Capítulo XXVII

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Paul Brown

Después de la victoria y del día tan movidito que tuvimos, llegamos a Los Ángeles. Nuestro entrenador decidió dejarnos el día de ayer libre para que en el día de hoy estemos al cien por cien. Cosa que le agradecimos todos, porque necesitábamos descansar.

Al abrir los ojos, siento el cuerpo de Lisa pegado al mío mientras mis manos están posadas en su cintura. También tengo el pelo de mi queridísima novia metido en toda la boca.

Joder, es que así da gusto de despertarse por las mañanas. Que se note el sarcasmo. Por cosas como estas, no me gusta que se acueste con el pelo suelto.

No miro ni la hora porque, como el entreno no es hasta por la tarde y Lisa no entra en la universidad hasta las doce por ser jueves, no le doy mucha importancia. Mientras la observo, yo intento acostumbrarme a la poca luz que entra por la ventana. Cuando mi vista se hace un poco a la iluminación de la habitación, me encuentro una de las imágenes más bonitas del mundo entero. Mi novia durmiendo con la boquita abierta mientras se le cae la baba, su pelo revuelto y una de mis camisetas adornando su cuerpo. Estamos tapados con el edredón mientras nuestros cuerpos se mantienen abrazados. Yo sonrío sin poder evitarlo. Ella es preciosa y tengo la suerte de poder despertarme a su lado. Sus piernas están enredadas con las mías y estamos pegados como dos lapas que somos. Así dormimos siempre. No sabemos hacerlo de otra forma.

Cojo mi teléfono de la mesita de noche, con cuidado de no despertarla, y veo que son las diez y media de la mañana. Dejo el móvil donde estaba y me vuelvo a girar mientras la abrazo más fuerte aspirando el aroma de su pelo. Decido aprovechar este momento de tranquilidad porque en nada nos tendremos que poner en marcha.

Ayer, después de dejar y ordenar lo del mini viaje en su casa, vino a la mía para que durmiésemos juntos. Estuvimos cenando mientras veíamos una película los dos tirados en el sofá. Sinceramente, llevamos una temporada muy buena, quitando el roce que tuvimos el otro día. Solo tenemos nuestros piques habituales, pero eso es que son imposibles de evitar. Sino nuestra relación sería demasiado aburrida.

Últimamente suelo dormir más con ella que sólo y eso que vivimos en casas separadas con nuestras familias. No me quejo de nada, que conste. Me he acostumbrado a dormir modo koala con la que tengo como pareja y la que me pone sus pies fríos en las piernas durante la noche.

Ahora que lo pienso... ¿Cómo sería si Lisa y yo viviésemos juntos en nuestra propia casa? La visualizo entrando en nuestra cocina con su moño imperfecto adornando su cabeza y mi camiseta puesta mientras que yo le preparo un delicioso desayuno. Lisa sin café no es persona. Y, para que nos vamos a engañar, no es la primera vez que pienso en nuestro futuro juntos y me encanta la idea de pasar el resto de mi vida junto a ella.

De buenas a primeras, siento como me acaricia los omoplatos de la espalda con sus manos indicándome que se está despertando. Yo saco mi cabeza del hueco de su cuello antes de comenzar a dejarle besitos por su mejilla mientras noto como ella sonríe.

—¿Qué hora es?—pregunta con la voz de camionero que tiene por las mañanas.

—Las once menos veinte—respondo yo mientras le echo el pelo hacia atrás mientras la observo con una sonrisa tonta en mi rostro.

Ella abre los ojos antes de dedicarme una tierna sonrisa y empezar a estirarse como si fuese una estrella de mar.

—He dormido como una reina. Tú cama es súper cómoda amore—dice ella mientras se incorpora en la cama y se hace su moño, como es habitual, en lo alto de la cabeza.

—Hombre, normal que hayas dormido de puta madre, si has estado en mitad de la cama y yo con medio culo fuera. Normal que hayas dormido como una reina cabrona—le digo riéndome mientras la agarro por la cintura para volver a tumbarla en la cama.

Te necesito conmigoWhere stories live. Discover now