VI- La espada del destino

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Satisfecha con mi bolsa chorreante de oro, me dirijo a la posada para recoger mis cosas y regalarme una buena comida antes de ponerme en marcha de nuevo

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Satisfecha con mi bolsa chorreante de oro, me dirijo a la posada para recoger mis cosas y regalarme una buena comida antes de ponerme en marcha de nuevo.

Soy recibida con aplausos e invitada a un delicioso guiso de ciervo. Intento no mostrar mi incomodidad y tranquilizarme por la falta de anonimato pensando en que esto también llegará a mis enemigos. Les mostrará de nuevo lo fuerte que soy, que no soy fácil de engañar y, además, seguirán mirando por encima de su hombro, pues no sabrán dónde estoy una vez me haya ido de aquí.




-El mundo está loco, Demelza, te lo digo en serio.- Escucho que comenta un anciano a la posadera que le sirve vino.- En todos mis años de vida no había escuchado nunca sobre ese monstruo de las pesadillas, y esta semana han atrapado a dos.- Pongo toda mi atención en el viejo.- En la frontera de Caingorn han cazado a uno que tenía a todo el pueblo sin dormir. Lo ha hecho el brujo ese... el famoso de las canciones...

-¿El Lobo Blanco?- Ayuda la posadera.

-¡Ese! El demonio no había matado a nadie, y no era tan peligroso como este, pero llevaba campando a sus anchas mucho más tiempo. Dos monstruos así de raros en el mismo tiempo y en el mismo reino... ¡Te digo que es para preocuparse!




Dejo entonces de escuchar la retahíla conspiranoica y me levanto tras terminar la última cucharada.

Geralt estaba cerca. Sólo tendría que cruzar al otro lado del reino y podría verlo.

Sería fácil y muy rápido con un portal. Podría verlo y luego me iría otra vez.

No había podido dejar de pensar en nuestro último encuentro, por más que lo intenté. Y estaría bien quitarse el mal sabor de boca que me había dejado el mahr convertido.

Y eso fue precisamente lo que me enfadó. El darme cuenta de que todavía seguía siendo importante para mí. Tan importante que el mahr pudo usarlo en mi contra y hacerme dudar unos preciados segundos.

No. Era una idea pésima, salida de la debilidad y de los recuerdos de mi infancia y juventud. No era Ailith la adulta y racional quien estaba hablando ahora, era la niña.

Y no puedo permitírmelo. Son sólo sentimientos, desaparecerán.



Haberlo encontrado en Oxenfurt y lo que pasó luego es la confirmación de que lo único que trae el pasado, en concreto Geralt de Rivia, son problemas.

Así que me encuentro cabalgando en dirección completamente contraria a la que había pensado en un principio.

Se supone que debo ir hacia alguien, más concretamente, hacia la siguiente fase de mi plan y acercarme cada vez más a las guaridas de los magos. En cambio, estoy huyendo de la persona que hace tambalear todos mis minuciosos planes y mi control.



Todo esto podría ser un juego del destino, si es que realmente estábamos conectados de algún modo. Esa estupidez.

La espada del destino tiene dos filos. Y yo elijo el que seguir.

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