Destinada a sobrevivir.
Destinada a luchar.
Destinados a protegerse.
Geralt de Rivia, conocido por muchos nombres, pero por todo el mundo como Brujo (witcher), un mutante creado para matar monstruos a cambio de unas monedas.
Su vida solitaria...
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Con el amanecer del tercer día, me di cuenta de que no podía vivir más en la nube que nos proporcionaba mi tienda, apartada del mundo real.
Observé a Geralt mientras dormía, una de las pocas veces que yo despertaba antes que él. Su rostro relajado mostraba tanta paz que no pude evitar sonreír. Volví a recorrer con las yemas de mis dedos y la suavidad de una pluma las líneas de su rostro, grabando su expresión relajada en mi cerebro y esta cama como mi lugar feliz para volver cuando lo necesitase.
Seduce mi mente y podrás tener mi cuerpo. Encuentra mi alma y seré tuya por siempre. Varios habían conseguido lo primero, con mejor o peor resultado. Pero Geralt... Geralt había encontrado mi alma desde que tenía 7 años. Y desde niña fui suya.
Sus párpados se abrieron lentamente, perezosos, parpadeando un par de veces, y mi estómago dio un vuelco cuando sus ojos dorados se fijaron en mí y sonrió.
-Buenos días, ¿has dormido bien?- Susurro, usando mis manos palma contra palma como almohada.
-Contigo siempre.- Y eso me hace sonreír a mí también. Pero no tardo en suspirar.
-Deberíamos volver al mundo real y buscar otro sitio. Llevamos demasiado tiempo en el mismo lugar obviando las precauciones y ya hemos tentado mucho a la suerte.- Indico triste. Mueve la boca en una expresión de fastidio.
-Tienes razón.- Acepta suspirando.- Pero sólo... cinco minutos más.- Remolonea mientras me abraza y no puedo evitar reírme como una adolescente.
Y cuando me mira con esos ojos de un oro líquido, no puedo evitar sonrojarme.
-¿Por qué me miras así?- Pregunto sin poder evitar mi sonrisa bobalicona, que a la Ailith de hace unos años le provocaría ojos en blanco y arcadas.
-Tienes la sonrisa más bonita que he visto en mi vida.- Responde con toda la seriedad que la expresión soñadora le permite.
Mi reacción inicial habría sido contestar que no dijese tonterías, pero me lo pensé mejor rápidamente y decidí no arruinar un momento así.
-¿En serio?- Digo en su lugar.
-Sí.- Afirma antes de besar mi nariz.- Cuando sonríes te ocupa la mitad de la cara.
-¡Geralt!- Exclamo pegándole un manotazo en el pecho.- Eso suena horrible.- Frunce el ceño como si me hubiese vuelto loca.
-Es encantador.- Rebate.
-Deforme.
-Deseable.- Insiste. Y aunque intento ponerme seria para que la sonrisa no me ocupe la mitad de la cara como él dice, no puedo hacer que mis labios se peguen.
