veintiséis

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El tiempo va pasando; son apenas la una del mediodía y unos grandes nubarrones negros han eclipsado el sol por completo, llevándose así esa impresión de día soleado y feliz

Es la sexta vez que me levanto a ver por la ventana, probablemente llueva pronto. Enriedo la cortina de seda blanca en mis dedos, jugando, porque la ansiedad no me permite estar quieta

Me acuesto de un salto en la cama, abro mi mail desde el celular y sigo viendo aquel mensaje que me corta la respiración, así que vuelvo a levantarme y caminar en círculos por la pequeña habitación; y eso es todo lo que hago desde hace aproximadamente una hora

Juan Pablo no ha vuelto aún, y en su ausencia noto que me hace un poco de falta, porque probablemente me hubiese tranquilizado y hasta festejado conmigo por la noticia

Cuando decido que la habitación queda pequeña en comparación a mi nerviosismo, agarro mi celular y salgo de la habitación para ir a recorrer el hotel. Es algo que con Villa no hicimos aún, apenas hemos ido al mirador y a la cafetería, y me parece un buen plan para distraerme un poco

Paso por el gimnasio, lugar en el que no pienso poner un pie dentro, porque ambos somos totalmente incompatibles. Por las afueras de la gran piscina y el spa, donde quizás si vendré alguna tarde. Por un jardín techado, con plantas por doquier y música relajante de fondo. Por el lobby, y finalmente, por el salón de fiestas del hotel

Hay una pizarra de piso en la gran entrada de este último, con dos nombres escritos en tiza de color. Me asomo allí, y me encuentro con varias personas decorando lo que parece ser una fiesta de casamiento

Ambos nombres parecen ser latinos, y me asombra un poco ese detalle

Y pienso inmediatamente en el plan número cuatro

Giro en mis talones para irme de allí, con la intención de seguir recorriendo, cuando me choco con algo

-¡Ay!- exclamo, no porque el choque me haya dolido, sino por la impresión

Me caen unas gotas de agua fría en las manos, y cuando levanto mis ojos, veo el rostro de Juan Pablo a tan solo unos centímetros de mí; tanto, que mis pulmones buscan aire en vano. Las gotas de agua no solo caen de su cabello negro, sino que también de la punta de su nariz y mentón, lo que es una clara señal de que afuera ha comenzado a llover

Me tambaleo para atrás por la impresión, pero su mano me agarra de la cintura con firmeza y no me deja caer, y tan solo ese gesto me hace sentir diminuta a su lado. Entonces, cuando su agarre me mantiene estable en mi eje, noto que me dirige más a él y es imposible no llevar mis manos a su pecho

Sus ojos verdes caen de mis pies a mi rostro, casi imperceptible. Me sonríe sorprendido pero con un dejo de diversión, y las pulsaciones rápidas provenientes de mi pecho atormentan mis oídos, ni siquiera me dan un segundo de tregua

-Te tengo- murmura en una pequeña risa

-Hola- susurro, sonriendo con nerviosismo

Mi mente hace un click y el tacto de mis manos en su pecho de repente se comienza a sentir caliente. Ni siquiera era consciente de cómo mis dedos estaban posados allí, así que al pensarlo, me pongo más nerviosa aún

Y mucho peor, al ver su camiseta blanca e impoluta, ahora arrugada debajo de ellos

-Lo siento, estoy arrugando tu atuendo de señor- bromeo planchándola con mis manos y él ríe

Clara, le estas toqueteando el pecho

-Ay lo siento- se me escapa y alejo mis manos de Villa con torpeza

Hanami - Juan Pablo VillamilWhere stories live. Discover now