Un polvo de campeonato

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Las ventanas habían quedado abiertas desde la noche anterior y los primeros rayos color del oro comenzaban a entrar, acompañados por una ligera bruma y frescor tempranero. Era bastante más temprano de lo que Ana acostumbraba a despertar pero la fría brisa que se colaba por la ventana, le produjo escalofríos haciendo que finalmente despertara.

Al abrir sus dulces ojos, achinados por el profundo sueño que esa especial noche le había concedido, recordó todo lo ocurrido unas horas antes...¿Era posible que aquello estuviera pasando de verdad?...Miles dormía a su lado, con el brazo alzado a la altura de su cabeza y una pierna medio flexionada. Por alguna razón le pegaba dormir en esa postura. Tras unos segundos de reflexión, Ana decidió irse levantando, pues ni siquiera sabía que hora sería y darse una buena ducha.

Haciendo fama de su sigilo, trató de no despertar al hombre de su izquierda pero cual animal en medio de la noche, abrió los ojos bruscamente al sentir como Ana se sentaba sobre la cama, dispuesta a abandonar el lecho. Ella le miró un poco cortada, al fin y al cabo, estaba desnuda y tan sólo tenía una sábana que había ido arrastrando cuidadosamente para taparse.

-"buenos días..."- dijo el coronel con su ya habitual voz grave, incrementada favorecidamente por el hecho de acabarse de despertar. Un escalofrío recorrió la columna desnuda de la muchacha al escuchar ese atractivo tono.

-"buenos días..."- ronroneó Ana mientras se restregaba un poco los ojos al pie de la cama, por no mirarlo a la cara con esa inútil vergüenza ya a esas alturas. Luego se acurrucó un poco con la sábana que tenía por encima conforme le llegaba ese refrescante aire de la mañana, que a su parecer era más bien gélido.

-"¿Tienes frío?"- dijo el hombre sentándose ahora también en la cama con la cabeza sobre el cabecero, aunque con más entonación de afirmación que de pregunta.

-"si...me debí dejar la ventana abierta ayer y, de hecho por eso me he levantado."- dijo por fin atreviéndose a mirarlo a los ojos. Por el poder de la misma Eywa que esos ojos celestes acabarían siendo su perdición.

-"entonces no quisiera verte en algunos sitios a los que fui en La Tierra."- dijo comenzando con la broma.

-"jeje, no creo que aguantara mucho... Creo que voy a irme duchando, sino no llego a la reunión."- dijo por fin levantándose de la cama llevándose toda la sábana consigo. Miles se sentó ahora en el filo de la cama también, la miraba como si de un sueño se tratara.

Estaba desnudo pero no es que le importara mucho ahora...su piel femenina pintada por los cálidos rayos de sol que comenzaban a penetrar, su alegre presencia que sembraba de paz allá donde pisara...hasta su largo pelo algo desaliñado por los efectos de la noche se veía medidamente desordenado. Tras unos segundos de tal admiración, agarró el móvil de la chica, que reposaba en la sobria mesita de noche y miró la hora. Aún era temprano, tendrían tiempo de sobra para prepararse.

-"por cierto, Miles, ¿Hay que ir muy arreglado a esas reuniones?"- dijo Ana, que escogía meticulosamente cada ropa de los cajones. El militar la observaba casi embobado.

-"Sí. Se supone que hay que ir formal pero tú ya vas todos los días, así que no hace falta que te lo tomes tan en serio."

-"vaalep..."- dijo Ana, que ya tenía todo lo que se pondría, sin echarle mucha cuenta. Cuando fue a volverse, lo vió ahí sentado, mirándole, tan pacífico, acostumbrado a como siempre la veía... Iba a ir directa a la ducha pero no pudo evitar acercarse.

Dejó la ropa encima de la mesita de noche. Miles, que permanecía sentado en la cama le miraba hacia arriba como si de una diosa se tratase. Ana le tomó por el cogote y acarició su pelo. Él la abrazaba con fuerza, rodeándole la cintura y reposando su cabeza sobre su abdomen...pero aquella sábana empezó a molestarle y agarrándola con desprecio, se la quitó y la tiró al suelo, dejando su cuerpo desnudo a la vista de nuevo.

Meeting The DevilWhere stories live. Discover now