treinta y cuatro

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Ocho días

192 horas

Una ciudad

14 planes

Y aún nos queda el último por cumplir, el número trece

Con el cielo oscuro y en plena noche, hemos llegado a un lugar donde una amable tatuadora mexicana nos decidió atender, a pesar de estar a punto de cerrar su tienda, al escucharnos hablar español

Así que cuando veo sus instrumentos en la pequeña mesa de metal, y noto la aguja con la que pretende dibujarme la piel...doy por hecho que me equivoqué y que tendría que haberme hecho pasar por un alemán

-¿Cuantos tatuajes has hecho en tu vida?- cuestiono a la muchacha

-Mmh, algunos pocos...

Trago fuerte ante su respuesta y escucho la risa de Clara detrás mío

-No te creas, es broma- responde Miriam- Puedes estar tranquilo, hago tatuajes desde los veinte, ya perdí la cuenta

-¿Y todos satisfechos? ¿Todos sanos?

-Mira, ninguno se murio- contesta ella con diversión

-Supongo que siempre hay una primera vez para todo- comento yo y Clara suspiro

-Que exagerado que eres- ríe la castaña a mi lado

Sus ojos marrones siguen puestos en las fotos que cuelgan de la pared blanca de la tienda, con diseños de diferentes tatuajes que Miriam ha hecho a lo largo de los años. Nos contó que no sólo le gusta tenerlos allí para que sus nuevos clientes puedan inspirarse, sino que también siente que se queda con una parte de ellos cada vez que salen de allí con un tatuaje hecho por ella

Y aunque tenga todo el sentido del mundo y suene muy bonito, sigo sintiendo mucho miedo. Y a la vez mucha vergüenza, porque debería de comportarme como alguien valiente frente a Clara, que no le teme a una simple aguja

Ella se ha detenido en un diseño de flores y me permito sonreír un poco a pesar de los nervios, porque me imagine que se inclinaría por una idea parecida a esta desde la primera vez que escuché del plan trece

-Yo no sabía que Camelia tenía un tatuaje- comenta Clara aún mirando los dibujos

-Si, tenía una orquídea en su espalda- respondo y sonrío con nostalgia- Una vez me dejó pintarla con marcadores de colores, cuando era niño

-¿Tu abuelo también la tenía?

-Si, en la pierna- contesto y ella asiente

Siento sus dedos entrelazarse con los míos y corro mi mirada hacia ella, que me sonríe suavemente y deja una caricia en el dorso de mi mano

-No tienes que hacerlo si no quieres, puedo hacerlo por los dos

Tomo una respiración profunda y me vuelvo a recordar que no debo ser cobarde

-Estoy bien- afirmo y ella acaricia mi mejilla

Yo acaricio su dedo meñique con mi pulgar

-Cactus, creo que tengo una idea

.

.

.

No pegamos un ojo en toda la noche, caminamos de aquí a allá a la par de la ciudad, miramos las estrellas sentados en la playa, y sin embargo no estoy cansado. Supongo que porque no queríamos que la noche pasara, porque nuestro último tiempo juntos en New York tenía fecha de vencimiento y nos costaba admitir que llegaría en tan solo horas

Estamos aquí, en el aeropuerto, actuando como si nada pasara

Como si no me rompiera el corazón tener que separarme de ella, y como si no la fuera a extrañar en el momento que ponga un pie sobre el avión con dirección a España

Nos sentamos frente a un grande ventanal, viendo los aviones despegar, mientras esperamos a que nuestra llamada se reproduzca en los parlantes del lugar

Escucho algunas risas a nuestro lado y giro mi cabeza, para encontrarme con dos abuelos mientras toman lo que parece ser café en unos vasitos de plástico. Sonrío un poco cuando él se inclina hacia ella para besar la punta de su nariz, sin dejar en ningún momento de reír

Clara apoya su cabeza en mi hombro, y deja unas caricias en mi brazo que me hacen acercarme a ella, y besar su cabello luego de un largo suspiro

Sus dedos se aferran más a mi brazo cuando la primera llamada de su avión suena en los parlantes

Entorno mi rostro hacia ella y la observo esbozar una pequeña sonrisa, seguramente sin una pizca de gracia. Apoyo su frente contra la mía y nos mantenemos unos segundos así hasta que nos separamos, y ambos nos ponemos de pie

Acomoda su pequeño bolso colgado de un hombro y vuelve a sonreírme, acercando una mano hacia mi

-Ven, dame un abrazo- pide y doy un paso hacia delante

Encierro mis brazos en su cintura, y con la delicadeza con la que la tomo, me rememora a la fragilidad de un pétalo de flor

-Gracias por no pincharme, Cactus- susurra

Jamás lo haría

-Suerte, florcita- murmuro y dejo un beso en su hombro- Te lo mereces mucho, de verdad espero que...

-No te despidas de mí, por favor, solo...solo abrázame

La atraigo más a mi cuerpo e inhalo su perfume de jazmín para guardarme este recuerdo, haciendole caso a sus palabras

-Te extrañaré

-Yo a ti- respondo

Me separo apenas del abrazo para tomar su rostro entre mis manos y besar su frente. Entonces sube sus ojos marrones hacia los míos y logro entender que verme en el reflejo de ellos, mis favoritos, será posiblemente lo único que recuerde por mucho tiempo

Y que no quiero recordar otra cosa

-Je t'aime- dice ella y no logro contener una risa- Lo aprendí para ti, ¿Lo dije bien?

-Je t'aime, ma fleur- respondo- Lo dijiste perfecto

Vuelven a llamarla y da un paso hacia atrás, aún con sus dedos entrelazados con los míos

-Nos vemos, Villa

Y nos soltamos

-Nos vemos, Clarita

Me sonríe por última vez antes de darse la vuelta y caminar lejos de mí

Mi mirada baja hacia mi mano y veo nuestro tatuaje en mi dedo meñique

En el "Hanami" tatuado, escrito con su letra

Ocho días

192 horas

Una ciudad

15 planes

Hanami - Juan Pablo VillamilWhere stories live. Discover now