Destinada a sobrevivir.
Destinada a luchar.
Destinados a protegerse.
Geralt de Rivia, conocido por muchos nombres, pero por todo el mundo como Brujo (witcher), un mutante creado para matar monstruos a cambio de unas monedas.
Su vida solitaria...
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Por cómo se tensan sus hombros, sé que me ha oído llegar, aun así, no cambia su postura de meditación cuando me siento a su lado.
Habría quedado mucho más raro el haberme vuelto corriendo, y si quiero olvidarme de ese puto sueño, y, sobre todo, de esa puta sensación de amor y alegría de mí misma embarazada de Geralt, tengo que normalizar el tenerlo al lado.
Nos quedamos en un silencio cómodo, sólo con el sonido de la noche y las olas, meditando, pensando, hablando con nuestra mente.
Cuando ambos hemos terminado nuestra meditación (cosa que no sabía que también compartíamos), los dos nos observamos de reojo, con palabras en la punta de la lengua, pero sin atrevernos a decir nada.
Observo sin querer el tenue movimiento de los mechones sueltos de su pelo ceniciento moviéndose con la brisa, y entonces me urge la necesidad de romper el silencio.
-¿Tú no duermes nunca?- Suelto, levantando levemente la voz más allá de un susurro. Una de sus comisuras se levanta.
-Así tengo menos pesadillas.- Explica. Pero entonces su expresión se torna seria, ante un recuerdo doloroso.- Excepto esa del trol de piedra... demasiado amable...-Suspira.- Difícil de olvidar.- Voltea su mirada hacia mí. - ¿Y la tuya?- Me encojo de hombros, quitándole importancia, y le relato la pesadilla recurrente por la que seguro me ha escuchado luchar desesperada en sueños.
-El caballero negro me lleva a caballo, Cintra arde. No soy capaz de impedirlo.- Murmuro. Se queda en silencio, observándome, como si pudiera ver a través de mí, de mis muros.
- Escapaste.- Me recuerda.
-Sólo tuve suerte.- Contesto amarga.
Ambos nos quedamos callados, el peso de los malos recuerdos sobre nuestros hombros, hasta que sus ojos dorados me miran, y me preguntan con voz calmada:
-¿Qué tal tu habitación?- Lo miro sorprendida, y por la sonrisa amable que pugna por salir, sé que no me he equivocado. Está rememorando la noche en la que nos conocimos, en esta primera noche que pasamos juntos.
-Con ratas.- Contesto con una leve sonrisa, sintiéndome mucho más ligera y cálida. Y observo como él se mueve muy levemente, lo justo para que las puntas de nuestras rodillas se toquen, pero ese punto se siente tan caliente como si tuviera las manos sobre mi piel.
-Eso es bueno. Significa que es de las más cálidas.- Repite como aquella vez, con esa sonrisa. Mi sonrisa.
Mi pecho se siente cálido de nuevo, y la sensación es como una manta que me arropa. Suspiro y cierro los ojos.
-Gracias, Geralt.- Susurro.
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