Capítulo XLIII

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Paul Brown

—¡Paul, mira estas tazas! ¡Me encantan!—escucho decir a mi novia con bastante ilusión.

Cuando me giro, veo que tiene entre sus manos una taza rosa de corazones blancos. Sonrío como un estúpido mientras le doy la vuelta al carro para acercarme a ella.

—¿La quieres?—le pregunto sonriente.—Te la compro para cuando estés en mi casa y así puedas desayunar con ella.

—Por favor—dice haciendo un puchero antes de acercarse para darme un beso corto en los labios y meter la taza en el carro.—¿Qué más hace falta?

—Los platos y las sábanas para la cama—digo mirando la lista que tengo en las notas del teléfono la cual hice con mi madre.—A ver si terminamos ya que me estoy cansando de dar tantas vueltas.

—Que aburrido estás hoy. Si venir a The Grove es uno de los mejores planes para hacer por aquí—dice mi novia riéndose mientras coge el carro esta vez.

Porque sí. Estábamos los dos en The Grove comprando las cosas que me faltaban para mi casa nueva. Estuvimos hace dos semanas, más o menos, y me había gustado tanto que firmé hasta el contrato en esa misma semana. Mi familia me había apoyado un montón desde el primer momento al igual que Lisa y me están echando una mano con todo el tema de la mudanza. Hay que tener en cuenta que, al ser una casa nueva, le hace falta bastantes cosas, pero la mayoría me las he comprado por gusto.

He aprovechado estos días en los que he estado de baja por la lesión que tuve en el partido anterior contra los Tigers para organizarme un poco la vida. Esta semana ya volvía, por fin, a los entrenamientos normales. Estoy totalmente recuperado y necesito ponerme las pilas para que Louis me vuelva a sacar como titular.

Tampoco puedo quedarme en las nubes ya que ya mismo tenemos la concentración del trofeo al mejor equipo americano. Durante todo el año, tanto Louis como el entrenador técnico han estado viendo el rendimiento de todos los jugadores y están haciendo la lista sobre a quiénes van a convocar. No voy a mentir, tengo muchísimas ganas de que me convoquen para ello y pienso que tengo varias posibilidades, pero en esta vida no hay nada asegurado y tengo que dar lo mejor de mí para que sea así.

—¿Estás seguro que ya no te hace falta nada más?—me pregunta Lili mientras se asoma por mi hombro para mirar el móvil.—Con las ganas que tienes de irte de aquí eres capaz de dejarlo todo a medias. Nos conocemos amore.

—Que no reina—digo guardando mi móvil en el bolsillo.—Y si se diera el caso de que faltara cualquier cosa, otro día venimos. No hay que preocuparse.

—Tú sabrás. A veces eres más raro que un calvo con piojos—dice ella rodando los ojos causando mi risa.—¿Luego podemos pasarnos por el Starbucks antes de llegar a casa? Me apetece uno de sus cafés—dice mientras pone ojitos de cachorrito y voz de bebé.

No me puedo resistir cuando hace esas cosas.

—Vaaaale—digo alargando la a—Sabes perfectamente qué tienes que hacer para chantajearme—Ella sonríe antes de darme un beso en la mejilla y seguir a su rollo dejándome nuevamente con el carro que pesa más que nosotros dos juntos.

Casi media hora después, estamos subiéndonos al coche. Cuando salimos de esa tienda del demonio, guardamos todo bien ordenado en el coche. Hoy vamos en el coche de Lisa ya que el mío apenas tiene espacio para guardar todo lo que llevamos aquí y su pedazo de Porsche pues sí.

Pasamos por el Starbucks y se pide su café favorito para llevar y después seguir el camino hacia mi nueva casa. Mientras que continuamos la ruta, vamos escuchando su playlist de Glee. Esta niña tiene una gran obsesión con esa serie y, al final, me está pegando las canciones y todo.

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