Destinada a sobrevivir.
Destinada a luchar.
Destinados a protegerse.
Geralt de Rivia, conocido por muchos nombres, pero por todo el mundo como Brujo (witcher), un mutante creado para matar monstruos a cambio de unas monedas.
Su vida solitaria...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Sardinilla bufa jadeante por todos los kilómetros de galope que lleva. Siento llevarla hasta la extenuación, pero el tiempo corre desde que vi las llamas de Rivia desde las colinas. Temo que sea demasiado tarde.
Cuando desmonto y comienzo a correr dentro de los muros de la ciudad arrasada, todo lo que veo es muerte. Restos de fuego, batalla y un manto de cadáveres ensangrentados que riegan el suelo.
Busco angustiado por toda la ciudad, sin encontrar supervivientes ni rastro de Ailith.
Si no hay supervivientes por aquí, significa que gran parte del pueblo ha conseguido huir, pues sólo veo soldados por las calles.
Azuzo a Sardinilla hacia el bosque que contorna Rivia. Y cuando veo el panorama a la tenue luz de la luna, mi esperanza se desvanece.
Sí, hay un campo de refugiados. Pero en el mismo estado que la ciudad de Rivia. Esta vez los cadáveres son más variopintos: soldados, hombres, mujeres y niños.
No contentos con arrasar todo un pueblo, se vengaron arrasando el campo de supervivientes. ¿Cómo iba a poder sobrevivir Ailith a algo así?
Había llegado demasiado tarde.
No había podido cumplir mi promesa.
De nuevo, la había perdido sin poder decirle adiós.
Mientras camino desolado entre los estragos, me encuentro a lo que imagino es un labrador, arrastrando cadáveres entre gemidos de esfuerzo.
Detengo a Sardinilla y lo observo cruzado de brazos.
-Nada bueno aguarda a los ladrones de tumbas.- Aviso. Mi baja opinión sobre sus actividades se filtra en mi tono de voz.
-Si fuera ladrón, me llevaría sus cosas, Carnicero.- Contesta ofendido.
-Y si yo fuera Carnicero, tú estarías ahora con los cadáveres.- Siseo. Se queda mirándome, mordiéndose la lengua.
-Iba a casa y me encontré a estos pobres desgraciados. Esos endemoniados nilfgaardianos no tienen el más mínimo respeto por los inocentes. Refugiados riviadanos. Muertos desde hace días. Ahora son un festín para los cuervos.- Se lamenta mientras continúa moviendo los desperdigados cadáveres para juntarlos en una fosa común.
Mi medallón comienza a vibrar levemente, y puedo escuchar un enjambre de moscas cada vez mayor.
