de las gallinas se solucionó, fue casi un golpe de suerte, pero ahí, sobre el muro de hormigón, con el rifle 22 golpeando mal su hombro, Ochaco pensó que la suerte se le había acabado aquel día. 

El plan era simple, primero el patio frontal, se cierran las vías de acceso internas y se despejan los muros. No debía tomarles más de una hora esa primera parte. 

Entonces por qué estaban tardando tanto. 

Frente a la prisión había una pequeña vía de acceso sin pavimentar, un puente que cruzaba el rio y justo detrás de este un claro bastante amplio donde estacionaron todos los vehículos. En total eran tres autos, tres camiones y el camper, todos abarrotados hasta el cuello de provisiones, agua, contenedores, ropa y medicamentos. El caballo y las gallinas tendría que esperar en la granja ya que transportarlos resultaba muy difícil por ahora, así que asegurarían la prisión antes que nada.

Dos días antes del asalto, al mismo tiempo que Ochaco recordaba lo de la granja de peces, a Sero se le ocurrió que quizá podrían ir a echar un vistazo a la autopista. Era justamente la que Katsuki había visto desde el helicóptero el día que escaparon de Tokio. Sin embargo, la vista era distinta a la de aquel entonces pues, había una enorme cantidad de autos atascados por un choque al final del embotellamiento.  

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