Destinada a sobrevivir.
Destinada a luchar.
Destinados a protegerse.
Geralt de Rivia, conocido por muchos nombres, pero por todo el mundo como Brujo (witcher), un mutante creado para matar monstruos a cambio de unas monedas.
Su vida solitaria...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Esperé agachado en el bosque a que llegara la noche, agazapado bajo un árbol y mi raída túnica bajo el temporal. Por puro cansancio, cerré los ojos.
El temporal arreciaba en Kaer Morhen, y hasta yo, con la mutación, notaba el frío que hacía. Por eso busqué con ahínco dónde estaba Ailith, pues la fortaleza estaba congelada, y ella por muchas capas que se pusiera, seguía siendo una pequeña humana con la carne pegada a los huesos sin nada de grasa que la mantuviese caliente.
La encontré medio dormida frente al pequeño fuego, arrebujada en toda la ropa que pudo encontrar, los dientes castañeando.
Me miró confundida cuando quité una de las finas mantas para ponerla en el suelo antes de hacerla acostar allí, pegada lo máximo posible a la lumbre sin riesgo a que se quemase si saltaba alguna chispa. La tapé con mi vieja capa y la abracé por detrás, esperando que mi todavía pequeño cuerpo de nuevo brujo le pudiese dar el calor suficiente. Se relajó casi al instante con un suspiro en cuanto pegó su espalda a mí, y poco a poco dejó de temblar y castañear en cuando se templó.
Fue la primera noche que dormí con ella, y también la primera tras la conversión que no tuve pesadillas.
Abro entonces los ojos de golpe, todavía sonriendo en el recuerdo, y todo lo que veo es que estoy solo en el bosque con el granizo golpeándome donde el desnudo árbol no puede guarecerme.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Esa misma noche de luna llena, cuando el sol comenzó a ponerse, me encaminé al castillo maldito.
Los guardias me esperaban, preparados para atacar, por lo que no dudé en desenvainar mi espada.
-Rápido eres en atacar, Brujo.- Exclama el Rey abriéndose paso entre sus soldados.- A pesar de que Triss Merigold me pidió que confiara en ti.- Pero debe hacerlo, porque se acerca a mí, desarmado.- Sé sincero, ¿crees que funcionará?- Me susurra en confidencia.
-No lo sé.- Respondo. Si algo me caracteriza, es la sinceridad.
-¿Será mi... mi hija normal?- Pregunta preocupado con la voz tomada.
