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Rey ahogado.
— ¡Oh! Esto debe ser una broma. —Yumiko resopló al ver como la reina blanca tenía acorralado a su rey; sin importar a donde se moviese quedaría en estado Jaque.
Golpeteo sus uñas —que aún se habían conservado largas y bellamente cinceladas desde navidad— contra el reposabrazos de la silla, intentando encontrar alguna salida. Pero al final, y de mala gana, se vio obligada a bajar su rey para aceptar su derrota con deportividad.
La tercera derrota, para ser más precisos.
—El abuelo José juega ajedrez el solo todos los días —comentó Kenta, quien se encontraba haciendo un juego de equilibrio con el bastón de la mujer, recargándolo en su pie e intentando mantenerlo erguido, saltando con su pie restante por todo el vestíbulo del edificio—, es imposible que lo derrote.
—Pero usted también lo hizo muy bien oba-chan —la felicitó con educación el pequeño Jun—. El abuelo esta vez hizo un Gambito Englund, lo normal es que la hubiera vencido en ocho movimientos, pero como usted se dio cuenta tuvo que cambiar de estrategia —mencionó con timidez pero también con seguridad, dando a denotar que, a diferencia de su hermano, él si había estado muy atento a toda la partida.
Al abuelo José, por su parte, no se le veía muy emocionado por su tercera victoria consecutiva. Simplemente acomodó sobre el puente de su larga nariz sus lentes ojos de mosca (Como solía llamarlos Yumiko gracias al aumento que estos le daban a los ojos), y luego solo volvió a colocar cada ficha de madera en su posición inicial, como un autómata.
—Bueno, debo admitir que tampoco he practicado mucho. La próxima vez deberíamos jugar Shogi. —La mujer había superado el enojo del fracaso rápidamente, y ahora solo tenía una sonrisa resignada—. Y no es por alardear, pero gane algunos premios de Shogi en mi juventud... quizás en el sesenta y...
