XX- Conversaciones de taberna.

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Al amanecer, cuando recogemos para continuar el camino hasta el pueblo más cercano donde vender los monstruos, Ailith parece estar como siempre

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Al amanecer, cuando recogemos para continuar el camino hasta el pueblo más cercano donde vender los monstruos, Ailith parece estar como siempre.

Callada, claramente está decidida a no volver a mencionar su frase lapidaria de anoche, aunque a mí me causó mal sabor de boca repitiéndose una y otra vez en mi cabeza hasta que me levanté.

¿Por qué tanto enfado por mi preocupación? ¿Qué esperaba acaso? La incertidumbre de saber si la kikimora reina habría acabado con ella ayer me degarraba las entrañas, y no pude evitar que se me escapase mi apodo por esa preocupación. Porque ella sigue siendo Ciri, adulta y mucho más poderosa y menos frágil, pero la misma Ciri por la que me preocupaba y preocupo.

La mirada lastimera de Jaskier tras el espectáculo provocó que le ladrase unas malas palabras antes de irme a la tienda a masticar los restos de miedo, rabia y bilis, a pesar de que él no tuvo culpa de nada.


Llegamos entonces al pueblo de Rinde. Es uno de los pueblos más hostiles con los magos, así que podemos estar tranquilos en cuanto a las lealtades con el Consejo.

Pero los Brujos tampoco son sus personas favoritas, y no tardan en hacérnoslo saber.


Entramos en la taberna buscando al dueño para que corra la voz de que hemos cazado a las kikimoras que mermaban sus rebaños y que venimos a vender los restos y a cobrar por el trabajo. Entramos con nuestras capas para no llamar demasiado la atención sobre quiénes somos, sobre todo Ailith, cuya capucha apenas deja ver una parte de su rostro.

Las voces festivas de la taberna pronto se convierten en un silencio hostil tras el sonido de la puerta cerrándose y nuestros (mis, más bien) pasos acercándose a la barra.

Acostumbrado, continúo hacia mi objetivo, impasible, a pesar de que todos los ojos están puestos sobre mí. Ailith y Jaskier se alejan al final de la barra para que no asuman que vamos juntos, ya que seríamos demasiado cantosos, mientras aprovechan para pedir algo de comer y beber.



-¿Qué le pongo?- Pregunta la tabernera, la única de todos los presentes que parece no tenerme un odio irracional. Le muestro el cartel de Se busca Brujo.

-Busco la casa del alcalde, traigo las kikimoras.- Comienza a darme las indicaciones, pero es cortada bruscamente por el tabernero, que vuelve a la barra y la hace marchar con un movimiento brusco de cabeza.


Puedo ver por el rabillo del ojo como Ailith nos observa desde las sombras, y podría jurar que escucho sus dientes crujir rabiosos.


-No queremos a los de tu calaña aquí.- Me suelta el humano haciéndose el valiente aunque puedo oler su miedo.

THE WITCHESS //  The Witcher fanficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora