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La luz del alba apenas y comenzaba a filtrarse a través de las cortinas de la habitación de Hairo Kineshi cuando él se despertó. Como lo hacía habitualmente, giró sobre la cama y se tiró al piso para hacer sus cinco flexiones de buenos días.
Eso era solo para despertarse.
Con un suspiro de anticipación, se estiró con energía, y se dirigió trotando al baño donde entró y salió en 7 minutos exactos. Nunca salía vapor de su baño, jamás. Hairo era de aquellos psicópatas que se bañaban con agua helada aun si eran las tres de la madrugada un día nevado. Aunque en su defensa, había que decir que gracias al aura de calor que su cuerpo irradiaba constantemente, las duchas heladas eran de sus momentos más "tibios" del día. Sus 7 minutos favoritos.
Se miró al espejo de su habitación aun en toalla. La luz tenue de la habitación acentuaba las sombras de sus músculos, haciendo que cada contorno resaltara en su piel bronceada, destacando además las venas que recorrían brazos y piernas.
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