Capítulo 20. Bombas

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Se suponía que ayer iba a publicar, pero lo corregía en la cama por la noche y me dormí xD. Lo lamento, aquí tienen. La siguiente actualización será entre el miércoles y el jueves, porque si no moriremos de la angustia TwT

Dejo la nota al inicio, porque sé que este es, por mucho, el capítulo más difícil de todos hasta ahora.

Solo quiero que sepan que mantengo mi promesa de un final feliz. Así que diré, confía en el proceso.

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La tortura duró con exactitud 6 horas, 34 minutos y 23 segundos, Katsuki contó cada segundo intentando mantenerse cuerdo. Uñas, cabello, piel. Estaba seguro que si se viera al espejo no se reconocería, sus ojos se cerraban por la hinchazón y la simple brisa del aire le dolía en el rostro. Sangraba, por todas partes, no había un solo lugar de su cuerpo que no lo hiciera.

Dolía, como el infierno. Chisaki desahogó cada frustración que había acumulado durante años por su causa, había sido lo suficientemente cuidadoso para no cortar de más y hacerlo de modo que no fuera mortal. Cuando se hartó, lo colgó del techo, amarrado de las muñecas, como si fuera un trozo de res puesto a desangrar.

La posición, además de las costillas rotas, le dificultaban la respiración, si no le permitía a sus pulmones tomar aire adecuadamente sus heridas sanarían con menos rapidez. Su estado de alfa ayudaba a resistir, pero cuando la luz del sol comenzó a ocultarse, supo que no resistiría por mucho tiempo.

Entonces una puerta chirriante se abrió, se escuchaba no muy lejos. El aroma agrio se disparó por todos lados. Le hizo reaccionar.

Era Izuku, el aroma agrio era el aroma de un omega amenazado. ¿Ellos le estarían haciendo algo? El miedo y la desesperación le embriagó, su respiración dificultosa se alteró. Se escuchó un segundo chirrido y los sonidos amortiguados de Izuku quejándose. Entonces la puerta de la habitación en la que lo tenían se abrió.

Sus ojos se inyectaron en dolor cuando lo vio. El omega estaba desnudo, salvo por una camisa que apenas le cubría los hombros, las manos atadas tras la espalda y un pañuelo cubriendo sus labios. Se quejaba del gigantesco alfa que lo jalaba y lo empujó dentro. La ira en los verdes ojos se escapó apenas pudo reconocerlo, su expresión de enojo cambió en un segundo a una de absoluto terror.

Cayó frente a su cuerpo colgado, sin importarle que manchó sus rodillas de la sangre del alfa, que ya había formado un pequeño charco. Sus ojos se humedecieron inmediatamente y no tardó mucho tiempo para ponerse a llorar.

El desconocido alfa avanzó, ya sin preocuparse por él, tomó la cuerda de la que colgaba en el extremo de la habitación y la cortó. Katsuki cayó al suelo sin cuidado, lastimando más sus heridas en el proceso. Izuku inmediatamente lo alcanzó en el suelo, llorando desconsolado por el estado del alfa.

La puerta se cerró y los dejaron solos.

Izuku miró el cuerpo de Katsuki, preocupado y llorando, se obligó a calmarse para intentar ayudar en algo. Doblando su cuerpo sobre sí mismo, llevó las rodillas al pecho lo más cerca que pudo y jaló sus muñecas por debajo hasta que las sacó por el frente, agradecía su flexibilidad y que su torso fuera pequeño en momentos como esos, con sus manos jaló la venda que le cubría la boca hasta que la tela colgó sobre su cuello. Entonces comenzó a morder la cuerda que mantenía sus manos juntas con desesperación hasta que logró sacar el nudo.

Una vez libre, rápidamente arrastró el cuerpo sin fuerza de Katsuki lejos del centro, contra la esquina más alejada de la puerta, recargó su espalda en la pared y rápidamente buscó a tientas, con muy poca luz filtrándose, dónde estaban las heridas que no paraban de sangrar, se quitó la camisa y la partió en tiras, sin importarle quedar completamente expuesto, solo pensaba en detener la sangre.

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